miércoles, noviembre 26, 2014





50 años de la muerte de Julio Sosa

 

         Nosotros también estuvimos ahí.

         Yo iba al Normal Nº 1 en Córdoba y Riobamba.
         Cuando salí, vos me estabas esperando.

         Nos unimos al cortejo de miles de personas que habían salido del Luna Park en donde lo habían terminado de velar luego de que el Teatro Argentino quedara chico y de que Hugo del Carril le pidiera a Tito Lectoure que permitiera el velorio allí.

         El Varón del Tango había venido de Las Piedras, de la orilla oriental, pero era un porteño con todo ya que la ciudadanía porteña es, como sabemos, es determinada por la pertenencia y no por el lugar de origen.

         Era uno de los pocos que mantenía el tango cantado en una época en que los tango era ya una “cosa de viejos” ante el avance de la música pop, del Club del Clan, de la revolución del folklore luego de la aparición de Angélica, de Elvis, The Beattles y todas esas cosas que algunos veían como penetración cultural y terminaron creando el “rock nacional”.
 
 


          
        Aparentemente su última interpretación fue El mismo final, simple que nosotros compramos ni bien salió.

         Julio Sosa concitaba era popular… concitaba pasiones… y tenía las suyas, entre otra, los autos.
 
 
        

     
Noctámbulo, se mató una madrugada, si no me equivoco, en Figueroa Alcorta, en la esquina de Rond Point. Iba en su DKW rojo a alta velocidad aparentemente dirigiéndose a los carritos de la Costanera que entonces eran carritos de verdad.

        
El auto quedó destrozado y él murió a poco de ser internado en el Hospital Fernández.

        
 
 
 
 Caminábamos por Corrientes hasta llegar a Chacarita y la gente le tiraba flores desde los balcones…

         El cortejo era una multitud que seguía atrás de la carroza mortuoria y de las otras rebosando de flores. Una sola corona mantenía la cinta fúnebre con el rótulo “Juan Domingo Perón”.

® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes.
 

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