50 años de la muerte de Julio Sosa
Nosotros también estuvimos
ahí.
Yo iba al Normal Nº 1 en
Córdoba y Riobamba.
Cuando salí, vos me estabas esperando.
Nos unimos al cortejo de
miles de personas que habían salido del Luna Park en donde lo habían terminado
de velar luego de que el Teatro Argentino quedara chico y de que Hugo del
Carril le pidiera a Tito Lectoure que permitiera el velorio allí.
El Varón del Tango había venido de Las Piedras, de la orilla
oriental, pero era un porteño con todo ya que la ciudadanía porteña es, como
sabemos, es determinada por la pertenencia y no por el lugar de origen.
Era uno de los pocos que
mantenía el tango cantado en una época en que los tango era ya una “cosa de
viejos” ante el avance de la música pop, del Club del Clan, de la revolución
del folklore luego de la aparición de Angélica, de Elvis, The Beattles y todas
esas cosas que algunos veían como penetración cultural y terminaron creando el “rock
nacional”.
Aparentemente su última interpretación fue El mismo final, simple que nosotros compramos ni bien salió.
Julio Sosa concitaba era
popular… concitaba pasiones… y tenía las suyas, entre otra, los autos.
Noctámbulo, se mató una madrugada, si no me equivoco, en Figueroa Alcorta,
en la esquina de Rond Point. Iba en
su DKW rojo a alta velocidad aparentemente dirigiéndose a los carritos de la
Costanera que entonces eran carritos de verdad.
El auto quedó destrozado y
él murió a poco de ser internado en el Hospital Fernández.
Caminábamos por Corrientes hasta llegar a Chacarita y la gente le
tiraba flores desde los balcones…
El cortejo era una multitud que
seguía atrás de la carroza mortuoria y de las otras rebosando de flores. Una
sola corona mantenía la cinta fúnebre con el rótulo “Juan Domingo Perón”.
® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes.
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