jueves, marzo 24, 2016

 
POR ALGO SERÁ…

Políticos, militares, militantes a sueldo, culturosos, supuestos historiadores –que se supone sí deberían saber- indignados por la visita de Barack Hussein Obama II [1961] y Mauricio Macri [1959] al Parque de la Memoria… Creo que se olvidan de que estos mandatarios no estaban en política en sus respectivos países.

También se olvidan de que ese golpe fue “un golpe anunciado” y anhelado… pedido a gritos aun por la guerrilla que pensaba que “se agudizarían las contradicciones” [así hablábamos en esa época] “y el pueblo se pondría de nuestro lado y se haría la revolución”.

Los que no pensaban así creían que los militares eran, como tantas otras veces, “los salvadores de la Patria” y que ese sería un golpe más y luego se irían hasta que hubiera que poner en caja a otro gobierno electo descarriado. ¡Terrible error! ¡No fue así!

Pero no nos olvidemos de los apoyos que tuvo ese gobierno que no duró un año, duró siete. Apoyos de los distintos partidos políticos como el radicalismo que le proveyó 310 intendentes, el mismo Justicialismo, 169, el Demócrata Progresista, 109, el MID, 94, sin contar con algunos partidos menores. El socialismo, el desarrollismo, el demócrata mendocino, dieron sus embajadores.

 No nos olvidemos del comunismo apuntalando y haciendo gira de propaganda a favor de los militares democráticos en pleno 1978 porque le vendían trigo a la URSS en medio de la Guerra Fría. Expresiones no muy distantes del mismísimo y tan mentado camarada Ernesto Sábato: “El general me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresiono la amplitud de criterio y la cultura del presidente" a la salida del almuerzo con Jorge Rafael Videla el 19 de mayo de 1976. Almuerzo al que había ido junto con Horacio Esteban Ratti –por la SADE-, Jorge Luis Borges y el Presbítero Leonardo Castellani que fue el único que se atrevió la preguntar por la suerte de Haroldo Conti que había sido secuestrado en los primeros días posteriores al golpe.
 
Almuerzo de escritores con Videla 19 mayo 1976
  
No nos olvidemos de los periodistas, especialmente de La tarde, de la persecución al Buenos Aires Herald -ahora una triste sombra del pionero y prestigioso periódico que fue-.

No nos olvidemos del papel de Cuba que no quiso recibir a las madres.

No nos olvidemos de Isabelita  -que no era santo de mi devoción ni mucho menos- pero que tuvo en coraje de enfrentarse pistola en mano cuando la fueron a encarar los militares y pasó años en prisión del mismo modo que Carlos Saúl Menem, Antonio Cafiero, Jorge Taiana, Miguel Unamuno, José Deheza, Jorge Vázquez, Osvaldo Papaleo, Raúl Lastiri, Jorge Triaca, Lorenzo Miguel, Pedro Arrighi, Pedro Eladio Vázquez, médico de Perón y tantos otros funcionarios políticos y sindicalistas y dirigentes del justicialismo.

No nos olvidemos de que mientras tanto algunos se hacían ricos en forma absolutamente usuraria con la aplicación de la Circular 1050 del Banco Central que ahorcó los pequeños y medianos propietarios con el ajuste de deudas y los obligó a malvender sus propiedades.

No nos olvidemos del “algo habrá hecho…” ni del “por algo será…”

No nos olvidemos de que cuando alguien era llevado por las fuerzas de seguridad fuera de la forma que fuera se hablaba de secuestrado.

Y no nos olvidemos de que cuando Jimmy Carter y su representante en Derechos Humanos, Patricia Derian, se empezaron a interesar por esta situación a la que Henry Kissinger había hecho la vista gorda, ahí, por primera vez apareció la palabra missing people que inmediatamente fue tomada para esa situación.

No nos olvidemos de los secuestrados “chupados” que, ante la crítica situación de persecusión, tortura, martirio, dolor, abandono, colaboraron con las fuerzas, cantaron, mandaron en cana y dedearon a cuántos podían, incluso a familiares. Situación comprensible ante el límite entre la vida y la muerte. Lo incomprensible es que algunos de ellos que se salvaron por estas prácticas todavía pretenden dar cátedra y lecciones de ética y política.

No nos olvidemos de los que, en la misma situación límite, no traicionaron, no mandaron en cana a nadie y aun estando chupados se hacían los distraídos cuando se cruzaban con un compañero que sabían que estaba perseguido. Y en esto sí hay una gran diferencia. La mayoría no se sabe dónde está.

No nos olvidemos de los que murieron combatiendo, incluso entregados a la deriva por sus propias organizaciones por juicios ridículos por infidelidad, como fue el caso de Paco Urondo que debería haber estado en el exterior y lo dejaron varado –por juicio- en Mendoza en donde murió como vivió, con coraje. O como María Cristina Mazzuchelli que, en medio de un tiroteo, para salvar a su hijita, la escondió e hizo un simulacro de entrega y murió combatiendo.

Vicky Walsh
La Gorda Amalia - Élida D'Ippolit

Ni de gente como Vicky Walsh o como la Gorda Amalia o como Rodolfo Walsh que se podría haber ido y se quedó.


 


Lucía Cullen - Marcela -
José Luis Nell









No nos olvidemos de Néstor Sammartino ni de Cristina Onís ni de Ricardo Aragón -Rolo- ni de Omar Enrique Lauría ni Carlos Lebrón ni José Luis Neil ni Lucía Cullen ni Jorge Caffatti, entre otros, que prefirieron callar y morir antes que entregar a un solo compañero. Y esto lo digo con absoluta certeza.


Carlos Lebrón - El sordo
                                                   Néstor Sammartino
Omar Lauría
 


Ricardo Aragón -el Negro Rolo-


 

 Ninguno de ellos pensó –estoy segura- que, en su nombre, algunos de sus familiares podrían hacer negocios espurios o que otros, que en esa época estaban con La Lealtad, se las darían de revolucionarios para conseguir un puesto en una institución estatal. Ni que la generación de sus nietos se las podría dar de revolucionaria por repetir consignas de memoria, aplaudir por oficio, chicanear, vandalizar lo público o vive poniendo slogans en la web 2.0. Por supuesto, no existía ni la web ni el 2.0. ni el Ipad ni el celu ni siquiera el teléfono de línea… Sólo el teléfono público que no andaba y las citas estancas.  

Ninguno de ellos  -estoy segura-  se pensó víctima.

Era la lucha, la guerra “larga y prolongada”, como decíamos jodiendo entre nosotros exagerando a Mao.

No eran políticos ni funcionarios ni delegados sindicales...

Eran guerreros.

Eran hombres y mujeres comunes y corrientes, sólo que, en el límite, entregaron su humanidad.

Por favor, no usar su nombre en vano.

Eran combatientes.

Equivocados o no, combatientes.

Mis respetos.
 
 

®© Ana Sebastián, Memorias impertinentes.



 

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