sábado, octubre 16, 2010


Gracias a Alicia Zadán, por quien conocí a Jorge Massetti y a Michel Lebrun

que incluyeron este texto en la revista Siècle 21

DE FUEGOS Y PALABRAS

Viniste a decir: / ¡Que corran el llanto, /
la sangre / y el fuego... / como el agua!”
León Felipe

Siempre se preguntó
qué fue primero:
fulgor o aullido,
susurro o pedernal,
palabra o fuego.
Laborioso encuentro
¿casual?
de ese infrahomínido
ancestro en la oscuridad
de horizontes inconmensurables,
de cielos relampagueantes,
infinitos, de eso que todavía
no sabía nominar estrellas.
Chasquido de la lengua
contra paladares precarios,
nasalidades ocasionales
para articular emociones,
dolores, amenazas...
más allá de la intuición
y el gesto.

La soledad, el desierto, el frío
lo conocen.
El temor, el hambre, el otro
lo conminan.

Dos piedras que se chocan.
El peligro, el asombro...
El deslumbre,
el calor, la contemplación tímida, inquietante o serena.
Brasas....
La devastación.
El fuego seduce,
abriga, acaricia, escalda, mata.

Balbuceos que se chocan.
Palabras, el consuelo,
advertencias, amores, amigos, adioses.
Aullidos....
Bálsamos.
La palabra seduce,
cuenta, encanta, miente, mata.

Abominó siempre de las palabras
de los tibios de alma.

Inventó fuegos eternos
para infiernos venideros.
Pólvoras,
fuegos y paraísos artificiales.
Torres que se desmoronarían
cientos de siglos más tarde al calor
de los infiernos terrestres, humanos,
demasiado humanos...

Abominó siempre de las palabras
de los escribas,
de los mandarines,
de los locutores de cuarta,
narradores frustrados
mediáticos pagos
por tiranuelos de turno.

La palabra arde. Es fuego.

Las palabras las encendería
como antorchas.
Y las apagaría
sin dejar cenizas....
rencores.

Las pasiones,
círculos de fuego
para saltar la vida
dejando llagas, cicatrices,
placeres inconclusos...
Figuras saliendo de las llamas.
Pasados para olvidar.
Futuros para volver a quemarse.
Palabras para el encuentro
y el desencuentro.
¿Qué será de mi vida sin tu fuego?
Una palabra perdida
en los círculos de los tiempos.
Sólo queda el crepúsculo,
lánguido... Otro fuego.

©Ana Sebastián, 2010


De feux et de mots

Traduit de l`espagnol (Argentine) par Michel Lebrun*

«Tu en vins à dire: Que les pleurs, la dang et le feu courent... comme l èau!»
León Felipe



On sést toujour demandé
ce quíl y eut d´abord:
éclat ou hurlement,
murmur ou silex,
parole ou feu.
Laborieuse rencontre
fortuite
de cet infrahumain
ancêtre dans l`obscurité
des horizons incommensurables,
des ciels étincelants,
infinis, de ce qu’ alors
on ne savait pas nommer étoiles?
Claquement de langue
contre des palais précaires,
nasalités occasionnellles
pour articuler des émotions,
des doleurs, des menaces...
au-delà de l’ intuition
et du geste.

La solitude, le désert, le froid
ils les connaissent.
La peur, la faim, l`autre
les menacent.

Deux pierres qui se choquent.
Le danger, la frayeur...
La fascination,
la chaleur, la contemplation timide, inquiète ou sereine,
Des braises...
La dévastation.
Le feu seduit,
protege, caresse, brûle, tue.

Balbutiements que s’ entrechoquent.
Pareles, le réconfort,
avertissement, amours, amis, adieux.
Hurlements...
Baumes.
La parole seduit,
raconte, enchante, met, tue.

On a toujours eu horreur des motes
des faibles d’esprit.

On a inventé des feux éternels
pour des enfers à venir.
Des poudres,
feux et paradis artificiels.
Des tours qui s’écrouleraient
des centaines des siècles plus tard dans la chaleur
des enfers terrestres, humains,
trop humains...

On a toujours eu en horreurs les mots
des scribes,
des mandarins,
des annonceurs de pacotille,
des narrateurs frustrés
gages médiatiques payés
par des tyranneaux de service.

La parole dévore. Elle est feu.

Les mots on les enflammerait
comme des torches.
Et on les éteindrait
san laisser cendres...
ni rancunes.

Les passions,
tourbillons de feu
pour vivre la vie
laissant plaies, cicatrices,
plaisirs inachevés...
Formes sortant des flammes.
Passés à oublier.
Futurs pour se brûler de nouveau.

Paroles pour le rencontre
et la rupture.
Que sera ma vie sans ton feu?
Un mot perdu
dans les tourbillons du temps.
Ne reste que le crépuscule,
languissant... Un autre feu.

Droits reservés.
Michel Lebrun est membre de la rédaction.
Siècle 21, Littérature & societé
Neuvième année nº 17, Paris, Automme – Hiver 2010.

Ver: http://siecle21.typead.fr/

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