lunes, marzo 17, 2014

Nicolás Olivari, un vanguardista relegado


 NICOLÁS OLIVARI, un vanguardista relegado 

Sin robes ni manteaux orientales
 


“Nos daremos en cada poema en integridad jubilosa, con mente, sangre y alma. Cada palabra será como esculpida con las uñas y en la belleza concisa del todo, brotará una inefable embriaguez de vino nuevo.”   
 

 Un poeta que, a mi juicio y al de muchos otros, debería tener mayor reconocimiento del que tiene es Nicolás Olivari.
            
            Nacido en Buenos Aires con el siglo XX como muchos de los mejores escritores argentinos, habiendo sido un personaje activo en la cultura, un verdadero vanguardista avant - la- lettre, no comparte los honores que otros pudieron alcanzar y, cuando se lo reconoce, suele quedar relegado al pintoresquismo..

            De padres inmigrantes italianos, nació el 8 de septiembre de 1900 en la casa paterna de Ombú –hoy Pasteur-  y Cangallo – Gral. Juan Domingo Perón-  con el nombre de Diego Arzeno.

Hizo sus estudios en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda en donde le publicaron su primer texto: El matón del arrabal.

             Empezó muy joven como periodista en Crítica. Durante toda su vida pasó por muchas redacciones: El pregón, Noticias gráficas, Reconquista, La época y y diversas revistas y radios. En las décadas del 40 - 50 participó en El laborista y Democracia.

Coetáneo de Borges, fue junto con Roberto Arlt y Leopoldo Marechal, uno de los autores que no tuvo su boom literario.

Nicolás Olivari se vuelca a la musa oscura. Deja lo alambicado y cursi que satisface la mojigatería llamada “buen gusto” de las clases llamadas “decentes” y se va como François Villon, como Baudelaire al barrio y de ahí al barro humano y destapa la olla de lo sórdido buscando allí la belleza y la razón de ser.

Admirador del núcleo que se reunía en San Juan casi llegando a la esquina de la cortada de San Ignacio, que los críticos e historiadores llaman de Boedo, en 1924, ni bien apareció La amada infiel,  se lo llevó a quienes tanto admiraba. Indignados, lo echaron como si fuera un traidor a la causa social. Él, a sus veinticuatros años, se fue con el dolor del desprecio y del rechazo. La suerte lo hizo encontrarse con Raúl González Tuñón -más joven que él, pero ya incursionando en la escritura-, que había leído el libro y le dijo: “no te preocupes…” Y se lo llevó a Florida, al grupo de la Revista Martín Fierro que lo recibió con los brazos abiertos. [En otra oportunidad postearé lo que el mismo Olivari cuenta de ese mal momento y de la relación entre Boedo y Florida que fue más una creación de los historiógrafos de la literatura argentina que de los protagonistas del grupo.] 

Como Dostoievsky lo había hecho en sus personajes que buscaban la redención a través de la abyección, como las historias siniestramente cotidianas de Roberto Arlt, Nicolás Olivari sacó la belleza de lo más oscuro del lado humano, de lo que nos condena a vivir lo que nos toca y a la vez a saltar las barreras.

 
“El lirismo que preconizo para mis poemas debe ser tan hondo como un estupefaciente y lo sueño tan rotundo, áspero y concluyente que de cada pieza labrada en el metal del idioma, dentellado por los ácidos inspirados del numen redivivo, saldremos ahogados y cegados como del más profundo pozo de una mina.  Como quien trenza y destrenza una misma cuerda, digo para mayor solidez del argumento, será nuestra faena. “

 Nicolás Olivari tuvo algo muy importante: desnudó la hipocresía. 

Olivari fue, se podría decir, el más rebelde, el más caústico, el más mordaz de los martinfierristas a punto tal que ellos le nombraron “el primer poeta maldito”.

Siguió con sus textos poéticos con una estética basada en lo antiestético:  La musa de la mala pata, El gato escaldado que ganó el Premio Municipal, Diez poemas sin poesías, Los poemas rezagados, Pas de quatre.

Entre su prosa se encuentra: Carne al sol, Esta noche es nuestra, La mosca verde, El almacén, El hombre de la baraja y la puñalada.

En teatro: Un auxilio en la 34 [1927] en colaboración con los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón. Después: Amargo exilio, Tedio, Irse, La pierna de plomo, Cumbres borrascosas, El regreso de Ulises, Dan tres vueltas y luego se van.

Con Roberto Valenti escribió radioteatros:  Hormiga negra y La vida de Carlos Gardel  llevada al cine como El morocho del Abasto por Julio C. Rossi en 1950 con Rolando Chavez en el papel de Gardel.

Escribió tangos como Tengo apuro en colaboración con Enrique González Tuñón y Antonio Scatasso para ser cantado en Un auxilio en la 34, Cuarenta entradas con música de José López Ares y otros compositores. Y además: Murallón, Desdén, Saturnia, Dos ojos negros, Amor y Arañita.
El más conocido es La violeta, interpretado por Carlos Gardel.  

Olivari cuenta: “A pesar de mi intensa vida de periodista, nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. La letra de «La Violeta» la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con Cátulo Castillo, por una apuesta y nació al hilo, entre los spaghettis y el vino. Primeramente lo grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de orgullo personal esta distinción sin igual. Fue Cátulo quien se encargó de hacerlo grabar".

Verlo en este link:

http://youtu.be/F-KnplCWNlw

 La crudeza, el desnudo de Olivari es hasta los huesos, sin tutía.

Esto lo manifiesta en su mensaje poético conocido como “Palabras que se lleva el viento” de este modo:

“La poesía actual es poesía de ictericia. Licuar lo extraordinario  -esencia de la poesía-  en frases largar y con el trote cansado de los artículos periodísticos, es desvirtuar un lirismo para siempre.”

Y agrega en la reivindicación total de nuestra lengua porteña:

“Nosotros escribimos iniciando la revuelta, el motín, el cuartelazo contra la guarnición vieja que se iba disecando dentro de su uniforme de académicos ante las puertas de la Academia. Trajimos la voz del pueblo, del hombre argentino de hoy, del tipo racial nuevo, donde sólo había profesionales de libros. Al literato de salón opusimos el poeta joven, hambriento y desesperado, pero ladrando su verdad con hidrofobia de verdad.”

Para finalizar machacando:

“Nos toca iniciar en el Plata la nueva era del poema. Hasta ahora este género que no requiere más condición esencial que una fascista sinceridad, ha sido desvirtuado entre nosotros. Reivindico el derecho de haber escrito el primer poema sin metro, sin escala, sin medida, digno de su título, porque sería canalla que nosotros, vanguardias efectivas de la nueva generación, saliéramos escribiendo con arroz con leche como Rabindranath Tagore  -robes y manteaux orientales-. Y como la mentira nos es odiosa como un forúnculo en la grupa de una bella prostituta, debo declarar que en mi poema «Mi mujer» de mi libro La musa de la mala pata está en germen, acaso, la posibilidad poemática argentina que he querido aguzar renglones antes.”

 Falleció el 22 de septiembre de 1966. Mi Buenos Aires querido, un libro de aguafuertes y estampas porteñas, fue publicado póstumamente.

 “Nicolás Olivari es el más indudable poeta de los que oigo. No creo en su talento: creo en su genialidad, que es cosa distinta. Sé que decir la palabra genialidad es alzar la voz y que eso es una descortesía o un énfasis. Que Olivari es un poeta de lo desagradable, también lo sé; pero esas dos consideraciones —la de la voz baja en la crítica y la del sedicente buen gusto— se quedan fuera de lo poético. Poesía es expresión. Olivari expresa con desesperada intensidad el tema que es suyo: el aburrimiento, el estudio para suicida, el rencor suburbano que ha sucedido a la compadrada orillera en esta ciudad. Olivari es mucho."

Jorge Luis Borges: Nicolás Olivari, El hombre de la baraja y la puñalada. Estampas cinematográficas, Buenos Aires, M. Gleizer Editor, 1933. [En Jorge Luis Borges: Textos Recobrados, 1931-1955]

 

Tal vez en esta época que parece ser proclive para ver la paja en el ojo ajeno, en que muchos se deslumbran con un tinte de envidia por lo que hace el otro con la manía selfie de la autocomplacencia con las propias imágenes a menudo insulsas e insignificantes en las redes sociales  [no estoy en contra de las redes, todo lo contrario, sino de cierto uso imbécil], pretendiendo ser mediático, en momentos en que se cae en la licuación no sólo de los sentimientos sino también del pensamiento, sea hora de mirarnos en nuestro propio espejo interno y tal vez sea necesario desempolvar a Nicolás Olivari y volver a mostrar a la hipocresía en todo su desnudo, en toda su crudeza y  -¿por qué no?-  con el sarcasmo inteligente y la calidad que tan bien supo manejar. 

            Bienvenidos al mundo de la musa de la mala pata...

® © A. S. Reflexiones impertinentes.

 

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