Me crié con los libros de la Colección Azul de Billiken que todavía conservo y, entre ellos, con El
abuelo inmortal de Arturo Capdevila.
De
todos esos libros que fui leyendo desde muy chica, quedó San Martín como mi
héroe predilecto, a punto tal que en 3er. grado, una de mis primeras poesías,
dedicada al Padre de la Patria, fue publicada en la Revistita de la Escuela Dominguito de Echeverría 5034. Revista
que seguro se fue en las quemazones que hacía mi madre en los tiempos de
peligro…
Por
eso hoy que se cumple el 236º aniversario de su natalicio me puse a pensar en
esos libros y en su vida, con asma, con úlceras sangrantes, en el encuentro con
Belgrano en Yatasto, en las intimaciones a Buenos Aires para que se declarara la
independencia.
Me
acordé del Dr. Antonio José Pérez Amuchástegui cuando en Introducción a la
historia en la Facultad de Filosofía y Letras nos daba a leer sobre la Carta de
Lafont en donde se desnudan los entretelones de la entrevista de Guayaquil,
luego de la cual San Martín delega su mando y sus tropas a Bolívar.
Me acordé
de la anécdota que me contaba mi tío Ángel cuando en una en el Perú, en una comida
presidida por Bolívar, Juan Galo de Lavalle
-reconocido por su valentía, que venía con San Martín desde que creó el
Regimiento de Granaderos a Caballo y él tenía catorcer años-, sin querer, volcó
una copa de vino sobre la mesa. Bolívar lo increpó: "¿En qué mesa ha
aprendido a comer?". Lavalle le respondió: "En la mesa de mis padres en
la que a cada plato se cambia un mantel!". Bolívar, más alterado aún por
la insolencia: “Nunca nadie se atrevió a responderme así!” Lavalle, sin
inmutarse, le retruca: “Porque nunca nadie blandió una espada como ésta!”
mientras desenvainaba la espada…”
Esto no
tiene nada que ver con las futuras posiciones tomadas por Lavalle. Hay quienes
dicen que los historiadores mitristas cuentan esta historia. A mí me la contaba
mi tío y como aprendí de Pérez Amuchástegui, las anécdotas sobre los personajes
pueden no ser reales, pero son verosímiles…
Y me
acordé de las veces que robaron el sable corvo que San Martín le legara a Rosas…
El 12 de agosto de 1963 algunos miembros de la Juventud Peronista bajo la
conducción de Héctor – el Petiso – Spina, Jorge Rulli y Envar el Kadri, junto
con Osvaldo Agosto y otros compañeros se lo llevaron como “acción simbólica demostrativa del peronismo
proscripto” [cuenta Agosto].
Otro grupo
diferente de la Juventud Peronista lo robó de nuevo el 19 de agosto de 1965.
Después de muchas vueltas fue recuperado por el Ejército y puesto bajo custodia
del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Por eso
hoy quiero homenajear a San Martín, a su honestidad, a su negación a blandir sus
armas en una guerra entre hermanos y a su renunciamiento…
Y también
a quienes de chica me hicieron conocer esas historias que después se mecharían
con nuestras propias ilusiones heroicas.
De ahí que
ahora postee las máximas que San Martín le escribiera a Merceditas cuando llegaron
a Europa en 1925.
MÁXIMAS PARA MI HIJA
1. Humanizar el carácter y hacerlo
sensible aun con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca
abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre animal, el mundo es
demasiado grande para nosotros dos".
2.
Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3.
Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.
4.
Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5.
Respeto sobre la propiedad ajena.
6.
Acostumbrarla a guardar un secreto.
7.
Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8.
Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9.
Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla
a estar formal en la mesa.
11. Amor al
aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle
amor por la Patria y por la Libertad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario