martes, junio 02, 2020


Feliz Cumple, Horacio Ferrer…!!!


Para festejar tu cumpleaños voy a empezar la primera etapa de transcribir la presentación que me pediste para el primer libro de tus poemas musicalizados por Astor Piazzolla –la del segundo se la pediste a José Gobello- y lo voy a hacer en etapas porque, como vos bien sabés aunque no llegaste a ser experto millennial, seguro que sabés que, de otro modo nadie la va a leer…
Me puse un día de navidad en el escritorio en donde hacía 46 grados y usé un viejo ventilador mientras escribía de un tirón en la compu… Cuando te lo dí, me dijiste: “¡Aaana!” con tu tono particular… “¿Qué hiciste? Me hiciste un estudio poético… No lo puedo creer…” Y yo te contesté: “Sí, para que ya nadie más te discuta… Y encima con esta temperatura infernal…”

Y aquí empiezo, tal cual se lo di…

¡Se va la primera entrega!




Ferrer - Piazzolla
Reflexiones  preliminares

“El poetango esquinoche labró su poemía.
La lumina en lla cheno, de repe, batiría,
el versicalle antiguo de la bandoneonía..”
                        Cátulo Castillo.



Cuando, desde los años noventa intenté, con mis amigos de Poetry International de Rotterdam, el festival de poesía más prestigioso y cosmopolita del mundo, que fuera invitado Horacio Ferrer, no sólo se presentó una ardua tarea de convencimiento, sino que se volvió a reflotar el, para muchos  -entre ellos, para mí-, superado dilema sobre la naturaleza y condición del hecho poético y, por ende, de la literatura.

Los invitados a Poetry tenían que ser poetas con mayúsculas, es decir, reconocidos no sólo por el público internacional como un Neruda  -no siempre era el caso-  sino por los “editores”, “traductores”, “críticos”, “especialistas”, “investigadores”, “colegas” que suelen ser en realidad los que dictaminan si un texto se convierte en literario o no (dejemos de lado lo publicable que conlleva a otro tipo de intereses), sobre todo siguiendo sus opiniones, su gusto y su consenso.
No voy a entrar en estas reflexiones en un detalle sobre cómo fue variando a lo largo de la historia el concepto de “literatura”, convirtiéndose en un concepto histórico y temporal a punto tal que algunos géneros descalificados durante siglos por los estudiosos son considerados de gran tenor literario en la actualidad, pero sí quiero manifestar que las razones por las cuales una obra suele ser considerada “literaria” suelen ser a menudo extraliterarias, de modo que el concepto de lo literario y lo no literario, lo poético y lo no poético varían temporalmente de acuerdo a las concepciones e intereses de quienes podrían ser llamados “los circunstanciales pontífices” de la literatura.

De cualquier manera y volviendo a mi terquedad frente a los amigos de Poetry, tendría que decir que simplemente la desconfianza se basaba en el hecho de que Horacio Ferrer era un escritor de tangos y, sin conocimiento de su obra, ésa era suficiente razón para descalificarlo del mundo de la poesía. Piazzolla era ya muy conocido y admirado, ya había estado en el Holland Jazz Festival y todos lo consideraban uno de los principales músicos contemporáneos. Pero nadie se preguntaba sobre las letras que acompañaban las notas de Piazzolla, primero porque el revival del tango se daba más con la música y la danza y, segundo, porque eran incomprensibles para quienes no tuvieran el don de la porteñidad y, por lo tanto, intraducibles.

Aún los expertos en literaturas latinoamericanas que aprendieron un castellano lleno de “madrises” y “vales” poco pueden captar de las “pálidas rubionas de un cuento de Tuñón” fatales, canyengues y solas, de “porteños baqueanos del alba”, de un montevideano que tiene la pretensión de morir en Buenos Aires, dejando su penúltimo whisky para la parca. El convencimiento vino simplemente cuando encaré a Martin Mooij, el gestor de Poetry, y le improvisé una traducción de Moriré en Buenos Aires prometiéndole que me haría cargo, junto con Mariano, mi hijo, de la traducción oficial de Horacio Ferrer.

Pero la consagración llegó la noche en que Ferrer se presentó en el escenario de Poetry encantando como los antiguos vendedores callejeros al público, a los colegas, a los organizadores y a la prensa. Al día siguiente, en el Rotterdamse Dagblad, el principal  diario de la ciudad, el crítico Jan Hendrick Bakker admitía que en veinte y pico de años de festival nunca se había visto un despliegue de poesía semejante y un público pidiendo un bis.

Esto fue la confirmación -a nivel internacional-  de que la poesía no tiene un traje especial, que no necesita la seriedad o el tormento, que las fórmulas son varias y múltiples, que los medios son infinitos y que aún, ceñidos con el corset de la música, la poesía puede existir y expresarse, a pesar de que, desconociendo a Horacio Salas y a casi todos los poetas del sesenta, algunos siguen sosteniendo que no se puede considerar a las letras del tango como poesía,. Pero ¿qué es poesía?...

Alguien dijo en alguna oportunidad  (nunca supe quién): “Escribir poesía es fácil o imposible.”
Conocí la obra del que entonces era Horacio Arturo Ferrer tempranamente en su Romancero canyengue cerrado con su correspondiente “Menú de lunfarderías”, poemario del cual luego Piazzolla musicalizó justamente La última grela y me di cuenta de que para él la poesía era fácil.

Sin entrar en la discusión sobre el talento innato o el esfuerzo del estudio y del oficio,  Ferrer no sólo se tuteaba con la poesía, sino que se encamaba con ella usufructuando del fuego robado a los dioses o de la habilidad adquirida de las técnicas. No importaba mucho: el resultado estaba ahí.

Si la poesía es la creación y el poeta es ´hacedor´, ´creador´ y el poema es ´la composición´, ´la obra´, Horacio Ferrrer es un hacedor de obras. Aedo, cantor, trovador peregrino que va a las distancias “que tiene su casa en donde canta” o artesano, laburador de oficio, cincelador de la elocución, la gramática, las técnicas retóricas, de métricas y rimas trabajosas, no importa si uno u otro, la cuestión es que Ferrer es el creador por excelencia que inventa al mismo tiempo el lenguaje con sus figuras, su metro, su rima y define la arquitectura del texto mientras se inventa a si mismo.

Si la poética fue originalmente la idea de la poesía o de la literatura de un autor en particular, en la actualidad cobra otro sentido. El término poética varió a lo largo de la historia: desde Aristóteles, para  quien es una teoría concerniente a las propiedades de ciertos tipo de discurso literario, hasta Roman Jakobson y Tzvetan Todorov para quienes la poética es lo que Roland Barthes denomina la ciencia de la literatura, pasando por Paul Valery que sostenía: “El nombre de poética nos parece convenir  [...] como nombre de todo lo que trata de la creación o de la composición de obras en las que el lenguaje es a la vez la substancia y el medio y apunta en un sentido restrictivo a la selección de reglas o de preceptos estéticos concernientes a la poesía.”

Ahora se usa poética en relación tanto a la: prosa como a la poesía y en esta concepción es una disciplina reciente. Uno se encuentra frente a un texto. No importa ya su categorización, su género, si es prosa, verso, nota periodística, libreto operístico, una novela, una letra de un tango, un panfleto, una crónica, etc. Aunque aparentemente no lo haya, en el texto hay un orden intrínseco que es el que le da su autor. Y con ese texto tenemos dos tipos de relaciones: in presentia: entre los elementos presentes, explícitos, las relaciones de configuración, de construcción, las causas y hechos que se encadenan en un tiempo y orden del texto e in absentia: los elementos ausentes que están presentes en la memoria colectiva de los lectores de una cierta sociedad y una cierta época, las relaciones de sentido y simbolización.

El texto, literario o no, está hecho de palabras, mejor aún, de oraciones o sintagmas que tienen diferentes registros de la palabra. El texto literario se distingue por su posesión de tropos o figuras. Y dentro de los géneros literarios, la poesía detentaría la principal propietaria de los mismos. De modo que el poeta es poeta no por lo que piensa o siente sino por lo que dice. No es un creador de ideas sino de palabras. Esto no quiere decir que el lenguaje poético no tenga contenido. Pero es la combinación de palabras electas para expresar ese contenido en el que está la belleza.

En el territorio del tango, Mi noche triste, Mano a mano, De vuelta al bulín, Volvé mi negra  -por sólo dar algunos ejemplos-   son elaboraciones distintas de una misma temática en las que el mismo contenido está expresado por una  combinación diferente de palabras.


Continuará…


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