11 de diciembre –
DÍA INTERNACIONAL DEL TANGO
Ayer, el Día del Tango, quise hablar
con su mentor: Ben Molar. Fue imposible. Recién tarde en la noche pude hablar
con su hijo Rubén Brenner, músico, psicólogo, creativo… Hoy hablé con Ben que
tiene ya noventa y nueve años bien cumplidos… Hablé poco, me invitó a visitarlo
y comer juntos y le mandé nuestros besos y abrazos y le dije que lo quería
mucho…
“La ancianidad, ese crepúsculo de la
vida…” decía André Malraux.
Entonces decidí buscar, a ver si encontraba, lo que
había dicho, a pedido suyo que quiso que fuera la única oradora, el día en que
en el Concejo Deliberante le hicieron entrega del Diploma de Ciudadano Ilustre
en octubre de 1997.
En honor al creador del Día del Tango,
he aquí esas palabras:
De
pronto el Autodidadacto vio en su mismo centro una calesita de suburbio que tiraba
lentamente al compás de un tango y merced a la tracción de un bichoco alazán
que volteaba el armatoste con sus ojos vendados y su lomo triste de mataduras.
Jinetes de los caballitos y cisnes de madera giraban también ciertos hombres no
identificables aún, bajo la mirada estudiosa de dos personajes que se mantenían
de pie junto al palo de la sortija y que, según lo supo luego Megafón, era un
demonio llamado Ben y un demonio llamado Nelson. “
“¡Gran
Dios! El demonio llamado Ben relampagueaba y tronaba como un Júpiter de
utilería, Y Alberto Arenas (no se olviden que iba con las trenzas de la china y
el corazón del otro), tras recoger su bagaje, se despintaba y diluían en fondo
zonc del baldío. Pero nuevas criaturas fantasmales brotaban allí, gritonas de
peripecias y los bandoneonistas creyeron reconocer a Garufa y a la Muchacha del
Circo y a don Esteban y a la Chorra y al filósofo de Uno y a la moza del
Pañuelito.
-
Basta ya! -las exorcisó el demonio
Ben- Regresen a sus paraísos o a sus
infiernos!
Y encarándose con los
jinetes.
-
¿Entendieron al fin? les gritó.
Ahora
bien, cuando parecía hundirse todo en la zozobra de aquel juicio final,
irrumpió un ente de carne huesuda y ojos febriles que, dirigiéndose a los
bandoneonistas, les dijo:
- ¡Oigan, almas de música! Si
el tango ha muerto lo lloran con razón. Y si no ha muerto ¿por qué lo lloran?
Inefables malevos, arriba los corazones! El tango es una posibilidad infinita.”
Hasta aquí, mechado,
Leopoldo Marechal.
El último fantasma era, por supuesto,
Discépolo.
El demonio Nelson que se aferraba al
folklore tanguero era Don Julio Jorge Nelson y el otro, el duende punzante y
chiquitito, el demonio Ben no era otro que este señor Mauricio Brenner, más
conocido como Ben Molar que hoy honramos con el Diploma de CIUDADANO ILUSTRE DE
LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, aunque tal vez tendríamos que instituir otra
fórmula, la de PERSONAJE ILUSTRE, ya que BEN no sólo es ciudadano de carne y
hueso sino personaje de papel y tinta.
Yo no voy a hacer aquí una biografía de
Ben porque en primer lugar creo que algunos datos algunos datos se conocen y en segundo porque sería demasiado corta para un duendecito travieso o demasiado larga o demasiado suntuosa o demasiado austera.
Lo importante de esta bio - que no es grafía- es que este homenaje
que le tributa la Ciudad que todos llevamos en nuestros huesos, en nuestros
labios y en nuestras lágrimas es que hoy hacen los representantes electos de la
ciudad es que es un homenaje en vida. Norma que Ben intentó e intenta hacer con
tantos otros.
Tuve la suerte de conocer a Ben no hace
mucho, hace unos pocos años en la Academia Nacional del Tango.
En esa oportunidad llevaba bajo el
brazo un pequeño busto de Gardel que pretendía donar. No se lo aceptaron porque no se parecía a Gardel o por no sé qué otra razón que poco tenía que ver con lo artístico. Y Ben bajó las escaleras como un chico triste con el busto bajo el brazo y ahí fue que me acerqué, le manifesté que no entendía las razones y nos empezamos a hacer amigos...
Siempre lo vi en actitudes de
generosidad hacia el otro, de reconocimiento hacia el trabajo, de dedicación y
esmero por el detalle de estar cuando y donde hay que estar, como dirían los
yanquis en el momento adecuado en el lugar adecuado, especialmente cuando de
estímulo se trata, de difusión de la obra de los otros se trata, de no
guardarse en la manga las amistades.
Hace poco en una charla académica
recordaba a Nicolás Olivari que en sus versos cuenta cómo su madre italiana lo
acunaba entonando La Morocha que eran
las primeras palabras castellanas que oyó de su madre italiana.
A los pocos días también en un acto de
la Academia el Senador Eduardo Menem al recibir el título de Académico Honoris Causa relató cómo su
madre, que venía de Oriente medio, los acunaba al arrullo de Tristezas marinas.
Ben fue acunado por Doña Fanny con los
tangos que ella sacaba de El alma que
canta.
Seguramente esos arrullos maternos
hicieron el conjuro.
Conjuro que conminaría que Ben se
convirtiera en ese demonio que, de muchachito, marcado a fuego por esa impronta
porteña, se escaparía con la Murga Los
presidiarios de Villa Crespo.
Espejitos de colores, galera, pirueta y
repique de barrio multilingüe y multicolor. Barrio de italianos que recién llegados instalaron sus esperanzas en las casonas del lugar, barrio que elegiría la inmigración judía porque ahí estaba la iglesia de San Bernardo que había sido el Santo Protector de los judíos perseguidos. Por eso al tocar tierra en un país de recepción católico, lo primero que se preguntaba era dónde quedaba San Bernardo.
Ese demonio incursionaría en la bohemia noctámbula y en los códigos de esa bohemia del hombre de Corrientes y Esmeralda, del hombre de Corrientes y Talcahuano, de todas las esquinas de Corrientes a las que él después pondría el nombre de sus amigos notables muertos y vivos. Tal vez por eso de hacer carne esa definición que un día dio Raúl Scalabrini Ortiz, comparando la amistad europea con la porteña: “La amistad europea es un intercambio, la porteña es un olvido del egoísmo humano.”
Por eso, por mérito de ese sentimiento
que los porteños queremos seguir acuñando como rasgo fundamental de nuestra
identidad, como cultor de ese sentimiento, olvido del egoísmo humano, creo que
es que hoy se hace entrega de este Diploma
de Ciudadano Ilustre a quien se considera como él mismo dice: “Ciudadano sin lustre”. Yo diría con el lustre de esa amistad
porteña por encima de todo tipo de diferencias, como galardón de lo que nos
distingue o por medio de sus representantes, un homenaje en vida a este señor, a este personaje de carne y hueso y de papel y tinta, al Ciudadano
Mauricio Brenner, nombre artístico Ben Molar o, en lenguaje marechaliano, a este duende, a este demonio Ben.
Nada más y muchas gracias.
® © Ana Sebastián, 20 de octubre de 1997.
Palabras sobre Ben Molar
en el acto de Entrega del Diploma de Ciudadano Ilustre –
Honorable Concejo Deliberante.
1 comentario:
Estuve leyendo en el blog la nota referida a los tristes hechos de Ezeiza, en el retorno de Perón. Me pareció interesante y quería comentarle que soy autor de un libro sobre José Luis Nell, aquel militante emblemático que fue herido ese triste día. Le paso el link del libro, que es www.margen.org/libros.html Ojalá le interese comentarlo o didundirlo. Gracias. SAludos cordiales. Sebastián Giménez
MI mail es sgimenez5804@yahoo.com.ar. Muchas gracias.
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