lunes, junio 30, 2014

NADIE QUERÍA SALIR EN LA FOTO


 

         Es conocido que en una oportunidad Hitler posó para una foto con sus ralos y particulares bigotes y las manos cruzadas sobre su zona genital.


Hitler solo tiene las manos cruzadas

 partir de ahí muchas fotos de su plana mayor nos muestran a los jerarcas nazis con las manos cruzadas sobre sus respectivas partes pudendas.
 
¿Y ahora?
 
       
 
 
 
 
 
 
 
          


         También es sabido que, una vez muerto Lenin, en plena etapa stalinista, algunos personajes relevantes de la Revolución rusa que osaron  manifestar sus disidencias con el régimen fueron lisa y llanamente eliminados no sólo de hecho si también de las viejas fotos, aún de las más importantes que figuraban enmarcadas en los museos de la revolución bolchevique.
 
Lenin en el atril y al costado Leon Trotsky &Lev Kamenev -
A la derecha, ambos eliminados....
 
         Esta costumbre continuó con otros regímenes como cuenta Carlos Franqui en su libro Retrato de Fidel con familia, retrato del que fuera borrado el autor, uno de los pioneros, junto con Camilio Cienfuegos, el Che y el mismísimo Comandante, de la Sierra Maestra.
 
Carlos Franqui eliminado de la foto después de disentir

con el rumbo que tomaba la Revolución Cubana
 

         El 17 de noviembre –día del militante- del 2006 fui a un acto de homenaje a Gustavo Rearte y me asombró ver que, además de algunos jóvenes que, por razones de edad, no lo conocieron y justificaban su presencia en la necesidad de reivindicar o indagar nuestra historia reciente, había mucha gente mayor con rostros conocidos, envejecidos que me hacían acordar a ese racimo, esa decena de esos otros viejos, los anarquistas, que, a fines de los años sesenta, se reunían periódicamente en una casona de San Telmo a autoescucharse y discutir  -como buenos anarcos-  sobre la guerra civil española, sobre la revolución ácrata que no fue, sobre los anarcosindicalistas, los expropiadores, etc.  Era la casa de los Quesada... Una imagen en sepia...

ADRIANA BAI QUESADA

           [Imagen a la que le ponía color Adriana, la compañera de Pouppée de Arquitectura, que en realidad era Mirta Adriana Bai Quesada, hija de artistas y nieta de esos anarquistas de larga data, secuestrada en mayo de 1978 con su hijito y su compañero. Hijo que lloraba cada vez que veía a una actriz de teleteatro y, de ese modo, su madre, Mya Quesada, se volvería a encontrar con su nietito...]



        Pero volviendo a ese acto tenía, además, otras caras que yo conocía pero no justamente de las viejas épocas.
Caras que en aquellos tiempos más peligrosos estaban en otros ámbitos, menos expuestos [como se dice ahora] y que, en tiempos tranquilos, cuentan sus historias de héroes que no fueron o se ponen al lado del deudo del homenajeado para salir en la foto o, si es posible, en la pantalla, mejor. 

Gustavo Rearte

Por eso cuando el que tenía la palabra fue nombrando una ristra de personalidades ligadas a la militancia de esos años para que el público aplaudiera  -algunas que poco o nada tenían que ver con Gustavo Rearte- y alguien del público gritó el nombre de Eduardo Salvide que el orador había olvidado, los que ahora quieren salir en la foto o en la pantalla que es mejor, miraron con una mezcla de recelo e indignación a quien se había atrevido a gritar ese nombre e insertarlo como colado en el homenaje.

O no querían saber o no sabían. Estaban ahí sólo para la foto.

Sin embargo, si algo no querían esos militantes de entonces, los Gustavo Rearte, era salir en la foto.
 
Si en un plenario, en una manifestación, en un acto relámpago o en uno de los pocos congresos, alguien aparecía con una máquina de fotos, con un flash, lo menos que hacían era dar vuelta la cara, taparse con la melena y lo más, echarlo a patadas para no salir en ninguna foto porque si había un fotógrafo no era con intenciones de guardarlos para la posteridad sino de guardarlos en los archivos de Coordina, como se apocopaba Coordinación Federal o en algún archivo semejante o tras las rejas. Y eso que lo peor todavía no había  empezado.

         Conocimos a Gustavo Rearte en el 65 a instancias del Gordo Héctor y de Pablo Etchenique con quienes nos juntábamos en La comedia de Corrientes y Paraná.

          Eran otros tiempos no justamente de cercos y glicinas, pero sí de la vida en orsai.

         Eran tiempos en que nos había marcado esa revolución de barbudos que un día desfilaron por la Avenida del Libertador, en que los mayores nos hablaban de la Pasionaria, de la Guerra Civil Española, de Buenaventura Durruti. Pero sólo hablaban.

       Eran tiempos en que discutíamos si el peronismo era bonapartista o revolucionario. Y si era revolucionario había que estar con el peronismo.
     
        Eran tiempos en los que ya Arturo Frondizi había caído porque la fórmula Framini- Anglada había ganado la Provincia de Buenos Aires.

        Eran tiempos en que ya Felipe Vallese había sido desaparecido. Eran tiempos en que los que habíamos crecido con el Decreto Nº 4161 sabíamos del “tirano depuesto” y nos preguntábamos por qué los cabecitas lo seguían queriendo al que ellos llamaban “el General” y nosotros ya empezábamos a llamar “el Viejo”.


Gustavo con Perón en Puerta de Hierro

           Eran tiempos en los que De Gaulle visitaba la Argentina y se hablaba de “tercera posición” y ya Argelia se había liberado y ya Cuba pretendía armar una gran Sierra Maestra en la Cordillera. Eran esos tiempos en que todo ebullía, en que los muchachos se dejaban el pelo largo y las chicas empezaban a acortar las polleras.

       En esos tiempos y en esas discusiones andábamos cuando se venían las elecciones del 65 y nosotros hacíamos volantes a mano o en la máquina de escribir siguiendo la consigna del MRP, el Movimiento Revolucionario Peronista, que incitaba al voto en blanco.


Eduardo Salvide

Pasaron las elecciones y terminamos yendo a conocer a Eduardo Salvide en la casa paterna de Floresta y de ahí a Gustavo Rearte y al Toto Franco, un día, un paso. Eran la famosa JRP, la Juventud Revolucionaria Peronista, la Juventud del MRP - Movimiento Revolucionario Peronista.
     
Allí estábamos jugando casi en primera con esos hombres grandes.            


 

Emilio Mariano Jáuregui
Estábamos con Alonso De pie junto a Perón, contra el Lobo Vandor.
Estábamos con esos ya hombres grandes que tenían unos años más que nosotros a los que escuchábamos cuando íbamos al Sindicato de Prensa en donde el colorado Santiago era una especie de sereno, con el Turquito diciendo que uno se podía camuflar en la pampa adentro de un ombú para hacer “la rural”, en donde Emilio Mariano Jáuregui traía a Santillán que nos contaba que los zafreros en huelga en Tucumán sólo tenían mate cocido amargo para darle a sus hijos. 
Santillán y los cros. de la FOTIA

 

Escuchábamos esas historias del país de adentro, íbamos a los plenarios que hacíamos en el Sindicato de Calzado en la calle Yatay que nos prestaba el compañero Eyeralde o al de Farmacia que nos prestaba Di Pascuale.
Jorge Di Pascuale


Y allí hablaba Franco que un rato antes se había leído el discurso de Fidel contra los intelectuales y se nos venía abajo como figura de líder porque nosotros lo habíamos leído antes. Totó Franco, más improvisado,que luego sería víctima de un accidente llevando un 20 de noviembre una bomba casera que le detonó y le arrancó la mano, que luego se exiliaría en Suecia y volvería y sería nombrado por algunos pibes ricoteros como “El Comandante Cortito”.

Y allí estaba Gustavo Rearte con su carisma, su mayor precisión, hablando de Villalón, de Perón, del Mayor Alberte que en 1976 sería asesinado por la patota que entró a su departamento y lo arrojó por la ventana.
Mayor Bernardo Alberte


Se discutía acaloradamente sobre si el peronismo era revolucionario, si se debía hacer la guerrilla rural o urbana.

Y Rearte  -este Rearte porque los Rearte eran tres, bien diferentes y más en su militancia-, era elocuente pero distante, con su papel de conductor, más preciso, atildado, más difícil de abordar, al menos para los más jóvenes que lo veían como a alguien casi inalcanzable arriba del nivel de los demás.

Por algo se había codeado o se codeaba con los que ya eran historia los  de Huerta Grande, los Amado Olmos, los Tolosa, los Guillán, los Lorenzo Pepe... Ya se estaba gestando eso que sería después la CGTA y Raimundo Ongaro hablaba como un presbítero.


Gustavito Lafleur

Allí estaba también el otro Gustavo, (Gustavito, para diferenciarlo de Gustavo grande) Lafleur que haría un viaje a Cuba con otros compañeros, que era como hacer un viaje a la meca.
Y volvieron. Medio engreídos porque también eran humanos y habían estado en el lugar sagrado, pero volvieron.

Y vino el golpe del 66, las cosas se fueron poniendo más densas, más turbias.

         Gustavo el grande dirigía En lucha que se hacía a pulmón, con guita de nuestros bolsillos, sin ningún puntero o puesto que nos acomodara, que  repartíamos en la Villa Echeandía y en la Villa Saldías como testigos de Jehová repartiendo Biblias...

Un día una compañera pidió ir a un baño y descubrió que del sable (el clavo que tenían junto a la precaria letrina) colgaban recortes de En lucha a modo de papel higiénico...       

        Y estaba Gogó y Miguelito el pulseroso y Miguel Bianchini de Ramos Mejía que trabajaba en el Banco Provincia a quien le prestábamos nuestro Geloso para que pasara los discursos de Perón que venían clandestinos vía Villalón, vía el Mayor Alberte.
 
        Geloso que después no nos quería devolver y que yo iba religiosamente a reclamar porque no teníamos otra cosa. 
Miguel Bianchini



 
 
        De pronto, por esas cosas de la militancia, hubo una de las tantas  rupturas y  Salvide y Bianchini se separaron y nos separamos de Gustavo Rearte y Cía. 

Ya no íbamos repartiendo En lucha a la villa de Echeandía ni a Saldías.

 Ahora íbamos con Crisol peronista, nombre cursi y poco mediático, que escribíamos en stencils tipeados en nuestras máquinas y que seguramente terminaban también en las letrinas de los compañeros de las villas. 

Miguel Bianchini moriría en un tiroteo en Haedo en octubre de 1971 cuando iba a hacer un operativo.

Eduardo Salvide sería secuestrado el 10 de marzo del 77 y engruesa la lista de desaparecidos.
         
        Rearte fundó lo que llamó el MR17, una de las pequeñas “formaciones especiales”  -como le gustaba llamarlas a Perón-, lo que aquí se llamaba “organizaciones armadas”.
     
        Pero casi no actuó.

        Cayó prácticamente antes de entrar en acción. 

          Ya no eran palabras, eran hechos. 

          Las palabras eran medidas, como las fotos. 

         Las palabras comprometían al que las decía y al que las escuchaba. 

         Y estuvo Trelew y el 17 de noviembre del 72 y el 11 de marzo y el 25 de mayo del 73 y el 20 de junio también del 73.
     
        Los aciertos y los desaciertos... 
 
        Mientras... esa mala palabra, el cáncer, consumía a Gustavo Rearte.

      Murió poco después del 20 de junio, paradójicamente un año antes que Perón, el 1 de julio.

     Murió, pero era tanto lo que pasaba, tan intenso y súbito que no tuvo seguramente el acompañamiento de sus propios compañeros. 

     Se vivía en un vértigo constante, un torbellino, en alerta y no justamente meteorológica, en un paroxismo de pasiones encontradas y desencontradas.

      Una callecita perdida entre los monoblocks de Villa Pueyrredón honra su nombre y el de Di Pascuale que fue puesto, a instancias de la que suscribe, por el Bloque Justicialista del Concejo Deliberante en 1997.

       Casi no hay fotos de Gustavo Rearte...

       Pocas...

       Era lógico.

       Nadie quería salir en la foto.


       Él, menos.

 

® © Ana Sebastián. De Memorias impertinentes.

 

          

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

hοla,
Reconozϲo que antes no mе motivaba mucho elѕitio, sin embarrgօ ultimɑmente estoly siguiendolo regularmente y esta mejorando.

Bien hecho!

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