lunes, noviembre 17, 2014

 
  17 de noviembre – Día del militante

 
                                                  "Por la alegría viví,
                                                  por la alegría fui al combate,
                                                 por la alegría muero.
                                                Que la nunca sea unida a mi nombre."
                                                                               Julius Fucik, resistente checo.
                  Epitafio que está grabado en la sepultura de varios compañeros muertos.

Una vela naranja porque es la vida


       
         Una vela encendida para los compañeros militantes, para los verdaderos que daban hasta su vida por sus convicciones y gracias a quienes Perón pudo volver ese 17 de noviembre de 1972.

         Una vela encendida para aquéllos sin cuya lucha el General no hubiera podido volver, aunque los echara de la Plaza el 1 de mayo de 1974…

         Por los Diego Ruy Frondizi, por Manolo Belloni, por los Miguel Bianchini, por los Eduardo Salvide, por los Capuano Martínez, por los Jorge Escribano, por los Gerardo Burgos, por los que murieron después… perseguidos, escondidos, clandestinos, combatiendo.

         Por las Tías Margarita, por las tías Kubinsky, por los Eyeralde, por los  Eduardo Salvide, por las Poupée Mazzuchelli, por las Gorda Amalia, por las Gorda Cristina, por los Ricardo – Rolo- Aragón, por los Raúl – César que vivía con él en el departamento de Aguirre y Gurruchaga y que era, creo de Azul, y del que nunca supe el apellido, por las Irma Laciar de Carrica, por los Néstor Sammartino…

         Una vela por los Paco Urondo, los Rodolfo Walsh cuyos nombres se mentan tanto en vano como si fueran moneda de cobre… sin saber siquiera lo que fueron o lo que hicieron… Por sus hijos muertos… Claudia, el Jote, Vicky…

         Una vela encendida para otros fidedignos militantes que, convencidos, aunque fueran de otro lugar o de otra convicción, siguieron sus ideas como lo hizo mi abuelo Ramón, como lo hizo mi tío Héctor en su momento y en otras épocas, como lo hizo Horacio Torrado, por el lado contrario, como lo hizo el gaucho riograndense Paulo Medeiros a quien conocimos en Holanda y tantos otros que dejaron tiempo de su vida, perdieron el crecimiento de sus hijos, perdieron amores, fueron repudiados por sus padres, parientes y amigos porque en algún momento  -cuando el peligro asediaba-  nos convertíamos en tísicos, en leprosos… Nadie se quería acercar y te cerraban las puertas los que menos pensabas que te la iban a cerrar y te la abrían los que menos pensaban que te iban a abrir…

         Una vela también por quienes estaban en nuestras antípodas  y nos agarrábamos en cuanto acto nos cruzábamos como los hermanos Bevilacqua, por los Petiso Spina, porque todos ellos actuaban también sin especulaciones, con honestidad, con generosidad de vida…

         Una vela por los que ahora no sé qué serían -porque no se puede hacer una historia contrafáctica-  y por los que sobrevivieron de esa década en que la gente se jugaba la vida no por hacer versitos, sino simplemente por encontrarse con alguien el momento equivocado y el lugar equivocado, para parafrasear a los yanquis.

         Una vela por tantos innumerables nombres de los auténticos, los que ponían todo… hasta su vida en riesgo a sabiendas de que lo único que había era que tras cartón estaba la muerte…

         Una vela para que los verdaderos de entonces puedan seguir viviendo dignamente estén en lo que estén, pero sin caer en la charlatanería barata o en la nostalgia de café…

         Suelo repetir la frase de Tzvetan Todorov: “Es muy fácil ser héroe cuando la guerra terminó”.

         Una vela por esos que fueron héroes, en el verdadero sentido del que hablaba Thomas Carlyle: “un héroe lo es en todos sentidos y maneras y, ante todo, en el corazón y en el alma”.

         Por el alma de esos militantes que fueron héroes tal vez sin proponérselo…

         Vaya nuestro recuerdo porque vivieron la intensidad de esos tiempos con la experiencia de lo peor y lo mejor de la vida.
Observación: Ver post 18 noviembre 2006.

 

®© Ana Sebastián, Reflexiones impertinentes.

 

 

           










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