Sin robes ni manteaux
orientales
“Nos daremos en cada poema en integridad jubilosa, con mente, sangre y alma. Cada palabra será como esculpida con las uñas y en la belleza concisa del todo, brotará una inefable embriaguez de vino nuevo.”
Nacido en Buenos Aires con el siglo XX como muchos de los mejores escritores argentinos, habiendo sido un personaje activo en la cultura, un verdadero vanguardista avant - la- lettre, no comparte los honores que otros pudieron alcanzar y, cuando se lo reconoce, suele quedar relegado al pintoresquismo..
De
padres inmigrantes italianos, nació el 8 de septiembre de 1900 en la casa
paterna de Ombú –hoy Pasteur- y Cangallo
– Gral. Juan Domingo Perón- con el
nombre de Diego Arzeno.
Hizo sus estudios en el
Colegio Nacional Nicolás Avellaneda en donde le publicaron su primer texto: El matón del arrabal.
Empezó muy joven como periodista en Crítica.
Durante toda su vida pasó por muchas redacciones: El pregón, Noticias gráficas, Reconquista, La época y y diversas revistas
y radios. En las décadas del 40 - 50 participó en El
laborista y Democracia.
Coetáneo de Borges, fue
junto con Roberto Arlt y Leopoldo Marechal, uno de los autores que no tuvo su boom literario.
Nicolás Olivari se vuelca
a la musa oscura. Deja lo alambicado y cursi que satisface la mojigatería
llamada “buen gusto” de las clases llamadas “decentes” y se va como François
Villon, como Baudelaire al barrio y de ahí al barro humano y destapa la olla de
lo sórdido buscando allí la belleza y la razón de ser.
Admirador del núcleo que
se reunía en San Juan casi llegando a la esquina de la cortada de San Ignacio,
que los críticos e historiadores llaman de
Boedo, en 1924, ni bien apareció La
amada infiel, se lo llevó a quienes
tanto admiraba. Indignados, lo echaron como si fuera un traidor a la causa
social. Él, a sus veinticuatros años, se fue con el dolor del desprecio y del
rechazo. La suerte lo hizo encontrarse con Raúl González Tuñón -más joven que
él, pero ya incursionando en la escritura-, que había leído el libro y le dijo:
“no te preocupes…” Y se lo llevó a Florida, al grupo de la Revista Martín Fierro que lo recibió con los
brazos abiertos. [En otra oportunidad postearé lo que el mismo Olivari cuenta
de ese mal momento y de la relación entre Boedo y Florida que fue más una
creación de los historiógrafos de la literatura argentina que de los
protagonistas del grupo.]
Como Dostoievsky lo había
hecho en sus personajes que buscaban la redención a través de la abyección,
como las historias siniestramente cotidianas de Roberto Arlt, Nicolás Olivari
sacó la belleza de lo más oscuro del lado humano, de lo que nos condena a vivir
lo que nos toca y a la vez a saltar las barreras.
“El
lirismo que preconizo para mis poemas debe ser tan hondo como un estupefaciente
y lo sueño tan rotundo, áspero y concluyente que de cada pieza labrada en el
metal del idioma, dentellado por los ácidos inspirados del numen redivivo,
saldremos ahogados y cegados como del más profundo pozo de una mina. Como quien trenza y destrenza una misma
cuerda, digo para mayor solidez del argumento, será nuestra faena. “
Olivari fue, se podría
decir, el más rebelde, el más caústico, el más mordaz de los martinfierristas a
punto tal que ellos le nombraron “el primer poeta maldito”.
Siguió con sus textos
poéticos con una estética basada en lo antiestético: La musa de la mala pata, El gato
escaldado que ganó el Premio Municipal,
Diez poemas sin poesías, Los poemas rezagados, Pas de quatre.
Entre su prosa se
encuentra: Carne al sol, Esta noche es
nuestra, La mosca verde, El almacén, El hombre de la baraja y la puñalada.
En teatro: Un auxilio en la 34 [1927] en colaboración con los hermanos
Enrique y Raúl González Tuñón. Después: Amargo
exilio, Tedio, Irse, La pierna de plomo, Cumbres borrascosas, El regreso de
Ulises, Dan tres vueltas y luego se van.
Con Roberto Valenti
escribió radioteatros: Hormiga negra y La vida de Carlos Gardel llevada al cine como El morocho del Abasto por Julio C. Rossi en 1950 con Rolando Chavez en el papel de Gardel.
Escribió tangos como Tengo apuro en colaboración con Enrique
González Tuñón y Antonio Scatasso para ser cantado en Un auxilio en la 34, Cuarenta entradas con música de José López
Ares y otros compositores. Y además: Murallón, Desdén, Saturnia, Dos ojos negros, Amor y Arañita.
El más conocido es La violeta, interpretado por Carlos
Gardel.
Olivari cuenta: “A pesar de mi intensa vida de periodista,
nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. La letra de «La
Violeta» la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con
Cátulo Castillo, por una apuesta y nació al hilo, entre los spaghettis y el
vino. Primeramente lo grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de
orgullo personal esta distinción sin igual. Fue Cátulo quien se encargó de
hacerlo grabar".
Verlo en este link:
http://youtu.be/F-KnplCWNlw
Esto lo manifiesta en su
mensaje poético conocido como “Palabras
que se lleva el viento” de este modo:
“La poesía actual es poesía de ictericia. Licuar lo
extraordinario -esencia de la
poesía- en frases largar y con el trote
cansado de los artículos periodísticos, es desvirtuar un lirismo para
siempre.”
Y agrega en la reivindicación total de nuestra lengua porteña:
“Nosotros escribimos iniciando la revuelta, el motín, el
cuartelazo contra la guarnición vieja que se iba disecando dentro de su
uniforme de académicos ante las puertas de la Academia. Trajimos la voz del
pueblo, del hombre argentino de hoy, del tipo racial nuevo, donde sólo había
profesionales de libros. Al literato de salón opusimos el poeta joven,
hambriento y desesperado, pero ladrando su verdad con hidrofobia de verdad.”
Para finalizar machacando:
“Nos toca iniciar en el Plata la nueva era del poema. Hasta
ahora este género que no requiere más condición esencial que una fascista
sinceridad, ha sido desvirtuado entre nosotros. Reivindico el derecho de haber
escrito el primer poema sin metro, sin escala, sin medida, digno de su título,
porque sería canalla que nosotros, vanguardias efectivas de la nueva
generación, saliéramos escribiendo con arroz con leche como Rabindranath
Tagore -robes y manteaux orientales-. Y
como la mentira nos es odiosa como un forúnculo en la grupa de una bella
prostituta, debo declarar que en mi poema «Mi mujer» de mi libro La musa de la mala pata
está en germen, acaso, la posibilidad poemática argentina que he querido aguzar
renglones antes.”
“Nicolás Olivari es el
más indudable poeta de los que oigo. No creo en su talento: creo en su
genialidad, que es cosa distinta. Sé que decir la palabra genialidad es alzar
la voz y que eso es una descortesía o un énfasis. Que Olivari es un poeta de lo
desagradable, también lo sé; pero esas dos consideraciones —la de la voz baja
en la crítica y la del sedicente buen gusto— se quedan fuera de lo poético.
Poesía es expresión. Olivari expresa con desesperada intensidad el tema que es
suyo: el aburrimiento, el estudio para suicida, el rencor suburbano que ha
sucedido a la compadrada orillera en esta ciudad. Olivari es mucho."
Jorge
Luis Borges: Nicolás Olivari, El hombre
de la baraja y la puñalada. Estampas cinematográficas, Buenos Aires, M.
Gleizer Editor, 1933. [En Jorge Luis Borges:
Textos Recobrados, 1931-1955]
Tal vez en esta época que
parece ser proclive para ver la paja en el ojo ajeno, en que muchos se deslumbran con un
tinte de envidia por lo que hace el otro con la manía selfie de la autocomplacencia con las propias imágenes a menudo
insulsas e insignificantes en las redes sociales [no estoy en contra de las redes, todo lo
contrario, sino de cierto uso imbécil], pretendiendo ser mediático, en momentos
en que se cae en la licuación no sólo de los sentimientos sino también del
pensamiento, sea hora de mirarnos en nuestro propio espejo interno y tal vez
sea necesario desempolvar a Nicolás Olivari y volver a mostrar a la hipocresía
en todo su desnudo, en toda su crudeza y
-¿por qué no?- con el sarcasmo
inteligente y la calidad que tan bien supo manejar.
® © A. S. Reflexiones
impertinentes.
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