lunes, marzo 16, 2015

 

123º aniversario del nacimiento de César Vallejo
 

         Hoy es el 123º aniversario del nacimiento de César Abraham Vallejo Mendoza  -conocido en el mundo como César Vallejo-,  nacido en Perú, en Santiago de Chuco, un 16 de marzo de 1892 y muerto en París un 15 de abril de 1938.

        Leí y admiré a Vallejo desde mis trece años cuando Juan José Fanego me lo recomendaba y no sé si -con las vueltas de nuestra vida- no tengo todavía ese ejemplar que se salvó de la historia.
        No sólo lo leí y lo admiré... También en mi adolescencia lo imitaba, estimulada justamente por Juan que era, junto con su prima Graciela, uno de mis primeros lectores. Juan José Fanego, el gran poeta argentino, prácticamente desconocido.
        
        Por razones de militancia empecé a escribir una especie de cancionero en romances asonantes, alguno de cuyos poemas terminaron como lápidas de bronce de las tumbas de los compañeros o encontrados bajo el colchón del Negrito Burgos en la Villa Itatí después del infausto tiroteo en que murió en Turdera junto al Churi Escribano. 

        Y seguí así hasta 1973 en que Paco Urondo me mandó una crítica, indirectamente por interpósita persona, desde la cárcel de Devoto a esa manera de escribir diciendo que yo era porteña, usaba superminis, era una pendeja y no podía seguir con el romance… por más que los compañeros no entendieran, que fuera yo, mi propia voz.
        
     Y ahí volví a mi yo poético, gracias a la crítica dura, pero de onda, como se diría ahora de Paco.

         Durante muchos años los poetas hispanoamericanos se dividían entre nerudianos y vallejianos y yo, por supuesto, tenía mi opción hecha desde el principio: vallejiana…

         Claro que evidentemente uno no ve en sí lo que otros ven. Y uno es también lo que otros ven y hace unos años me presentaron a un poeta muy conocido que en cuanto le dijeron mi nombre, acotó: “¡Ah, Ana Sebastián, la tuñoniana…!” Y la verdad, también tenía razón.

Pero hoy es el día de homenaje a Vallejo, señores, a ese poeta que tenía dos años menos que mi abuela y se murió en París como él predecía…

         Ese poeta que, como León Felipe, tenía su fe heterodoxa, fue calificado por Thomas Merton  «el más grande poeta católico desde el Dante, y por católico entiendo universal».

          Martin Seymour-Smith lo consideró «el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas».

          Seguramente es uno de los más grandes de nuestro continente y tal vez el que mejor supo cantar al dolor de la guerra civil española o al menos en un tono diferente en España, aparta de mí este cáliz.



Niza - 1929
         De cualquier modo siempre lo sentí muy cerca de mí y cuando puedo lo recito, lo doy, trato de hacer que a la gente le guste...

          Porque era un heterodoxo también en la poesía.
           Cuando una vez tuve que dirigir un Seminario de Literatura Hispanoamericano en la Universidad de Amsterdam para quiénes iba a hacer su tesis que yo iba a dirigir y les dije que iba a dar poesía, los estudiantes se pusieron como locos y cuando les di el programa y vieron que estaba Vallejo, peor. Pero dos de diez terminaron escribiendo su tesis sobre poesía y uno, sobre Vallejo.

          He aquí el primer poema que viene a la mente y que quiero compartir:
Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡yo no sé!

Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... pobre... pobre…vuelve los ojos
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡yo no sé!
 
Ésta es la interpretación de Paco Ibañez de El poeta a su amada.

Y no puede faltar:  Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París, con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...


Y aquí va mi


Vallejiana escrita seguramente bajo otras lluvias, pero tan asiduas como las parisinas…

dónde morirá
de hambres perdidas
y duelos truncos
dolientes
dónde
esconderá sus ojeras
aleteantes
bajo tierras dóciles
e inhóspitas
insegura
de morir con lluvia
de jueves parisino
ni humedades rioplatenses,
pero certeros
olvidos y penas, rayes,
baldías ilusiones y vida también...

                            ® © Ana Sebastián, De Los brazos del olvido, 2011.

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