Porteñidades III
50°
Aniversario de su Fallecimiento
Identidad,
relato & literatura
No voy a entrar en detalles sobre su
vida personal, salvo decir que en 1947 quedó viudo de su primera esposa María
Zoraida Barreiro, con la que tuvo dos hijas María de los Ángeles y Malena.
Y no voy a entrar en esos detalles porque cuando,
para el Centenario de su Nacimiento,
organicé el Año Marechaliano -tanto
para la Legislatura porteña y la Ciudad de Buenos Aires como para la Academia Nacional del Tango e incluso
para la presentación en el homenaje que le hiciera Villa Crespo en el Café Newton en el que participamos
juntos con Ben Molar-, pude no sólo presenciar, vivir de cerca y hacer
malabares con las dificultades creadas por las internas familiares.
Elbia Rosbaco & Leopoldo Marecha. |
Sólo diré que hubo que organizarlo sin su última compañera, su viuda, Elbia Rosbaco, que todavía vivía, no pudo ser invitada y prácticamente ni nombrada…
En la Legislatura
participaron el investigador, crítico, poeta Prof.
Ángel Núñez, del que tuve la honra y el placer no sólo de ser su Ayudante de Cátedra
sino también su Secretaria cuando fue Director
de la Carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires entre 1973-74,
el escritor chileno Dr. Nelson Osorio, Ben
Molar et moi.
Ángel Núñez - Nelson Osorio - Ben Molar & moi. |
En la Academia
Nacional del Tango el 5 de junio de 2000 tuve el honor de poder exponer junto al Dr. Hipólito Jesús -Tuco- Paz, diplomático
y otro de los grandes escritores argentinos que casi nadie nombra y fue su
amigo, como amigo de tantos... y al que pude además de exponer, pude entrevistar
sobre el personaje que nos ocupa en la Bodega
del Café Tortoni en donde después actuaría Alejandro Dolina como cierre musical.
Alejandro Dolina & moi después del cierre musical. |
El chamuyo - publicación de la ANT sobre Año Marechaliano |
He aquí parte de la entrevista con el Dr. Paz ese día
que empezó agradeciendo y luego siguió así:
«…Y la memoria es, en este caso, otra vez el
salvavidas del tiempo que nos permite rescatar el pasado y hacerlo presente.
Dicho esto recuerdo que lo conocí a Don Leopoldo en casa de otro poeta Ignacio
B. Anzóategui, Braulio, como le decíamos los amigos y fue años antes, lo había
conocido a quién fue casi el hijo espiritual de don Leopoldo, al poeta José
María Castiñeira de Dios.
Fueron encuentros con don Leopoldo
ocasionales, hasta que estábamos almorzando un día Marechal, Paco Luis
Bernárdez, José María, otro escritor que no recuerdo en este momento y yo y
apareció Anzóategui y nos dijo “quiero
avisarles que he sido designado Subsecretario de Cultura y que ustedes, refiriéndose
a Marechal, a Paco Bernárdez, a José María y a mí, quiero que colaboren en la
Secretaría de Cultura...”
A los pocos días fui designado asesor
legal del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, pero tuve la fortuna,
el privilegio de que mi despacho
siguiera en el Palais de Glace,
por aquellos días sede provisional del Museo
Nacional de Bellas Artes que estaban refaccionando. Fue para mí en
verdad un privilegio porque tenia un escritorio de por medio al de don Leopoldo
Marechal”.
Ana: - Perdón, ¿cuál era la función de Marechal?
Dr. H. J. P.: - Director
General de Cultura, no recuerdo sí de Cultura Intelectual o de Cultura Plástica.
Y allí en ese recinto casi sacro, en donde decían que se paseaba el fantasma de
Gardel, tenia oportunidad de tratarlo casi todos los días a Don Leopoldo que
llegaba puntualmente a la oficina, sonriente, bien educado y dedicado con total
entrega a su trabajo. En sus ratos de ocio sacaba sus lápices su sacapuntas, su
goma, para escribir o corregir su Adán
Buenosayres. No olvido su letra, pequeña, vivaz y saltarina que parecía de
pronto que iba a salir a bailar un ballet, porque era algo así que emocionaba,
simplemente verla.
Desde que lo vi me impresionó su
transparencia, su integridad, su bondad, porque se ha dicho que la cara es el
espejo del alma- no es cierto- la cara es el alma y la cara de Don Leopoldo
trasuntaba esos valores que él aplicaba así con el señorío con que el caballero
lleva su capa sin darle importancia, así sea una capa vistosa o una capa raída,
y Don Leopoldo era un gran caballero.
Le tocó vivir el drama de quienes la
cronología los ha colocado en haber vivido entre dos mundos, un pie en el mundo
Stefan Zweig, calificó bellamente como “el mundo de ayer”, el mundo de la buena
educación, donde la gente decía por favor
y gracias, que pronto van a ser
borradas del diccionario por falta de uso, donde la palabra empeñada valía mas
que diez documentos, al mundo de hoy... demos vuelta la página...
Pero lo cierto es que para el personaje
que ha vivido en uno de esos mundos no es problema porque se atiene a sus
principios y a su justicia lo dramático es el que tiene que compaginarse diría
así, y poner a compás el pie que estaba posado en el mundo de ayer y el pie
tambaleante en el mundo de hoy y eso lo vivió Don Leopoldo y eso lo refleja
también su literatura.
No era Don Leopoldo un racionalista,
por eso era un hombre razonable, porque el racionalista es un señor a quien le
han enseñado –como una vez conversaba con Don Leopoldo- a nadar toda su vida en
una piscina de dos metros por dos, ignorando que detrás de esa piscina hay un
mundo mágico, un mundo de sueños, un mundo de intuiciones… En ese mundo vivía Don
Leopoldo.
Mas que un poeta, Él era la poesía y recuerdo –él me lo
contaba- que, cuando después de escribir horas, fatigado quería descansar se
iba al mercado o a la feria para deleitarse con los colores de las manzanas, de
las peras, de las verduras y a mirarlas y recordaba lo que dice San Agustín,
que “mirar con amor a la naturaleza ya es un acto de bondad”.
Ana: - Vos en tu libro hablás de la
calidad intelectual.
Dr. Hipólito Jesús -Tuco- Paz & moi. |
Dr. H. J. P.: - Nunca me olvido como él en una oportunidad me
definió la calidad intelectual, no me la olvido nunca por lo que me pareció y
me iluminó, yo seguramente debo haber dicho una pavada y Don Leopoldo me dijo «la
calidad intelectual es ponerse en el lugar del otro como otro, es decir,
valorar sus circunstancias, el medio, el sopesar al otro, no pretendiendo uno
imponérsele y que el otro piense como uno, sino tener el acto de caridad de
ponerse en el lugar del otro, lo cual excluye los dogmatismos, a los tribunos
que terminan de hablar y que dicen “silencio, se ha dicho todo lo que había que
decir”».
Y, en este sentido, él manejaba el sentido del humor
que nada tiene que ver con la ironía, el sentido del humor es generoso porque
es el hombre que empieza riéndose de si mismo y puede darse el lujo de reírse
de las cosas en cambio el que maneja la ironía, la ironía es el cáncer de la
inteligencia, el que maneja la ironía es un hombre que no tolera que le hagan
bromas, es un hombre que se demuda si alguien le hace un chiste pero… ¡Guay! de
que alguien caiga bajo su espada y Don Leopoldo
-como decía la Doctora Ana Sebastián- fue un desterrado en su propio
país, un hombre que sufrió que afilaran el hacha, la ira, el ludibrio y la
mentira en su alma sin darse cuenta que la que salía mechada era el hacha
porque a él no habían conseguido tocarlo para nada y yo recuerdo, había vuelto
del exilio y fuimos a almorzar y salió el tema del dolor de los pobres grandes
muertos, y le dije: “Mire Don Leopoldo, soy un hombre de poca memoria, pero me
acuerdo de algo que leí cuando tenía diecisiete años que me impresionó
profundamente en el libro de Leopoldo Lugones sobre Sarmiento, a propósito del
dolor de los pobres grandes muertos” y dice: “Irreparable es el dolor de los
pobres grandes muertos a quienes ni la salva de cañón, ni el féretro en la
cureña, ni la calle que lleva su nombre, van a quitar un solo minuto de las
miserias que pasaron, de la ingratitud que padecieron, de la soledad que
devoraron, porque de verlos dignos e incapaces de pedir los juzgaron
indiferentes a las satisfacciones de la vida o castigaron su altivez a ver si
la doblaba o disfrazaron de indiferencia su envidia silenciosos como el veneno
o tomaron su modestia por lana de esquilar o su dolor por grana de teñir para
venir después anónimos y evidentes, impersonales y todo con su féretro en la
cureña, la calle que lleva su nombre y los discursos mas cuidados pero mucho
mas cuidados que la perra vida del célebre infeliz”. Me di cuenta de que le
había tomado la mano y asumí en ese momento que prefiguraba lo que ya Don
Leopoldo había empezado a caminar, porque ese exilio esa condena al silencio
que él padeció, pero que, gracias… porque la Providencia existe, ese velo de
infamia, de silencio, ese ostracismo se ha ido levantando y hoy don Leopoldo
vuelve a exhibirse en la plenitud de su gloria.»
Hasta aquí el Dr. Hipólito Jesús –Tuco- Paz.
Julio 7, 2020.
®© Ana Sebastián, 2000 – 2020.
Continuará…
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