lunes, enero 14, 2019



Juan Gelman, memorias y versiones y más memorias…

         Con Juan tuve una relación típica de las que yo podía tener con alguien como él.
         Siempre lo admiré como autor, pero muchas  veces disentí en otras cosas, sobre todo en algunas políticas.
         Como ya escribí y hablé mucho con él y de él, me remito simplemente a unos posts un poco actualizados, uno del 15 de enero de 2014 y otro del 14 de enero de 2015.

Juan Gelman, poeta porteño.
De Buenos Aires a la eternidad…

A Juan Gelman lo conocimos primero por el disco Madrugada que había grabado con el Tata Cedrón y que había comprado tu hermano porque Juan era un tipo del P. C. y que no le había gustado. Hicimos un trueque no sé si no le dimos los tomos encuadernados de El capital o algo por el estilo por ese long-play. Y nos dedicamos a pasarlo a cada rato generando la bronca de tu cuñada y de tu mismo hermano que no lo oía en su tocadisco, pero se lo tenía que bancar en el nuestro.
            Después seguimos su obra y la de toda la generación de 1960.
            Después de  la liberación del 25 de mayo cuando salieron de Devoto, entre otros vos y Paco y Paco fue convocado por Puiggróss para ser Director de la Carrera de Letras, Paco me pidió en una cena con Lilí en nuestro departamento   - ¿o en el de ellos?-   me pidió que lo acompañara porque yo era de Letras y él era solamente “poeta”. Y ahí fui yo. Y ahí, al poco tiempo apareció Juan que venía a dar un curso corto o una conferencia o algo así y Paco me lo presentó.
         Y yo descubrí que tenía la misma voz con que recitaba en Madrugada y te escribí un poema contándose eso. Ese poema está perdido como el que le mandé a Paco a Devoto que era la respuesta a su Autocrítica. No lo encuentro, seguro terminó en fuego como un panqueque quemado al rhum como me decía mi vieja cada vez que prendía fuego algo que consideraba peligroso. Pero si algún día aparece, lo postearé en honor a Juan.
            Lo que sí sé es que su manera de recitar  -que en él era natural- hizo escuela y a menudo me encuentro con poetas de todo tipo, calaña y calidad e incluso mujeres que leen como si fueran J. G. 
Por otro lado, casi nadie parece haber podido eludir su influencia y a menudo nos encontramos con juntapalabras que se creen Gelman y que, fuera de él, poco conocen de su generación y sus congéneres que fueron muchos y buenos.
            Volviendo a Juan, lo reencontré en Roma en el otoño de 1977 cuando estuve viviendo dos meses en Morlupo con mi hijo de cuatro años y veía en el Pantheon a Lilí Mazaferro, la madre de nuestro compañero y amigo Manolo Belloni, al que habían matado en Rincón de Milberg junto con Diego Ruy Frondizi  -nuestros dos primeros muertos de juventud-   el 8 de marzo de 1971. Sí, la misma Lilí que había sido la pareja de Paco cuando cayeron en la quinta Dixie de Tortuguitas el 14 de febrero del 73 y a la que había visto por última vez el 1 de julio en las filas del velorio de Perón puteándolo a Paco que estaba con la que sería su última mujer y la madre de su última hija.  
Juan y Lilí se habían ido de Buenos Aires como Embajadores de los Montoneros en noviembre de 1974 y se instalaron en Roma.
Con Juan tuvimos muchas idas y venidas y agarradas políticas varias.
 Anécdotas que quedaron entre los muros familiares de nuestra casa amsterdamesa y que de vez en cuando contamos con hilaridad…
La hilaridad de la distancia.
Nos dejamos de hablar y escribir bastante tiempo…



Cuando apareció por Amsterdam en 1983, yo ya había escrito el libro Rodolfo Walsh o la desacralización de la literatura, que fue mi tesis, y lo encontré, si no me equivoco, en De Balie, el más conocido café literario del centro. Allí nos abrazamos y volvimos a ese vicio de hablar sobre todo lo que nos interesaba o nos conmovía.  
Una noche cuando cenábamos con él y Flavia, su pareja chilena  -una gran tipa que también perdimos y que, como no sé su apellido, no la puedo encontrar en el ciberespacio-, en una Pizzería de Leidsestraat, de pronto entraron dos nenes y una nena tocando la flauta para manguear. Miro bien y descubro que uno de ellos era Mariano, mi hijo. Lo agarré como buena madre y empecé a retarlo…  Juan y Flavia lo disculpaban y se reían a carcajadas por esa audacia infantil. Lo querían mucho y siempre fue cariñoso con él.

Respecto a la poesía, nunca tuvimos diferencias poéticas y durante dos o tres años yo iba cada tanto a París y grabábamos para hacer un libro sobre él que empecé en esa época y nunca terminé.
En una de mis estadías en París a Flavia se le ocurrió que la ayudara a lavar al gato, un gato blanco que se le había escapado y había vuelto requeterroñoso como si se hubiera metido en una chimenea. Aunque me llevo bien y quiero a los bichos, nunca tuve una experiencia semejante con el gato que nos arañaba como si fuéramos Lúcifer y aullaba tanto que pensé que iba a venir la cana parisina, nada agradable.  
Ellos vivían en 4, Rue Edgar Allan Poe y Juan se reía de los franceses porque habían puesto una placa que rezaba: “Poeta inglés”.

No le caían bien los franceses como tampoco los italianos de los que solía decir: “se cuidan como si valieran”, frase que suelo repetir cuando alguien me dice “cuidate” que, desde hace unos años se puso de moda.
Su espíritu crítico era punzante y su sarcasmo era una demostración de inteligencia que algunos tomaban por crueldad.
Por eso no me extrañó que en una de sus últimas presentaciones haya dicho que nuestra palabra característica era boludo. 
Es tan lógico en Juan que haya elegido este término  -no en el sentido actual que reemplaza al vocativo che  y es sinónimo de chabóns, no en su significación original-  que me sorprendió que algunos se ofendieran.
Con vos y con él nos reíamos de las anécdotas que contaba de su juventud, de los tangueros como Francisco Pracánico al que había visto en el Trianón de Villa Crespo sacándose la dentadura postiza para apoyarla en un platito que tenía sobre el piano antes de cada interpretación. Mas tarde creo que conto algo de esto en un artículo.
Disfrutábamos del chimenterío sobre el mundo poético, literario, político incluso de quienes a veces lo trataban como un Capo.
Y hubo un tiempo en que escuchábamos su bronca contra los cubanos cuando se abrieron de gambas respecto a los derechos humanos.
Juan fumaba por ese entonces cuatro atados de Gauloises por día y era un digno adorador de Dionisos… Tenía mucho de bon vivant y era muy porteño en su pinta, siempre prolijo, y en sus actitudes. De pronto desaparecía de la mesa y era que se adelantaba a pagar.
Durante mucho tiempo llamaba a cualquier hora desde París y leía los poemas que había terminado, entre ellos, el que dedicó a su madre. Ése era uno de sus temas de entonces.
Se puso muy feliz cuando editamos a pulmón Veredictos de Juan José Fanego en la primera versión amsterdamesa. Luego él le haría el prólogo para la versión que editaría Mangieri.






         





Leyendo la primera edición de Veredictos de Juan José Fanego 

en casa de Mieke Westra en Amsterdam


      Compartimos amigos comunes como José Luis Mangieri que también en Amsterdam dijo que él empezó como poeta en El pan duro  y terminó en editor. Y qué editor!!!
Y, por supuesto, compañeros vivos y no.
En 1996 Enrique Puccia (h) lo incorporó en la Antología Oral de la Poesía Argentina, un ciclo que reunió a casi todos los poetas vivos argentinos. En esa ocasión tuve el placer de presentarlo junto con Jorge Boccanera en el Centro Cultural Gral. San Martín.


Con Juan - Jorge Boccanera & Enrique Puccia (h)
en el CCGSM - julio 3- 1996

 La última vez que lo vi fue el 2006 en el Teatro Presidente Alvear,  cuando lo distinguieron como “embajador cultural” a cincuenta años de la publicación de Violín y otras cuestiones.  Se puede leer la nota de Jorge Rouillón: Juan Gelman – Embajador Cultural en el link de La Nación del 14 de marzo de 2006.
 A menudo pienso que existe una dimensión que los humanos no podemos manejar…
Ayer a la tarde-noche estaba protestando contra el ciberespacio porque algo había invadido mi PC y no podía entrar a internet. 
No sabía si se habían metido en mi compu, si tenía un virus o qué pasaba.
Mientras pasaba todos los antivirus posibles para ver si podía se solucionaba algo, me puse a ordenar libros, papeles, artículos, cartas, cuentas, etc.
A eso de las ocho y media desistí porque me ganó la bronca de la computadora.
Terminé de ordenar un poco lo que había estado limpiando y fui a poner en su lugar un Astroscope, que había sacado para limpiar y cuando estaba por hacerlo me dije: “Nadie va a saber qué es esto. Ni mi hijo…”  Y decidí ponerle una etiqueta: “Enviado por Juan Gelman y Flavia a Ana con “saludos a los machos”. Y lo puse en la biblioteca.



Bajé para cenar y cuando terminaba la cena oí la noticia urgente: “El poeta… Juan Gelman…”
A los cinco minutos me estabas llamando vos triste porque Mariano te había llamado para contártelo…
Al ratito me llamó una alumna, Carmen, que estaba triste y que ya había hablado con Alicia Grinbank y ahí, hablando con Carmen, me di cuenta de que yo estaba poniendo esa etiquetita  -siguiendo mi TOC- sin saber que Juan estaba agonizando… En realidad era un horóscopo de los primeros que se hacían en computadora y él me había llamado para preguntarme dónde y cuándo había nacido y Flavia me lo envió para mi cumpleaños en 1985.
Todavía sigo buscando a Flavia, su amorosa compañera chilena, de quien no sé el apellido y a quién él dedicó La junta luz: “a Flavia / en Flavia”.
“Yo sé que ahora vendrán caras extrañas…”
Vi y escuché montones de clichés y de pavadas sobre el muerto… Hasta que “se fue de gira”! Lo que no hubiera dicho Juan con su sarcasmo!
Decidí cerrar los oídos incluso para algunos homenajes de quienes no hoy serán más gelmanianos que el mismo Juan.
Pero sé que si  -como decía Centeya-  “hay un mundo para los que se piantan”, ahí estará ahora reencontrándose, retozando con los compañeros, con  amigos que se fueron antes, con Paco, con Rodolfo, con Juan José, con José Luis, con la misma Lilí, con su hijo y su nuera....
Y con su ironía habitual tal vez se ponga a hacer un desafío para ver el orden en el que lo seguimos.
A la salud de tu alma!!! 
Chau, Juan…
® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes, 2014.

Enero 14, 2015.                        
         Al año siguiente posteé esto

Te das cuenta

de que no puedo vivir sin vos

porque… a quién contarle

que hoy conocí a Juan Gelman

y que habla como cuando recita

“y tu cuerpo era el único país

donde me derrotaban”.

Sobre todo a mí que

tu ausencia me derrota.

       Escrito en 1973 cuando conocí a Juan Gelman en el despacho de Paco Urondo en el viejo Hospital de Clínicas  -hoy Plaza Houssay- cuando era Director de la Carrera de Letras y me había llevado a trabajar con él. Allí lo llevaron a Juan, si no me equivoco a dar una charla. Paco me lo presentó y yo te escribí este poema a vos en ese 1973 ardiente porque me impresionó que su voz era la misma del disco Madrugada.
         Creo que nunca publiqué este poema que, por supuesto, no está dedicado a él, con quien tuve mucha amistad, pero también muchas discusiones como dije la última vez que lo presenté en el Centro Cultural San Martín hace ya casi veinte años…
         Vaya este texto casi adolescente a su memoria ya que ahora estará bardeando  -en el sentido latino y en el nuestro-  en algún lugar de eso que llaman más allá, en el que no creía, aunque seguro le debe gustar estar burlándose de todo… Y ni pensar si ve algunas cosas que suceden por este planeta humano llamado Tierra porque su lengua era feroz!

Vos cocinando y yo y Juan de espaldas
en la cocina de nuestra casa amsterdamesa.

         ¡Otra que una viperina común, era la de la boa de Nueva Guinea!!!
         No dormía enroscado porque se quemaba con el cigarrillo…


®© Ana Sebastián, 2019.

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