martes, noviembre 11, 2014


        11 de noviembre... fecha indeleble...


         Hoy es 11 de noviembre, una fecha que marcó mi vida indirectamente porque marcó la vida de mi padre a sus seis años y la de mi familia.

         Y es por eso que actualizo un post del año 2008…

         Hoy es 11 de noviembre y es el día del empecinado Santo Patrono de Buenos Aires, San Martín de Tours.

Martín y el mendigo
El Greco


         Ese militar que había nacido en Hungría, en la actual Szombathely en el año 316, y al que sus padres, paganos, lo hicieron incorporarse a las Legiones Romanas en las que ya estaba su padre era ya oficial superior.  

         Según cuenta su hagiografía que una noche de frío se le acercó un mendigo semidesnudo y San Martín se sacó la capa, la rasgó y cubrió al mendigo. Esa noche mientras dormía se apareció Jesús en sus sueños con la mitad de la capa y le dijo: “Martín, hoy me cubriste con tu capa”.

          Martín decidió abandonar la milicia, bautizarse y no sólo convertirse al cristianismo, sino predicar su fe y a la vida monástica.

         La capa -capella en latín- se puso en una urna en un pequeño recinto al que acudía la gente a rezar. De ahí surgió capelle  en francés y capilla que indica los recintos pequeños en una iglesia o habitación en donde hay un altar y de ahí, por extensión, iglesia de pequeñas dimensiones.

         El futuro santo fundó un monasterio en Ligugé y el convento de Marmoutier en las inmediaciones de Tours, en Francia. Fue sacerdote y  Obispo de Tours.

         San Martín de Tours, conocido también como El misericordioso, murió en 397 en Candes, hoy Candes – Saint Martin.


Puerto de Candes - Saint Martin
         Es Patrono de Francia.





         En nuestra historia, una vez fundada la Ciudad de la Santísima Trinidad  en el llamado Puerto de Santa María de los Buenos Ayres, esos españoles a las órdenes de Juan de Garay, que ya se creían los dueños de todo, intentaron vanamente trampear tres veces la suerte para que el Santo Patrono fuera castizo y no ese húngaro de Czhombaply que llegó a ser obispo en Francia, que se empeñó en salir tres veces consecutivas como para decir: "Aquí estoy y aquí me quedo, el Patrono de estos lares seré yo y nadie me va a dar vuelta la taba".

         Me gusta la testarudez de ese obispo de Tours.

         Si esos españoles no hubieran hecho trampa hasta con el santo, tal vez esta ciudad no estaría predestinada a un fatalismo de truchería bajo este cielo nocturno fullero con la otra cruz, la del sur...


         Hoy es 11 de noviembre y es el aniversario de la muerte de mi abuelo desconocido Ramón Sebastián que se pegó un tiro en 1931 en la imprenta en que escribía y sacaba el periódico Claridad y en la que hacía funcionar el Partido Socialista del que fuera fundador en Benito Juárez.

         Cuenta mi padre -que apenas tenía seis años- que él estaba jugando en la quinta de su abuela María Tartaglia, cuando el tío Chelo vino con la noticia y se la contó a sus hermanas: "Ramón se mató".

         Mi viejo no sabe si lo oyó o lo intuyó, pero agarró un ladrillo y se lo arrojó a un pollito. Según él su vida empezó ahí, esa tarde. Él tratando de reventar un pollito ante la impotencia de su padre muerto.

         Había habido un vendaval en Júarez y había habido elecciones nacionales fraudulentas, especialmente en la provincia de Buenos Aires.

         Mi abuelo era el fundador del Partido Socialista y se había tiroteado con el cura del pueblo, el legendario cura Trelles, que se apareció cuando mi abuelo hablaba ante la tribuna y trató de tirarlo. El cura, como bien lo saben los juarenses, iba con la cruz y la pistola y en esa época respondía al caudillo conservador Pumará. Mi abuelo y mi tío Héctor Robiglio tuvieron una causa en Azul y por eso mi tío se vino a Buenos Aires y se hizo hombre de la noche, bandoneonista, tanguero, etc. Es otra historia…


         Mi abuelo era el cuarto de los tantos hijos de Doña María y ella, según me enteré hace poco, lo había enviado a laburar al campo de peón, cuando era chico y ahí empezó su problema de salud. 

         Mi abuelo había aprendido a leer y a escribir de grande, casi a los dieciocho años.

         Montaba un caballo blanco y tenía un gran carisma.

         Cuando se casó con mi abuela Ana vivía en la imprenta en donde sacaban Claridad, el periódico socialista, que había sido saqueado antes de que mi viejo naciera por las patotas de Pumará, y sólo se salvó una vieja máquina Remington por la que mi tío Ángel peleó diciendo que no era de la imprenta.

         Mi abuelo tenía un perro al que llamaba Trotsky .

         Raro, hace tiempo que no hablo de Trotsky, sin embargo hoy me puse a charlar casualmente   -y no digo que la casualidad no existe sino que todo es causalidad porque conozco un montón de gente que repite eso como loros sin siquiera saber quiénes lo discutieron filosóficamente- con una chica que estaba leyendo la vida de Diego Rivera y Frida Kalho. Cuando nos pusimos a hablar entreví en su libro la foto de Trotski en Coyoacán…  Se estaba preparando para viajar a México a hacer una especie de estudio de postgrado y entonces leía sobre el país. Era evidente que estaba estudiando relacionado con ciencias sociales. Terminamos hablando del libro de Padura: El hombre que amaba a los perros. Además yo le recomendé La segunda muerte de Ramón Mercader… y en el medio volvió la figura de mi abuelo desconocido a fines de los años veinte con un perro con ese nombre en un pueblo conservador.

         Por otro lado, sé ahora, [gracias a una investigación titulada ¿Andamiajes partidarios o personalismos? La configuración del poder en la primera mitad del siglo XX en el interior bonaerense de autoría de Silvana Gómez y Valeria Palavecino de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires en Revista de Estudios Regionales del ISHIR – Investigaciones Sociohistóricas Regionales – CONICET - Año 2 Nº 3 -2012 que está en la red] que mi abuelo fue el único en denunciar al Alcalde Pedro D. Pumará ante la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires en noviembre de 1925. Mi padre tenía tres meses…

         Como todo periodista de la época mi abuelo también tipógrafo. Con sus antecedentes en el campo y con el plomo de los tipos, se había ganado la tuberculosis, ese tabú.

         Había ido a Cosquín y -según su última hermana viva- había vuelto curado.

Mi abuelo, segundo, a la izquierda

         Ramón Sebastián padre en Cosquín con sus amigos en tísica desgracia, con soda y espumante.... al menos, una compensación y sobre todo, con amigos...
         Raro... un hombre de letras... no dejó aparentemente carta de despedida, salvo que mi abuela la haya escondido tanto que nadie la encontró.

         Se pegó un tiro por la tarde en la imprenta de San Martín y Chacabuco en Juárez.

         El 3 de noviembre había cumplido treinta años.
         Dejó una mujer desconsolada que le rezaría cada noche hasta sus 103 años y besaría su foto, un hijo: mi padre y una hija menor aun que moriría al poco tiempo.
         Hace unos años fuimos a la Imprenta y no estaba ni siquiera su foto puesta en el local del partido del que fuera fundador.

         En 2005 volvimos a Juárez para llevar las cenizas de mi abuela a la tumba familiar.

        
          Ahora ya no hay imprenta ni nada.  Hay un pequeño super.

         Nos quisieron meter presos cuando sacamos fotos de ese lugar hasta que le aclaramos a la policía que allí se mató mi abuelo y le conté una historia de Juárez que ni ellos conocían y después no hubo problema.

         Dejó un vacío irreparable que persiste el tiempo….

         Fue el fantasma que dejó un vacío y una fuerza de voluntad en mi padre, el fantasma familiar de mis ilusiones buscadas, encontradas, perdidas, el espíritu que me acompaña desde la niñez... de esos espíritus que te marcan el camino...

         Dejó también, eso sí, una Biblia.

         Y hoy le enciendo una vela a su alma que es de las almas que quiero tener un día a mi lado, al de mi viejo y al de mis seres más queridos.

         El día 3 de noviembre había cumplido sus 29 años.

         Vendavales de la vida...
® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes.

No hay comentarios.: