jueves, octubre 12, 2017
lunes, julio 03, 2017
El Negrito de la calle Miller
Yo estaba casi -se puede decir- recién regresada. Entre los
baches que deja el exilio está el desconocimiento de quienes alcanzaron cierta
popularidad cuando uno no estaba y especialmente cuando no había internet y apenas
las grandes noticias aparecían en CNN.
Yo oía hablar de un cantor llamado Luis
Cardei y oía algunas discusiones entre quienes se atribuían el mérito de
haberlo descubierto. Un día, en la Bodega del Tortoni estaba anunciado como
cierre artístico Luis Cardei con una antesala a cargo de Lito Nebbia hablando
del tango en su música y una charla sobre el tango Pablo por Eduardo
Romano.
Yo fui y me senté en primera fila junto a Don Enrique Pucci padre.
Finalmente
fue anunciada pomposamente “la orquesta de Luis Cardei". Mi sorpresa fue
doble. Primero porque la orquesta era sólo un bandoneón: el de Antonio y
después porque, cuando apareció el esperado y de antemano aplaudido cantor,
Luis Cardei no era otro que el Negrito de la calle Miller. Nunca lo
había conocido de otra manera. Miller no era sólo la calle en la que yo nací
–en la casa de enfrente-, era la calle en la que pasé mi infancia y mi
adolescencia.
Y Luis Cardei empezó a cantar... y al
compás de ese bandoneón, de la cadencia entre desgarrada e íntima de su voz
volví a la calle Miller, al barrio que en esa época encerraba al mundo. Porque
si a fines del siglo XIX y a principios del XX el conventillo sintetizó el
mundo en su patio, la calle Miller a fines de los cincuenta, principios de los
sesenta fue -para nosotros- el patio que
sintetizó el cosmos.
Miller era el hervidero de pasiones, de
frustraciones, de nostalgias de inmigrantes, de anhelos y sueños de sus hijos y
de sus nietos que se contaban o se ocultaban en las noches de verano bajo el
fresco del árbol de la vereda de mi abuela Manuela. Ese mundo de la calle
Miller entre Sucre y Echeverría hormigueaba y sólo entraba en ralenti en las
siestas, con mi abuelo José -el patrón
de la calle- a caballo de su silla baja
de paja, dormitando sobre el respaldo su morriña bajo la boina hasta que el mal
centro de un pelotazo de los muchachos lo volvía a su realidad que poco tenía
ya que ver con la rías gallegas. Y mi abuelo entonces secuestraba la pelota. Y
el Negrito -el Negrito que veía pasar
ese mundo desde la puerta de enfrente-
le suplicaba: "¡Oiga, don
José, devuelva la pelota, dele!" Y él
-si no estaba de mal talante-, la devolvía y la pelota era un sol más
fuerte que el sol de la siesta. Y si no, la encanutaba y entonces los varones
dejaban el fútbol y se agrupaban alrededor del Negrito. Las chicas, no. Las
chicas en esa época debíamos hacer rancho aparte.
Y Luis Cardei sigue cantando y ahí está
mi tía Rosa -de la que ningún ladrón se
enamoró- y que vino de Galicia para
llegar al matrimonio creyendo que los hijos los mandaba la providencia y no el
placer y el dolor. Pero que en mi adolescencia me aconsejaba que -por nada del mundo- tenía que perderme ese
placer y ese dolor. Y don Lucas, sobreviviente de las trincheras de la primera
guerra, el ogro del barrio, con sus brazos de Popeye baleados por las esquirlas
que me contaba de la guerra y vociferaba su admiración por el Duce y por Stalin
juntos. Y en la esquina don Nicola, el turco, con sus hijos varones y con la
única hija mujer jugando al fútbol con ellos y con quien no me dejaban juntar
porque "yo no tenía que ser machona". Y los de Savo que si no se
pelean entre ellos, se pelean con los demás y María Elena, contándole sus
historias de amores desavenidos a mi abuela mientras su hermano José me empieza
a informar sobre los prohibidos goces de las carreras de caballo y su madre
deja los pulmones en la batea y Tití con su hermano y su madre silenciosa y don
Jorge, el sastre, con sus cuatro hijas mujeres que nadie sabe más de ellas...
Se perdieron con los baldazos del Carnaval...
"Hoy
vuelvo al barrio que dejé..." canta Cardei. En la otra esquina los de
la gitanada hacen una fogata para San Pedro o San Pablo y dentro de poco,
cuando los días se hagan más largos, comenzarán los brincos, las lucecitas de
colores, las tonadillas malintencionadas, los tamboriles. La murga nos enmurga
el sentimiento y en la calle Miller hoy canta el Negrito entona como
entonces... Atrás su madre, Doña Catalina, desde el pasillo de la vida lo mira
con el delantal en la mano y Luis Cardei termina de cantar. Aplausos. Muchos
aplausos.
“¡Otra!
¡Otra!!!”
En Bodega del Tortoni el cielo era
totalmente celeste, celeste infancia en la calle Miller.
* Escrito
para El chamuyo – órgano de la ANT después
de que Vicente Damiani, operando de presentador y diciendo que me iba a
presentar a Luis Cardei, se quedó estupefacto cuando el Negrito dijo: “Aquí
nadie me conoce más que ella…” A partir de ahí nos invitaría a todas
sus presentaciones con la excusa de que le traíamos suerte...
La última vez que te vimos fue en Ópera Prima en Paraná 1259. Ya habías sacado tu Cardei íntimo en cuyo folleto aparecía una foto mía de la adolescencia...
Y como siempre, hablaste de mi abuelo José, "el patrón de la vereda", de mía a quien llamabas "La Ana María" y terminaste edicándome Temblando...
Te fuiste muy pronto...
Se te extraña....
Gracias, Negrito!
FELIZ CUMPLE ALLÍ DONDE SEGURO ESTÁS,
NEGRITO DE LA CALLE MILLER!
domingo, abril 09, 2017
FELIZ CUMPLE & FELIZ VIDA, MARIANO RUY!!
Corrían los primeros días de abril de
1973.
Yo
estaba en lo de mi tía Sara adonde esperaba que llegara la futura abuela, Cata,
después de la visita a la Cárcel de Villa Devoto con las noticias y cartitas
del padre del que estaba a horas de nacer.
Cuando
vino Cata estuvimos tomando mate y té con facturas en el patio de Campana 131. Entre
ella y mi tía decidieron hacerme la prueba del cuchillo y la tijera. [No existían las ecografías y nadie conocía el
sexo hasta el momento mismo de dar a luz.] De modo sin que la futura madre mirara ni
supiese ponían un cuchillo bajo el almohadón de una silla y una tijera bajo el
de otro. Yo me fui directo a la silla que resultó tener el cuchillo: VARÓN!
Ya
caía la tarde y acompañé a Cata hasta la estación Floresta para que tomara
el tren al oeste, de vuelta a su casa de Paso del Rey.
Yo
iba con una panza terrible que me pesaba con mis vestidos mini
hechos por mi madre especialmente para mi embarazo y casi no podía
caminar de lo incómoda que estaba y eso que iba en zapatillas prestadas.
De
vuelta en lo de mi tía -también mi madrina- comí como si fuera mi
última cena un pollo al horno con papas que englutía con deleite.
Me
fui a dormir a la cama de mi prima y a las dos de la madrugada empecé con
contracciones periódicas.
Yo
agarré el bolso que tenía preparado con el camisón que me había prestado una
amiga –soy de la generación que se sacó las enaguas y los corpiños y
odiaba y sigo odiando los camisones-, la ropita tejida por mí -casi lo único
que tejí en mi vida a excepción de un pullover que le había tejido en el año en
que nos conocimos al padre de mi hijo y unos mitones que se convirtieron en mi
especialidad y mi signo personal-. Mi vieja y mi abuela Ana o mi tía Elvira eran
tejedoras consuetudinarias… Yo no necesitaba tejer ni me gustaba.
Las
contracciones seguían y al rato mis primos me estaban llevando en coche de mi
tío Segundo a la Sardá en donde estaba el Cro. Dr. Alfredo Otalora de guardia.
Mientras mis tíos les avisaban a mis viejos.
Otalora
me recibió. Habíamos discutido la fecha del nacimiento: él lo daba para el
2 y yo decía que iba a ser el 9.
A
la mañana me vino a ver una partera y luego de palparme y ordenar suero, me
dijo: "Va a ser varón y va tener
ojos claros como vos..."
Tardó
horas el parto. Más de medio día. Empeñado en no sacar esa terrible cabezota por
mi canal natural… Finalmente nació entrada la tarde… Pero yo, agotada de pujar
y pujar, no lo vi nacer. Me habían puesto suero… Y fórceps de los antiguos…
En
agosto del 72, apenas sabiendo que estaba embarazada, en el contexto de esos
tiempos de fragor y sin saber que nacería con su padre preso político, le había
escrito a ese ser que estaba creciendo en mi panza que no se notó casi hasta el
sexto mes un poema-canción ingenuo en todo sentido:
A
Grillito
Yo sé que a mi vientre
lo ensancha un
grillito,
un grillito del luz.
Será poeta como su
madre.
Llevará en los ojos,
como su padre,
una pasión y una cruz.
Yo sé que todas las
tardes se endulza
de mil y de chocolate
y se lleva mi alegría
y mis tristezas
llevándose un poquito
de mi sangre.
Yo sé que tengo un
grillito
un grillito rubio
con una cabeza grande
y cantará cuando se
enamore
o cuando le pongan
barrotes
los cobardes.
Yo sé que tengo un
grillito:
un efrit de luna bajo
mis carnes,
un efrit de luna
pálida
que algún día me lo
llevarán
los caminos, el viento
y las tardes.
Yo sé que será un
grillito,
un grillito protestón.
Serán sus amigos
la rata, el perro, los
pájaros,
los conejos y el
ratón.
Yo sé que tengo un
grillito
que a través del alma
me ve.
Me quiere cantar desde
ahora:
- Es
muy temprano. No puede ser…
y decirle a su padre
lo mucho que lo ha de querer.
Yo sé que tengo un
grillito,
un grillito de sol.
No sé cómo vivirá.
Pero tendrá miles de
hermanos
y algún día verá con
ellos la libertad.
A
las 16.35 de lunes 9 de abril vio la luz ese Grillito traído al
mundo gracias al oficio de la obstetra V. M. Lozano según consta en Acta.
Yo
salí del sopor y del esfuerzo y vi la ropita que le había llevado todavía como
yo la había llevado y me largué a llorar pensando que algo malo había pasado.
La
enfermera desconocida que había sostenido mi mano se fue y vino con un cabezón
con unos ojos claros envuelto en una toalla de hospital: era idéntico a las
fotos de bebé de su padre.
Nunca
pensé que un apenas nacido tuviera hasta gestos idénticos a uno de sus progenitores...
Era igual a su padre. Sólo que los ojos ya abiertos tenían más el color celta
entre verdes y celestes.
Se
lo llevaron para controlar que todo estuviera bien y luego me lo llevarían a la
sala.
"En
la Sardá las mujeres paríamos como vacas, Cuando me sacan en la camilla de
la sala de partos mi madre está en el corredor esperando, quiere ver a su nieto
recién nacido, quiere tocarlo, hacerle runcunrritos y sobre todo mimarlo, ya no
impota que yo sea soltera, ya no impotan las monsergas en el banco de mármol,
mi abuela [Manuela] murió hace casi diez años y mi madre me tomará la
mano, la mano que me sostuvo la enfermera desconocida e la Sardá durante todo
el parto y me agradecerá ese hijo..."
FELIZ
CUMPLE & FELIZ VIDA MARIANO!!!
El
día antes de tu nacimiento había muerto Pablo Picasso.
Vos
querías ser un nuevo Picasso y te volcaste al graffitti.
Y
todavía tengo tus dibujos y pinturas y, a pesar de las interpretaciones
psicologistas que vendrían después, muchos son realmente hermosos, dignos de
ser admirados por su belleza…
De chico recitabas el Mío Cid y yo te cantaba con mi voz
perruna Los lagartos de Federico García Lorca y el Romance de la luna luna.
Aprendiste
a leer a los tres años en la casa de Estomba y a los cuatro, cuando cruzamos la
frontera con Brasil, observaste que PROHIBIDO estaba mal escrito, no tenía H.
Y
a los pocos días de llegar a Amsterdam, estando enfermo, aprendiste a leer, a
hablar y a escribir simultáneamente el neerlandés… a los cuatro años cuando
todavía vivíamos en un hotel de refugiados, en el De Wilde.
Y
te disfrazabas de Aquiles y de Ulises en Hasebroekstraat y después te volcaste al rap
y al graffitti...
Y una vez tuve que ir a discutir a una escuela porque decían que
no tenías fantasía porque siempre eras algún personaje histórico. Sobre todo
los griegos. Por algo vos eras el bautizador de perros y una fue Ìtaka. Y el
argumento de la maestra era -pensándolo
bien- que sabías más de historia que
ella…
Y
fuiste campeón de yudo y te íbamos a alentar…
Y tuviste buenos y malos amigos y
eras siempre un referente para quienes venían a nuestra casa, al que vos le
dabas tu pieza, aunque ahora digas que te la quitábamos… No… Vos la ofrecías…
Y les leías y les contabas historias
y les hacías de cicerone por Amsterdam como hace unos días me contaba la
sanjuanina Silvia Prolongo -una de esas
buenas personas que nos da la vida y que
recuperamos antes de ayer… después de que casi estuvo muerta por un accidente-
y lo primero que me preguntó fue por vos… porque vos eras su guía… que la
llevabas a comprar a la feria de Ten Kate y le traducías su sanjuanino básico y
discutías con los feriantes para que le den lo que ella quería…
Con Silvia Prolongo, la sanjuanina |
Y eras el chico mimado de Montse y de
Henk Huizinga… Y, aunque tenía una cantidad de hijos, la madre y la abuela de
tu amigo Mohammed de Booij te hicieron de su familia…
Te quería gente que no quería a
ningún chico como Juan José Fanego o el Gordo Carlos Ossa…
Hasta Julio Godio que no era lo más
desprendido te regaló un par de patines que nos sorprendió a todos… hasta a
vos…
Y te mimaban los Juan Gelman cuando
venían a casa y una vez te descubrimos en una pizzería de Leidsestraat que
entrabas con dos amiguitos tuyos de la Geert Groote School…
Con Juan en familia en Hasebroekstraat 36 I - enero 1984
Y los Vicente Zito Lema…
Y tantos amigos que venían y te
llevaban y te querían… Como la Negrita y Ricardo que aquí están con tu abuela
Cata y creo que la que está de costado es justamente Silvia… que coincidió en
la época…
Y los Juan Carlos Cáceres a quien
considerabas el último Leonardo da Vinci….
Y Horacio Ferrer te apreciaba tanto y
te regaló una lapicera como agradecimiento por la traducción de sus textos para
que fuera invitado en Poetry International Rotterdam en 1993 adonde fuimos y
terminó cautivando a la audiencia…
Y Luisito Cardei estaba encantado
cuando lo íbamos a ver los cuatro, vos con Maca…
Fuiste mi compañero de tantos viajes
en que no sabíamos el destino…
La ida... |
La llegada y comienzo de la estadía |
Pero el destino era y es seguir… seguir… seguir…
Y conociste la intensidad, la
alegría, la tristeza, lo que hace la vida…
NO TE OLVIDES DE QUE HOY
ES EL PRIMER DÍA DEL
RESTO DE TU VIDA…
TODAVÍA
HAY TIEMPO PARA SER Y HACER MUCHAS COSAS…
Y
NO TE OLVIDÉS NUNCA DE LOS QUE TE QUISIERON Y TE QUEREMOS…
Y
DE QUE SIEMPRE PUEDE EXISTIR UNA FLOR DE CACTUS!
Y
ENCIMA TENÉS GENES CENTENARIOS…!
A
TU SALUD & FELICIDAD!!!
LOS QUE TE QUEREMOS HASTA EL FIN DE LOS DÍAS Y HASTA EL MÁS ALLÁ!
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