Porteñidades II
Leopoldo Marechal
50°
Aniversario de su Fallecimiento
Identidad, relato & literatura
García Canclini sostiene que «la identidad es una
construcción que se relata».
El relato está unido al ser humano desde los
principios de la humanidad y es común, en su especificidad, a todas las
culturas. De ahí que el relato, especialmente el relato fundador, el
fundacional contribuya a la formación de esa construcción que es la identidad.
Lo que sucede es que en la actualidad asociamos relato a literatura y no
a identidad.
Y en ese sentido, la literatura se convirtió, para
muchos, especialmente en el siglo XX, el siglo de dioses caídos y especialmente
en lo que se reconoce como culturas occidentales judeocristianas, en algo
sacro.
Algo tan sacro que, de una manera o de
otra, fue substituyendo la verdad divina y no sólo los textos, sino también los
escritores se convirtieron en algo así como vacas
sagradas. Pero no todos son las vacas
sagradas. Sólo algunos… Y otros son cerdos,
con gran respeto de los cerdos [no
comparto la visión de Georges Orwell en Rebelión
en la granja en que los pone como los burócratas, para mí estos son
animalitos que califico de ingenuos y sacrificados], cerdos, digo, para inmolar en el sacrificio.
Todo depende de lo que se relate, de lo que se
cuente, de lo que se diga en la narración, en la poesía, en el ensayo. Y no
sólo de eso, depende también de si es oportuno o no, del tiempo en que lo dice.
Depende de cómo sienta, piense, opine y se sitúe el autor y, muy especialmente [voy
a usar algo de la jerga pertinente], si está en una trenza. Si pertenece a
alguna de las logias en las que se autoestimulan y, en algunos países, sobre
todo si tocan temas de actualidad o si primero ejercen el periodismo.
Durante mi paso por las casas de altos
estudios y en mi incursión en el mundo literario europeo [que duró de fines del
1977 hasta 1992, primero como estudiante y luego como docente], pude observar
que había dos autores argentinos que, si bien pertenecían [por coincidencia
etaria] a la generación del boom
literario latinoamericano, no eran ni conocidos ni estudiados ni traducidos a
las otras lenguas: Roberto Arlt, que recién a fines de la década del ochenta
del siglo pasado 80 sería traducido al alemán en una edición de Surhkamp y
luego al francés, y Leopoldo Marechal que [que yo sepa] no está traducido aún
hasta el día de hoy.
Ambos son contemporáneos plenos de Jorge
Luis Borges y de Alejo Carpentier y atribuyo el desconocimiento de Roberto Arlt
a su muerte relativamente prematura. Pero la ignorancia, mejor dicho, el
ocultamiento de Leopoldo Marechal tiene otras razones que son, casi seguro,
inversamente, las razones por las que a mí y a muchos nos parece admirable como
modelo de intelectual, de pensador, de narrador, de persona. Modelo para
rescatar y seguir. Pero una principal es la dificultad que tienen los
traductores top para traducirlo… Lo mismo pasó con Horacio Ferrer.
Se puede decir que Leopoldo Marechal
-que nació el 11 de junio de 1900 en la calle Humahuaca 464 [hoy 3764[ entre las actuales Bulnes y Mario Bravo - de esta Capital y
murió el 26 de junio de 1970, vivió el tiempo justo si uno piensa en el promedio de esperanza de vida de esa generación.
Y vivió su vida al compás del siglo.
Y vivió su vida al compás del siglo.
Vivió el tiempo de un siglo
que va desde el alumbrado a vela hasta la bomba atómica y la carrera del
espacio, pasando por todos los inventos y todas las decepciones, por todas las
ilusiones y todas las ingratitudes.
Marechal estudió
en la Escuela Normal Superior de
Profesores N° 2 Mariano Acosta adonde iba -desde el nuevo hogar en la
calle Monte Egmont 280, -hoy Tres Arroyos- en el barrio de Villa Crespo- y volvía
caminando para ahorrar la plata del boleto de tranvía y así poder comprar sus
primeros libros usados.
Ejerció la docencia. Fue maestro en todo el sentido
del término, de esos maestros de vocación, de responsabilidad ante el
estudiantado.
Promediando sus veinte años, se une al grupo
martinfierrista del que hace una vivisección en Adán Buenosayres, escrito en los años 30, pero publicado recién en
1948.
Todo Adán
Buenosayres es un relato alegórico mechado de personajes, situaciones,
comentarios y símbolos representativos de esa construcción que sería la
identidad porteña.
Marechal, que trasvasa vanguardistamente todos los
géneros y los practicó todos: poesía, ensayo, novela, teatro… Y presenta una
cosmovisión, una idea del mundo metafísica y en ese sentido va en una
desesperada búsqueda a lo eterno.
En 1929 en Odas para la mujer y el hombre llegó a saber que:
“fue imprudente
olvidar que el amor en tierra
nunca alcanza el tamaño de su sed”.
En la década de 1930 se había volcado a
las verdades del Evangelios y textualmente dice: «En aquellos días una gran crisis espiritual me llevó al reencuentro
con el cristianismo. Dije
´reencuentro´ en atención a la fe cristiana de mi linaje que ya había olvidado
más que perdido. En realidad, se mi se dio una ´toma de conciencia´ del
Evangelio, vívida y fecunda por encima de tantas piedades maquinales.»
En los versos de esa época rechaza la
posibilidad de captar la esencia pura de las cosas: no cree que la rosa pueda
transmitirnos su secreto.
“pero nunca
sabremos
lo que la rosa es
fuera de nosotros”.
Queda flotando la angustia como una
niebla: tal vez el hombre es sólo el sueño de dios.
Continuará…
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