20 de junio 1973
Yo me sentía cansada… a la noche nos reunimos con unos
compañeros en el café de la esquina de Rojas y Rivadavia para ir a recibir a
Perón a Ezeiza en ese día que se había denominado en forma rimbombante: ¡20 de junio de 1973. Día del Reencuentro
Nacional!
Como recién hacia dos meses que había sido madre, había dejado a
mi bebé en la casa de mi madre que recién se había mudado con mi padre, mi
abuela y mis tíos abuelos. ¡Ellos, encantados!
Después del parto, yo todavía no estaba “encuadrada “, como se
decía sin saber que ése era un término de la jerga militar que nos había llegado
a nosotros del francés, cuyo primer registro en Francia en sentido figurado es
de 1796 como ‘conjunto de oficiales y suboficiales de la armada en tanto están
destinados a dirigir y unir la tropa de soldados’. Y de ahí se consideraba
alguien con fundamentos intelectuales y poder de mando.
Aparentemente era muy usado por Napoleón después de la Campaña
de Italia que quería tener una tropa formada por “encuadrados”. Aquí en la época
de los setenta se usaba como sinónimo de ‘orgánico’. Algo que debo decir que nunca fui en su
sentido estricto ya que siempre pensé que el individuo tiene derecho de
discernimiento. Y eso no caía muy bien.
En fin, no estaba todavía reencuadrada, no tenía un lugar en
donde militar. Entonces esa noche del 19 al 20 de junio de 1973 me encontré con
esos compañeros a esperar la hora de la madrugada en que habíamos acordado
reunirnos en Nazca y Rivadavia con los compañeros de la U. B. Capuano Martínez de Paez y Argerich y
los muchachos que trabajaban en el Corralón de Mantenimiento de la
Municipalidad que quedaba en la manzana de Gaona - Morón Gualeguaychú y
Sanabria en donde se guardaban los camiones y carretillas de recolección de
basura.
A pesar de vivir ahí nomás, a una cuadra y media, no había
cenado y mientras tomábamos café para pasar la noche, cayó una compañera con
unos sandwichs de salchichón que yo
engullí con toda gula.
Llegada la hora, nos fuimos rumbo a Nazca y Rivadavia en donde
ya había una columna lista para salir para Ezeiza. La columna estaba encabezada
por un Citroën 12 V con el techo sin capota con Luis Labraña, liberado el 25 de
mayo de la cárcel de Devoto, al volante. En el mismo auto iba parada la
abanderada, una compañera laburadora del sexo, enarbolando nuestro estandarte
patrio con Néstor Sammartino y Cacho Ropero.
Néstor Sammartino |
Iniciamos la marcha a pie hasta Ezeiza. A medida que
avanzábamos, veía a una minita con un brazalete que la distinguía como si fuera
un cuadro de la tropa napoleónica y trataba a la gente como tropa.
Con nosotros iba el camión de Sanidad a cargo de la compañera Irma Laciar de Carrica, enfermera y
militante que sería secuestrada en el 18 de abril de 1977. Iba también su hijo
Pelusa, que venía de una militancia adolescente en el C. D. O. –y a quien recuerdan con cariño todavía los hermanos
Pedro y Andrés Bevilacqua- junto a Cachito Gerez, Miguelito Foncuevas, Julio
Goitía, el Gato, entre otros.
También venía con nosotros José, un compañero
nuestro de la Juventud Revolucionaria Peronista
-J. R. P.- de Gustavo Rearte, Eduardo Salvide y Miguel Bianchini, que había
muerto en un tiroteo en Haedo el 21 de octubre de 1971 como miembro de las F. A.
P. – Fuerzas Armadas Peronistas-.
A pesar del cansancio íbamos exultantes, cantando, alegres…
Sentíamos que esa vuelta de Perón era producto de tantos sacrificios de nuestra
juventud.
A las columnas de la J. P., Montoneros, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, la Juventud Peronista, se sumaban las de otras organizaciones
o de gente que venía suelta desde las distintas provincias, en familia a buscar
a su líder, luego de 18 años de ausencia y de una breve estadía en el país en noviembre
del 72.
Los compañeros de la Capuano Martínez ya
eran reconocidos dentro de la J. P. como “los vándalos de Flores”
porque nunca se amilanaban ante el peligro…
Yo tenía puesta mi campera de gamuza marrón, uno de mis pocos
abrigos, regalo de mi viejo. Cuando ya avanzaba el mediodía me empecé a sentir
mal, tuve que ir al costado de la ruta a vomitar: efecto del sándwich de
salchichón -que nunca más podría comer-.
Cada vez mi hígado peor. De pronto me vino a apurar lo que mi futura amiga
Cristina Onís llamaría “montonerita pusilánime”, la del brazalete y le dije que
sentía mal, que tenía que ir al camión de Sanidad.
Se hizo la estúpida y no sé
qué me contestó. Allí apareció José y vio lo descompuesta que estaba y,
peleándonos con la del brazalete, me llevó al camión de Sanidad en donde la
compañera Irma me metió en una camilla y empezó a tratar de curarme.
Irma Laciar de Carrica |
Desde esa camilla de pronto oí entre un tumulto de la multitud
oí a alguien que gritaba seguro desde el micrófono del palco: "¡No disparen, por favor, no
disparen!"… Yo sabía que Leonardo Favio estaba en el Palco con los muchachos que lo habían copado.
De pronto también los tiros, las
ráfagas de metralla que pasaban por entre los árboles. Yo sabía que se había
discutido si ir o no armados y se había optado por ir desarmados.
Nadie presagiaba esa emboscada de los
del Palco con Lopecito y sus parapoliciales, el Gral. (R. E.) Jorge Osinde, la C. N. U.,
la Federal del comisario Villar, Norma Kennedy y gran parte de lo que se
llamaría la “patria sindical”.
Finalmente se empezó a correr el rumor
de que Perón no aterrizaba ahí, que ya había aterrizado en el Aeropuerto de
Morón.
Allí quedaba la historia del retorno
definitivo de Perón a la Patria…
Allí, con una gran cantidad de muertos
sin sentido, entre ellos Beto - Horacio Simona, que fuera enterrado dos
días más tarde en el Cementerio de San Miguel.
Allí, con heridos como Norma Arrostito que recibió un tiro en
la pierna, nuestro viejo compañero de las F. A. P. al que llamábamos Cristianuchi porque se hacía pasar por
el judío de La armada de Brancaleone.
Allí, con José Luis Nell, que iba al
frente de la Columna Sur y que en cuanto se acercó al Palco para colocar las
banderas de los Montoneros, alevosamente tiroteado por la espalda y quedó
paralítico.
Nell había sido militante del M. N. R. T. –
Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara y uno de los asaltantes del Policlínico
Bancario, había pasado por el M. R. P. y las F. A. P. - Fuerzas Armadas
Peronistas y viajado a China y a Cuba. De vuelta, en Montevideo se incorpora a
los Tupamaros y es encarcelado y se fuga del Penal de Punta Carretas con más de
cien tupamaros.
José Luis Nell - Lucía Cullen - El padre Mugica |
Al poco tiempo él y su mujer, la
compañera Lucía Luján –Marcela [que había sido novia adolescente del Churi
Escribano], que habían sido casador por el Padre Mugica en 1972, poco después de la muerte del Churi
en la Villa Comunicaciones de Retiro, se alejarían de Montoneros. Y ya en 1974
no soportando más su situación se hizo llevar por ella y unos amigos a una vía de
ferrocarril abandonada en San Isidro en donde se pegó un tiro el 9 de septiembre de 1974.
El 21 de junio sería otro día… Mi
cuñado vendría a buscarnos porque a su hermano, Leonardo Favio, lo estaban
amenazando de todos lados por sus acciones en Ezeiza…
Todo eso es otra parte de la misma
historia…
Ese 20 de junio de 1973 terminaba cuando
el rocío nocturno comenzaba a hacernos tener más frío y los tiros seguían
arreciando…
La gente comenzó a empreder la vuelta.
Entre ellos, nosotros… yo en el camión
sanitario hasta casi la esquina de mi casa…
Nada más patético… lúgubre… aciago…
La alegría del día se había transformado
en una gran tristeza colectiva…
Todos volviendo con la cabeza gacha,
abatidos, aniquilada la ilusión por la feroz realidad…
Entre ellos, nosotros… también
abatidos…
El desaliento…
El amanecer de las sombras...
®© Ana Sebastián, Memorias impertinentes.
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