lunes, octubre 12, 2015


Doces de octubre      
Me acaba de llamar mi padre…
         Aparte de protestar porque no atendía rápido, llamaba para preguntarme si sabía qué fecha era hoy.
          -              12 de octubre…
          -              No, si sabés qué fecha es para mí… [bajó el tono] y para tu madre… [casi nunca la llama por su nombre].
          -              No, no sé. Sé lo qué es el 21 de septiembre.
          -              No, el 21 de septiembre empezamos: Pero el 12 de octubre le dí el primer beso… Lo veo como si lo estuviera viviendo… Era la tardecita… Estaba oscureciendo… Serían las siete… Estábamos en Monroe y Bucarelli... Nos paramos y nos miramos... Entonces ella me dijo: “¿No me vas a hacer una escena de cine, no?”
           Y nos dimos el primer beso… Es como si fuera ahora…
           Para mis padres enamorados de jovencísimos como yo me enamoré, a mi madre que ya no está, pero que sigue viva en la memoria de mi padre que pasa los noventa años y se siente como el chico de dieciséis años que era y que me llama para contármelo y hacerme llorar… van estos poemas que él le daba uno por día hasta que se casaron y que ella conservaba…
El día que me quieras
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas,
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo, serán cuando me quieras.
Tomadas de la mano, cual rubias hermanitas
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente! 
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa, cada arrebol miraje
de las Mil y Una Noches, cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
Este poema de Amado Nervo, seudónimo de Amado Nervo era el seudónimo de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo [Tepic, Nayarit, México 1870 - Montevideo, Uruguay 1919] Poeta de la escuela modernista que estuvo totalmente de moda en su época en toda Hispanoamérica, que luego plagiaría Alfredo Le Pera, era uno de los que mi viejo le recitaba a mi madre…
Y otro era el catamarqueño Higinio Rizo, el poeta trágico, que escribió Rimas del dolor que se suicidó en 1920 en Chos Malal, Neuquén, en donde residía.
Rimas del dolor
Dichoso tú, poeta, que cantas a la vida,
dichoso tú que alientas deseos de vivir.
Mi alma es como el alma doliente del suicida,
ni cree en el presente, ni anhela el porvenir.
Triste es la vida cuando el alma sola
vive en la ausencia de su ser querido
vagando en un confín desconocido
lejos de su terruño y su amor.
Triste es la vida si la muerte sueña
en ilusiones gratas ya perdidas,
en flores de las plantas desprendidas

en esperanzas que agostó el dolor.
¿Por qué el hastío de la vida, el tedio
insoportable que invade mi alma?
¿Por qué la eterna sombra de la muerte
de mí, jamás se aparta?

¿Por qué lloro silencio tantas veces
sin que empañe mis ojos una lágrima?
 
           Cerca del crepúsculo de un doce de octubre setenta y cuatro años después.
                                                           
       ® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes, 2015.

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