miércoles, febrero 02, 2011

Lo conocí a Jorge en el patio de la calle Antequera cuando iba al cuarto gris en donde nosotros refugiábamos nuestro amor y yo subía la escalera salteando escalones rotos y salteando vacíos. Seguramente era octubre de 1964. Cuando me lo presentaste como tu hermano, su respuesta fue: "¡¿Así que sos el nuevo mono que viene al circo Labraña de la calle Antequera?!" A lo que en mis soberbios dieciséis años -él me llevaba casi diez- contesté: "¡Sí!". Después de eso tuvimos conversaciones, encontronazos, observaciones irónicas, canjes de discos por libros y de libros por discos... De todo.
Jorge era fotógrafo, le gustaban los árboles y la historia de los árboles y era uno de los basurólogos más importantes de la ciudad.
Me sacó mis más lindas fotos de adolescente, me sacó mis fotos de embarazada y le sacó las primeras fotos en la Sardá a nuestro hijo bebé a los tres días para llevártelas a Devoto.
A veces nos íbamos con Mariano y con Sebastián en el Citroên a Paso del Rey a ver a Cata y muchas veces terminaba discutiendo o, si no, charlando de música, de libros, de cualquier boludez.
Cuando pasó por Amsterdam le di para leer uno de mis libros joya, El toro de Minos de Leonard Cottrell que me habías comprado en tu paso exilar por Río y que sería uno de los libros que elegiría para la isla desierta. Se lo di con la condición de que tenía que leerlo en ese tiempo y dejarlo porque era inconseguible. Cuando se volvió a Buenos Aires me di cuenta de que se lo había llevado. Lo llamé y le escribí puteándolo y conminándolo a mandármelo certificado para que no se perdiera. Cuando lo llamé protestaba y se cagaba de risa. Pero me lo mandó.

Hoy no encuentro más foto que ésta de la presentación de Tango, literatura e identidad, un día de diciembre en que hacía 40 grados y él se puso a discutir con José Luis Mangieri para cerrar el acto. Y yo decidí regalar los libros a los presentes.

Antes de anoche se murió y ayer lo acompañamos a Chacarita. Hoy su hijo y vos esperaron su cremación bajo el sol de Chacarita.
Jorge, seguramente no creías en nada. Pero yo creo que vos existís en nosotros con tus fotos, tus arbolitos, tus testarudeces, tus ironías, tus broncas, tus historias que contabas en la radio, tus erudiciones a veces sobre cosas que a nadie le importaban, tu enseñarle las estrellas a Mariano, tus orgullos y algunas otras cosas que nos dejaste para siempre... Para el siempre que nos queda por llenar... Nuestro duelo no está en vestirnos de negro... Está en recordar esas cosas... esa energía vital que querías mantener hasta el último mensajito o mail que enviaste. Está en recordarte.... hermano que no tuve...

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