lunes, junio 30, 2014

NADIE QUERÍA SALIR EN LA FOTO


 

         Es conocido que en una oportunidad Hitler posó para una foto con sus ralos y particulares bigotes y las manos cruzadas sobre su zona genital.


Hitler solo tiene las manos cruzadas

 partir de ahí muchas fotos de su plana mayor nos muestran a los jerarcas nazis con las manos cruzadas sobre sus respectivas partes pudendas.
 
¿Y ahora?
 
       
 
 
 
 
 
 
 
          


         También es sabido que, una vez muerto Lenin, en plena etapa stalinista, algunos personajes relevantes de la Revolución rusa que osaron  manifestar sus disidencias con el régimen fueron lisa y llanamente eliminados no sólo de hecho si también de las viejas fotos, aún de las más importantes que figuraban enmarcadas en los museos de la revolución bolchevique.
 
Lenin en el atril y al costado Leon Trotsky &Lev Kamenev -
A la derecha, ambos eliminados....
 
         Esta costumbre continuó con otros regímenes como cuenta Carlos Franqui en su libro Retrato de Fidel con familia, retrato del que fuera borrado el autor, uno de los pioneros, junto con Camilio Cienfuegos, el Che y el mismísimo Comandante, de la Sierra Maestra.
 
Carlos Franqui eliminado de la foto después de disentir

con el rumbo que tomaba la Revolución Cubana
 

         El 17 de noviembre –día del militante- del 2006 fui a un acto de homenaje a Gustavo Rearte y me asombró ver que, además de algunos jóvenes que, por razones de edad, no lo conocieron y justificaban su presencia en la necesidad de reivindicar o indagar nuestra historia reciente, había mucha gente mayor con rostros conocidos, envejecidos que me hacían acordar a ese racimo, esa decena de esos otros viejos, los anarquistas, que, a fines de los años sesenta, se reunían periódicamente en una casona de San Telmo a autoescucharse y discutir  -como buenos anarcos-  sobre la guerra civil española, sobre la revolución ácrata que no fue, sobre los anarcosindicalistas, los expropiadores, etc.  Era la casa de los Quesada... Una imagen en sepia...

ADRIANA BAI QUESADA

           [Imagen a la que le ponía color Adriana, la compañera de Pouppée de Arquitectura, que en realidad era Mirta Adriana Bai Quesada, hija de artistas y nieta de esos anarquistas de larga data, secuestrada en mayo de 1978 con su hijito y su compañero. Hijo que lloraba cada vez que veía a una actriz de teleteatro y, de ese modo, su madre, Mya Quesada, se volvería a encontrar con su nietito...]



        Pero volviendo a ese acto tenía, además, otras caras que yo conocía pero no justamente de las viejas épocas.
Caras que en aquellos tiempos más peligrosos estaban en otros ámbitos, menos expuestos [como se dice ahora] y que, en tiempos tranquilos, cuentan sus historias de héroes que no fueron o se ponen al lado del deudo del homenajeado para salir en la foto o, si es posible, en la pantalla, mejor. 

Gustavo Rearte

Por eso cuando el que tenía la palabra fue nombrando una ristra de personalidades ligadas a la militancia de esos años para que el público aplaudiera  -algunas que poco o nada tenían que ver con Gustavo Rearte- y alguien del público gritó el nombre de Eduardo Salvide que el orador había olvidado, los que ahora quieren salir en la foto o en la pantalla que es mejor, miraron con una mezcla de recelo e indignación a quien se había atrevido a gritar ese nombre e insertarlo como colado en el homenaje.

O no querían saber o no sabían. Estaban ahí sólo para la foto.

Sin embargo, si algo no querían esos militantes de entonces, los Gustavo Rearte, era salir en la foto.
 
Si en un plenario, en una manifestación, en un acto relámpago o en uno de los pocos congresos, alguien aparecía con una máquina de fotos, con un flash, lo menos que hacían era dar vuelta la cara, taparse con la melena y lo más, echarlo a patadas para no salir en ninguna foto porque si había un fotógrafo no era con intenciones de guardarlos para la posteridad sino de guardarlos en los archivos de Coordina, como se apocopaba Coordinación Federal o en algún archivo semejante o tras las rejas. Y eso que lo peor todavía no había  empezado.

         Conocimos a Gustavo Rearte en el 65 a instancias del Gordo Héctor y de Pablo Etchenique con quienes nos juntábamos en La comedia de Corrientes y Paraná.

          Eran otros tiempos no justamente de cercos y glicinas, pero sí de la vida en orsai.

         Eran tiempos en que nos había marcado esa revolución de barbudos que un día desfilaron por la Avenida del Libertador, en que los mayores nos hablaban de la Pasionaria, de la Guerra Civil Española, de Buenaventura Durruti. Pero sólo hablaban.

       Eran tiempos en que discutíamos si el peronismo era bonapartista o revolucionario. Y si era revolucionario había que estar con el peronismo.
     
        Eran tiempos en los que ya Arturo Frondizi había caído porque la fórmula Framini- Anglada había ganado la Provincia de Buenos Aires.

        Eran tiempos en que ya Felipe Vallese había sido desaparecido. Eran tiempos en que los que habíamos crecido con el Decreto Nº 4161 sabíamos del “tirano depuesto” y nos preguntábamos por qué los cabecitas lo seguían queriendo al que ellos llamaban “el General” y nosotros ya empezábamos a llamar “el Viejo”.


Gustavo con Perón en Puerta de Hierro

           Eran tiempos en los que De Gaulle visitaba la Argentina y se hablaba de “tercera posición” y ya Argelia se había liberado y ya Cuba pretendía armar una gran Sierra Maestra en la Cordillera. Eran esos tiempos en que todo ebullía, en que los muchachos se dejaban el pelo largo y las chicas empezaban a acortar las polleras.

       En esos tiempos y en esas discusiones andábamos cuando se venían las elecciones del 65 y nosotros hacíamos volantes a mano o en la máquina de escribir siguiendo la consigna del MRP, el Movimiento Revolucionario Peronista, que incitaba al voto en blanco.


Eduardo Salvide

Pasaron las elecciones y terminamos yendo a conocer a Eduardo Salvide en la casa paterna de Floresta y de ahí a Gustavo Rearte y al Toto Franco, un día, un paso. Eran la famosa JRP, la Juventud Revolucionaria Peronista, la Juventud del MRP - Movimiento Revolucionario Peronista.
     
Allí estábamos jugando casi en primera con esos hombres grandes.            


 

Emilio Mariano Jáuregui
Estábamos con Alonso De pie junto a Perón, contra el Lobo Vandor.
Estábamos con esos ya hombres grandes que tenían unos años más que nosotros a los que escuchábamos cuando íbamos al Sindicato de Prensa en donde el colorado Santiago era una especie de sereno, con el Turquito diciendo que uno se podía camuflar en la pampa adentro de un ombú para hacer “la rural”, en donde Emilio Mariano Jáuregui traía a Santillán que nos contaba que los zafreros en huelga en Tucumán sólo tenían mate cocido amargo para darle a sus hijos. 
Santillán y los cros. de la FOTIA

 

Escuchábamos esas historias del país de adentro, íbamos a los plenarios que hacíamos en el Sindicato de Calzado en la calle Yatay que nos prestaba el compañero Eyeralde o al de Farmacia que nos prestaba Di Pascuale.
Jorge Di Pascuale


Y allí hablaba Franco que un rato antes se había leído el discurso de Fidel contra los intelectuales y se nos venía abajo como figura de líder porque nosotros lo habíamos leído antes. Totó Franco, más improvisado,que luego sería víctima de un accidente llevando un 20 de noviembre una bomba casera que le detonó y le arrancó la mano, que luego se exiliaría en Suecia y volvería y sería nombrado por algunos pibes ricoteros como “El Comandante Cortito”.

Y allí estaba Gustavo Rearte con su carisma, su mayor precisión, hablando de Villalón, de Perón, del Mayor Alberte que en 1976 sería asesinado por la patota que entró a su departamento y lo arrojó por la ventana.
Mayor Bernardo Alberte


Se discutía acaloradamente sobre si el peronismo era revolucionario, si se debía hacer la guerrilla rural o urbana.

Y Rearte  -este Rearte porque los Rearte eran tres, bien diferentes y más en su militancia-, era elocuente pero distante, con su papel de conductor, más preciso, atildado, más difícil de abordar, al menos para los más jóvenes que lo veían como a alguien casi inalcanzable arriba del nivel de los demás.

Por algo se había codeado o se codeaba con los que ya eran historia los  de Huerta Grande, los Amado Olmos, los Tolosa, los Guillán, los Lorenzo Pepe... Ya se estaba gestando eso que sería después la CGTA y Raimundo Ongaro hablaba como un presbítero.


Gustavito Lafleur

Allí estaba también el otro Gustavo, (Gustavito, para diferenciarlo de Gustavo grande) Lafleur que haría un viaje a Cuba con otros compañeros, que era como hacer un viaje a la meca.
Y volvieron. Medio engreídos porque también eran humanos y habían estado en el lugar sagrado, pero volvieron.

Y vino el golpe del 66, las cosas se fueron poniendo más densas, más turbias.

         Gustavo el grande dirigía En lucha que se hacía a pulmón, con guita de nuestros bolsillos, sin ningún puntero o puesto que nos acomodara, que  repartíamos en la Villa Echeandía y en la Villa Saldías como testigos de Jehová repartiendo Biblias...

Un día una compañera pidió ir a un baño y descubrió que del sable (el clavo que tenían junto a la precaria letrina) colgaban recortes de En lucha a modo de papel higiénico...       

        Y estaba Gogó y Miguelito el pulseroso y Miguel Bianchini de Ramos Mejía que trabajaba en el Banco Provincia a quien le prestábamos nuestro Geloso para que pasara los discursos de Perón que venían clandestinos vía Villalón, vía el Mayor Alberte.
 
        Geloso que después no nos quería devolver y que yo iba religiosamente a reclamar porque no teníamos otra cosa. 
Miguel Bianchini



 
 
        De pronto, por esas cosas de la militancia, hubo una de las tantas  rupturas y  Salvide y Bianchini se separaron y nos separamos de Gustavo Rearte y Cía. 

Ya no íbamos repartiendo En lucha a la villa de Echeandía ni a Saldías.

 Ahora íbamos con Crisol peronista, nombre cursi y poco mediático, que escribíamos en stencils tipeados en nuestras máquinas y que seguramente terminaban también en las letrinas de los compañeros de las villas. 

Miguel Bianchini moriría en un tiroteo en Haedo en octubre de 1971 cuando iba a hacer un operativo.

Eduardo Salvide sería secuestrado el 10 de marzo del 77 y engruesa la lista de desaparecidos.
         
        Rearte fundó lo que llamó el MR17, una de las pequeñas “formaciones especiales”  -como le gustaba llamarlas a Perón-, lo que aquí se llamaba “organizaciones armadas”.
     
        Pero casi no actuó.

        Cayó prácticamente antes de entrar en acción. 

          Ya no eran palabras, eran hechos. 

          Las palabras eran medidas, como las fotos. 

         Las palabras comprometían al que las decía y al que las escuchaba. 

         Y estuvo Trelew y el 17 de noviembre del 72 y el 11 de marzo y el 25 de mayo del 73 y el 20 de junio también del 73.
     
        Los aciertos y los desaciertos... 
 
        Mientras... esa mala palabra, el cáncer, consumía a Gustavo Rearte.

      Murió poco después del 20 de junio, paradójicamente un año antes que Perón, el 1 de julio.

     Murió, pero era tanto lo que pasaba, tan intenso y súbito que no tuvo seguramente el acompañamiento de sus propios compañeros. 

     Se vivía en un vértigo constante, un torbellino, en alerta y no justamente meteorológica, en un paroxismo de pasiones encontradas y desencontradas.

      Una callecita perdida entre los monoblocks de Villa Pueyrredón honra su nombre y el de Di Pascuale que fue puesto, a instancias de la que suscribe, por el Bloque Justicialista del Concejo Deliberante en 1997.

       Casi no hay fotos de Gustavo Rearte...

       Pocas...

       Era lógico.

       Nadie quería salir en la foto.


       Él, menos.

 

® © Ana Sebastián. De Memorias impertinentes.

 

          

 

viernes, junio 20, 2014

veintes de junio art. 2º


20 de junio 1973
 

Yo me sentía cansada… a la noche nos reunimos con unos compañeros en el café de la esquina de Rojas y Rivadavia para ir a recibir a Perón a Ezeiza en ese día que se había denominado en forma rimbombante: ¡20 de junio de 1973. Día del Reencuentro Nacional!  

Como recién hacia dos meses que había sido madre, había dejado a mi bebé en la casa de mi madre que recién se había mudado con mi padre, mi abuela y mis tíos abuelos. ¡Ellos, encantados!

Después del parto, yo todavía no estaba “encuadrada “, como se decía sin saber que ése era un término de la jerga militar que nos había llegado a nosotros del francés, cuyo primer registro en Francia en sentido figurado es de 1796 como ‘conjunto de oficiales y suboficiales de la armada en tanto están destinados a dirigir y unir la tropa de soldados’. Y de ahí se consideraba alguien con fundamentos intelectuales y poder de mando.

Aparentemente era muy usado por Napoleón después de la Campaña de Italia que quería tener una tropa formada por “encuadrados”. Aquí en la época de los setenta se usaba como sinónimo de ‘orgánico’.  Algo que debo decir que nunca fui en su sentido estricto ya que siempre pensé que el individuo tiene derecho de discernimiento. Y eso no caía muy bien.

En fin, no estaba todavía reencuadrada, no tenía un lugar en donde militar. Entonces esa noche del 19 al 20 de junio de 1973 me encontré con esos compañeros a esperar la hora de la madrugada en que habíamos acordado reunirnos en Nazca y Rivadavia con los compañeros de la U. B. Capuano Martínez de Paez y Argerich y los muchachos que trabajaban en el Corralón de Mantenimiento de la Municipalidad que quedaba en la manzana de Gaona - Morón Gualeguaychú y Sanabria en donde se guardaban los camiones y carretillas de recolección de basura.


A pesar de vivir ahí nomás, a una cuadra y media, no había cenado y mientras tomábamos café para pasar la noche, cayó una compañera con unos sandwichs  de salchichón que yo engullí con toda gula.

Llegada la hora, nos fuimos rumbo a Nazca y Rivadavia en donde ya había una columna lista para salir para Ezeiza. La columna estaba encabezada por un Citroën 12 V con el techo sin capota con Luis Labraña, liberado el 25 de mayo de la cárcel de Devoto, al volante. En el mismo auto iba parada la abanderada, una compañera laburadora del sexo, enarbolando nuestro estandarte patrio con Néstor Sammartino y Cacho Ropero.

Néstor Sammartino

Iniciamos la marcha a pie hasta Ezeiza. A medida que avanzábamos, veía a una minita con un brazalete que la distinguía como si fuera un cuadro de la tropa napoleónica y trataba a la gente como tropa.

Con nosotros iba el camión de Sanidad a cargo de la compañera Irma Laciar de Carrica, enfermera y militante que sería secuestrada en el 18 de abril de 1977. Iba también su hijo Pelusa, que venía de una militancia adolescente en el C. D. O.  –y a quien recuerdan con cariño todavía los hermanos Pedro y Andrés Bevilacqua- junto a Cachito Gerez, Miguelito Foncuevas, Julio Goitía, el Gato, entre otros.
 
También venía con nosotros José, un compañero nuestro de la Juventud Revolucionaria Peronista  -J. R. P.- de Gustavo Rearte,  Eduardo Salvide y Miguel Bianchini, que había muerto en un tiroteo en Haedo el 21 de octubre de 1971 como miembro de las F. A. P. – Fuerzas Armadas Peronistas-.

A pesar del cansancio íbamos exultantes, cantando, alegres… Sentíamos que esa vuelta de Perón era producto de tantos sacrificios de nuestra juventud.

A las columnas de la J. P., Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la Juventud Peronista, se sumaban las de otras organizaciones o de gente que venía suelta desde las distintas provincias, en familia a buscar a su líder, luego de 18 años de ausencia y de una breve estadía en el país en noviembre del 72.

Los compañeros de la Capuano Martínez ya eran reconocidos dentro de la J. P. como “los vándalos de Flores” porque nunca se amilanaban ante el peligro…

 
 
 
Yo tenía puesta mi campera de gamuza marrón, uno de mis pocos abrigos, regalo de mi viejo. Cuando ya avanzaba el mediodía me empecé a sentir mal, tuve que ir al costado de la ruta a vomitar: efecto del sándwich de salchichón  -que nunca más podría comer-. Cada vez mi hígado peor. De pronto me vino a apurar lo que mi futura amiga Cristina Onís llamaría “montonerita pusilánime”, la del brazalete y le dije que sentía mal, que tenía que ir al camión de Sanidad.
 
Se hizo la estúpida y no sé qué me contestó. Allí apareció José y vio lo descompuesta que estaba y, peleándonos con la del brazalete, me llevó al camión de Sanidad en donde la compañera Irma me metió en una camilla y empezó a tratar de curarme.
Irma Laciar de Carrica


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Desde esa camilla de pronto oí entre un tumulto de la multitud oí a alguien que gritaba seguro desde el micrófono del palco: "¡No disparen, por favor, no disparen!"… Yo sabía que Leonardo Favio estaba en el Palco con los muchachos que lo habían copado.


De pronto también los tiros, las ráfagas de metralla que pasaban por entre los árboles. Yo sabía que se había discutido si ir o no armados y se había optado por ir desarmados.

Nadie presagiaba esa emboscada de los del Palco con Lopecito y sus parapoliciales, el Gral. (R. E.) Jorge Osinde, la C. N. U., la Federal del comisario Villar, Norma Kennedy y gran parte de lo que se llamaría la “patria sindical”.

Finalmente se empezó a correr el rumor de que Perón no aterrizaba ahí, que ya había aterrizado en el Aeropuerto de Morón.

 
Allí quedaba la historia del retorno definitivo de Perón a la Patria…

Allí, con una gran cantidad de muertos sin sentido, entre ellos Beto - Horacio Simona, que fuera enterrado dos días más tarde en el Cementerio de San Miguel.

Allí, con heridos como Norma Arrostito que recibió un tiro en la pierna, nuestro viejo compañero de las F. A. P. al que llamábamos Cristianuchi porque se hacía pasar por el judío de La armada de Brancaleone.

Allí, con José Luis Nell, que iba al frente de la Columna Sur y que en cuanto se acercó al Palco para colocar las banderas de los Montoneros, alevosamente tiroteado por la espalda y quedó paralítico.

Nell había sido militante del M. N. R. T. – Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara y uno de los asaltantes del Policlínico Bancario, había pasado por el M. R. P. y las F. A. P. - Fuerzas Armadas Peronistas y viajado a China y a Cuba. De vuelta, en Montevideo se incorpora a los Tupamaros y es encarcelado y se fuga del Penal de Punta Carretas con más de cien tupamaros.

José Luis Nell - Lucía Cullen - El padre Mugica
 
Al poco tiempo él y su mujer, la compañera Lucía Luján –Marcela [que había sido novia adolescente del Churi Escribano], que habían sido casador por el Padre Mugica  en 1972, poco después de la muerte del Churi en la Villa Comunicaciones de Retiro, se alejarían de Montoneros. Y ya en 1974 no soportando más su situación se hizo llevar por ella y unos amigos a una vía de ferrocarril abandonada en San Isidro en donde se pegó un tiro el 9 de septiembre de 1974.

         El 21 de junio sería otro día… Mi cuñado vendría a buscarnos porque a su hermano, Leonardo Favio, lo estaban amenazando de todos lados por sus acciones en Ezeiza…
Todo eso es otra parte de la misma historia…

 

Ese 20 de junio de 1973 terminaba cuando el rocío nocturno comenzaba a hacernos tener más frío y los tiros seguían arreciando…

La gente comenzó a empreder la vuelta.

Entre ellos, nosotros… yo en el camión sanitario hasta casi la esquina de mi casa…

Nada más patético… lúgubre… aciago…

La alegría del día se había transformado en una gran tristeza colectiva…

Todos volviendo con la cabeza gacha, abatidos, aniquilada la ilusión por la feroz realidad…

Entre ellos, nosotros… también abatidos…

El desaliento…
 
El amanecer de las sombras...

 

®© Ana Sebastián, Memorias impertinentes.

        

 

 

 

 

 


 

jueves, junio 19, 2014

201º Aniversario de la muerte de Manuel Belgrano


 Veintes de junio 

art. 1°



 
Manuel Belgrano  sg. su chozno

“¡Ay, pobre Patria mía!”
Según nos enseñaron, 
las últimas palabras oídas a Manuel Belgrano.



En nuestra infancia los 20 de junio no tenían el sabor de los feriados puente…

Los 20 de junio tenían el brillo de la humedad en el empedrado cuando nos llevaban al acto del colegio en el frío del patio o el frío del salón de actos.

Desde Primero Superior esperábamos llegar a Tercero para la Jura y jurábamos sin declamaciones, pero con gran sentimiento patrio que nos era inculcado por nuestros padres y nuestros maestros.



1º Superior  - Escuela Dominguito















Los 20 de junio tenían la emoción del silencio cuando cantábamos el Himno y al izar, arriar o llevar la bandera, las que éramos abanderadas, sentíamos a todo el colegio entonando Aurora, tal vez la canción más emotiva del repertorio patriótico.



Foto típica de grado con Señorita Santos           


Y se dedicaban a él porque había nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770 y en donde moriría el 20 de junio de 1820. 

Porteño, de padre comerciante italiano Domingo Belgrano y Pérez [o Peri] y de madre criolla María Josefa González Casero, fue el cuarto de dieciséis hermanos. 

Se educó en el Real Colegio de San Carlos en donde aprendió gramática latina, filosofía y teología.

Fue enviado a estudiar Leyes a  Salamanca y al diplomarse, trabajó en la Cancillería de Valladolid.

En esa época se empezó a interesar por los estudios de economía, especialmente las ideas del liberalismo.

"Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como en el estudio de los idiomas vivos, de la economía política y al derecho público".


Cuando estalla la Revolución Francesa, se entusiasma con sus ideales de Libertad – Igualdad – Fraternidad.



"Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le había concedido, y aun las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente."

En 1793 fue designado Secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires, organismo técnico con funciones económicas relacionadas con el comercio y la producción. 

Desde ese cargo Belgrano desarrolló la gran promoción de la industria colonial, con incremento y mejora de las actividades agrarias y estímulo del comercio.

Pero se encontró -como muchos intelectuales y creativos- con una realidad diferente:

"Mi ánimo se abatió –dirá- y conocí que nada se haría a favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común."


En 1799 logró que, por su iniciativa, se fundara en 1799 la Escuela de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y Toda Especie de Dibujo bajo la Dirección de Juan Antonio Hernández, que funcionaría en el mismo edificio que la Escuela de Náutica con Pedro Antonio Cerviño que ganó su puesto de Director en un concurso de oposiciones.

Estas escuelas estaban abiertas a todos sin distinción de origen social o racial.

En 1794 publicó las traducciones de Máximas generales del Gobierno económico de un Reyno Agricultor de François Quesnay y en 1796 Principios de la ciencia económica-política y fue un gran difusor del liberalismo económico de Adam Smith.

Entre 1801 y 1802 colaboró en el Telégrafo Mercantil .

Durante las invasiones inglesas consideró, como otros, que era el momento oportuno para promover la Independencia y se volcó a las armas para defender su ciudad.


Esa parte de la juventud de Belgrano es casi desconocida…

Ya después de participar en los días fragorosos de la Revolución de Mayo, sus actividades patriotas son más conocidas: Vocal de la Primera Junta.

Ya Instalada la Primera Junta, propuso la creación de escuelas de Matemáticas, de Diseño y de Comercio.  En septiembre de 1810 la Escuela de Matemáticas comenzó a funcionar en el mismo edificio de la de Náutica bajo la dirección del Cnel. Ing. Felipe Sentenach, de gran actuación durante la invasiones inglesas.

Luego fue nombrado Jefe de Comando de la Campaña al Paraguay para difundir la Revolución porteña. Fue en esta campaña en que decidió utilizar los colores de la escarapela para crear, en febrero de 1812, un emblema distintivo de las tropas patriotas que fuera confeccionado por una dama del lugar e izada en las barrancas del Paraná por Cosme Maciel, vecino también del lugar. Tardaría un tiempo para que fuera considerada como nuestra bandera nacional que llevaría a la campaña al Norte con sus triunfos y sus derrotas, bandera que también sufrió sus vicisitudes.













En enero de 1814 Manuel Belgrano se encuentra con José de San Martín en la posta de Yatasto, en San José de Metán, actual Provincia de Salta para entregarle, según las órdenes del Segundo Triunvirato, el comando de sus tropas,  luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Entrega que, según cuentan los estudiosos de la vida de Belgrano no creó ningún resentimiento en él, todo lo contrario.


Ese mismo año el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo envió en misión diplomática junto a Bernardino Rivadavia. Pasaron primero por Río de Janeiro y después a Europa con destino principal Londres y Madrid. En esa misión ambos se pusieron en contacto en médico, botánico y naturalista Aimé Jacques Alexandre Goujaud Bonpland [conocido aquí como Amado o Amadeo Bonpland, La Rochelle, Francia, 1773 - + Santa Ana, 1858], que ya había estado en América y estaba pensando volver, luego de la caída de Napoleón. Lo convencieron para que viniera a nuestra Patria a estudiar la naturaleza.  

Aimé Bonpland


     Bonpland aceptó y llegó a Buenos Aires, en donde se radicó, a fines de enero de 1817. Al año siguiente fue nombrado Profesor de Historia Natural de las Provincias Unidas que realizaría diversos estudios con una vida muy riesgosa. Finalmente partió al noreste y, luego de muchas peripecias, murió en Santa Ana, actual Bonpland en la provincia de Corrientes.





En 1816 Belgrano en Tucumán va a tener gran protagonismo instando, al igual que José de San Martín a que se acelere la Declaración de la Independencia.


Nunca se casó  -a punto tal que muchos hasta hace pocas décadas no era tratada su vida privada como si hubiera una homosexualidad o asexualidad oculta...

En realidad era un galán destroza corazones.

 


Cuando él volvió de España en 1802 tuvo un gran amor con la joven de entonces diecisiete años María Josefa Ezcurra [Buenos Aires, 1785 -+ 1856], la hermana de Encarnación -esposa de Juan Manuel de Rosas-. María Josefa fue obligada a casarse en 1803, contra su voluntad, con un primo venido de España, que se volvió a su tierra después de la Revolución de Mayo.  

María Josefa Ezcurra












De este modo  María Josefa tuvo el terreno libre y, contrariamente a las costumbres de la época, lo siguió a Belgrano adonde iba... En 1813 quedó embarazada en Tucumán y tuvo su hijo en Santa Fe, hijo que, al no ser reconocido, fue criado por los Rosas – Ezcurra en la estancia de Cañuelas y a quien finalmente Don Juan Manuel cuando ya su padre había muerto le contó la verdad: Pedro Pablo Rosas y Belgrano, que llegó a Coronel.

Cnel. Pedro Pablo Rosas y Belgrano,
         criado por la Flia. Rosas - Ezcurra 














Otro de sus jóvenes amores fue María Dolores Helguero Liendo [1819 -1866], a quien conoció en Tucumán en el festejo de la Declaración de la Independencia y fue amor a primera vista. 

Ella, de dieciocho años, casada por obediencia a los mandatos familiares y abandonada, y él, 46. 

En mayo de 1819 nació su única hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Belgrano recién la conocería en diciembre, la haría venir a Buenos Aires y su hija sería criada por sus tía Juana Belgrano y su tío Joaquín y su esposa.
Manuela Mónica Belgrano Liendo
Pintura: Prilidiano Pueyrredón














También se le atribuyen amores con la francesa Isabelle Pichegru cuando estuvo en 1814 en la misión diplomática en Europa.

Siguió desarrollando actividades políticas y diplomáticas. 

En 1919 logró la firma del Pacto de San Lorenzo entre Estanislao López, en representación del Litoral y Buenos Aires.

Le volvieron a asignar el Comando del Ejército del Norte con el beneplácito de la tropa.

Pero muy avanzada su enfermedad de hidropesía se instaló en Buenos Aires en donde murió en la total pobreza... pero su dignidad no le permitía deberle a su médico, a quien le dio su reloj porque su estado financiero paupérrimo no le permitía pagarle, a punto tal que, una vez fallecido, uno de sus hermanos, tuvo que sacar el mármol del toilette del tocador para poder hacer la lápida... 

El dinero que había ganado después de Salta y Tucumán lo había donado para que se hicieran cuatro escuelas. La última se terminó de licitar en la década de los noventa del Siglo XX.

“Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como éste solo es mi objeto, no las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto de que seré constante en seguirlos.”


Belgrano tuvo la dignidad de dar su reloj ante la impotencia por no poder retribuir a su médico. 




Ese reloj fue donado al Museo Histórico Nacional.

En 2007 fue robado por una familia que se dedicaba a ese tipo de hurtos, identificados y condenados y fue despedido del Museo quien denunció el robo. 

Hasta hoy el reloj no apareció. 

Su chozno Manuel Belgrano manifiesta su indignación e impotencia de esta manera: 





"Fue algo terrible, tanto por el robo como por el descuido del Museo. 

El ladrón es ladrón, pero el Museo no puede descuidar una pieza de esa magnitud [...] 

Una indignación y una impotencia terribles

Pero no fueron sentimientos míos, sino de todo el pueblo argentino..."

Muchas cosas de éstas no nos las enseñaban y no sé si las enseñan en las escuelas. 

Tampoco nos enseñaba que Aurora, la canción a la bandera que aún me hace llorar, había sido encargada por el Presidente José Figueroa Alcorta al músico Héctor Panizza la composición de una ópera para ser estrenada en el nuevo Teatro Colón. 

Compuesta en Milán e inspirada en un hecho trágico de esa ciudad relatado por Héctor Cipriano Quesada y Luigi Illica, fue denominada así por el nombre de la protagonista femenina que simboliza el nacimiento de nuestra Nación. 

No olvidemos que nacer  y nación tienen el mismo origen!!

       La ópera tiene un tinte italiano no sólo por donde se compuso sino porque Illica, uno de los autores del texto, era libretista de Giacomo Puccini. La parte instrumental se completó en Londres.

        En el debut fue interpretada por cantantes italianos: Cesare Assanti, Amedeo Bassi, Giuseppe La Puma y Titta Ruffo llegados especialmente a Argentina.

Aurora fue representada por primera vez el 5 de septiembre de 1908 en el Teatro Colón de Buenos Aires, recién inaugurado. 

Mientras se levantaba el telón se oía la voz del tenor Amedeo Bassi cantando el aria en italiano.


Alta pel cielo, un'aquila guerriera,
Amedeo Bassi
ardita s'erge in volo trionfale.
Ha un'ala azzurra, del color del mare,
ha un'ala azzurra, del color del cielo.


Così nell'alta aurora irradiale,
il rostro d'or punta di freccia appare,
porpora il teso collo e forma stelo,

l'ali son drappo e l'aquila è bandiera.
È la bandiera del Paese mio,

             nata dal sole; e ce l'ha data Iddio!




Ver link: http://youtu.be/x4S39CpQgeg

 

En 1945 el Presidente de facto Edelmiro Julián Farrell estableció por decreto que a partir del 9 de julio de 1945 el aria de Aurora fuera, con el título Saludo a la bandera, la canción oficial a la bandera de interpretación obligatoria en los actos oficiales y en todas las escuelas. 

Nosotros la seguimos llamando Aurora y nos sigue emocionando como cuando éramos chicos y no se "prometía la bandera" sino que "hacíamos el juramento a / por la bandera"

Ver link: http://youtu.be/SPE8LWlDtrE.


® © Ana Sebastián, Reflexiones impertinentes. 2014.

Actualización del post anterior.