sábado, diciembre 26, 2009
Pasó el solsticio de verano y pasa siempre entre dos velas...
Una por Cata que nos dejó se fue el 21 y otra, abuela Ana, que nació el 22 de diciembre y que este año hubiera cumplido 115 años -se fue a los 103, dura de morir-.
Y, entre las velas, los jazmines que les pongo, la flor de la begonia vieja, otra silvestre y un perfume para aromar recuerdos.
Es la noche más corta en el sur...
Para mí es un interregno para mí entre dos luces que me iluminan....
(Me gustaría agregarle una música, pero es sabida mi ignorancia para subirla...)
sábado, diciembre 19, 2009
sábado, diciembre 12, 2009
jueves, noviembre 19, 2009
Historia de amor que -a partir de un estado de ensoñación- cobra vida otra vez, a través de una selección de tangos clásicos y poesías.
Espectáculo organizado alrededor de la primera actriz Ingrid Pelicori y el bajo-barítono Mario Solomonoff de gran trayectoria en el Teatro Colón y en el exterior.
Piano: Aníbal Zorrilla.
Fragmentos de textos y poemas de Ana María Shua, Ana Sebastián, Mario Trejo, Graciela Bucchi, Susana Villalba, Raquel Garzón, María Mascheroni, entre otros.
Dramaturgia y Dirección: Mónica Maffía.
Funciones: 19hs (puntual) SÁBADOS 21 y 28 de Noviembre - SÁBADO 5 de Diciembre
Espacio COLETTE - PASEO LA PLAZA - Corrientes 1660
Entrada: $35 (con consumición)
Reservas : 6320 - 5346
lunes, noviembre 16, 2009
Me puse mal porque la muerte me pega siempre mal. Pero pude acompañarlo a él y a los suyos hasta el Crematorio de Chacarita y supe que había estado muy enfermo.
La última vez que lo vi fue en la presentación de su última novela. Todavía me debe un ejemplar del libro que contiene todas sus clases del 73. Alguien me lo dará. Que se agarren los de arriba porque si se pone a discutir es un hueso duro de pelar!!! No quiero ser necrófila, pero se nos están yendo las cosas, Negro, como diría Julián Centeya... Vaya mi homenaje a vos y a los amigos que nos dio la poesía.
miércoles, septiembre 30, 2009
miércoles, septiembre 23, 2009
La primavera
“Respira las rosas de la primavera”
Ovidio.
Uno de los Médici
le encargó un cuadro
a Sandro Botticelli
para adornar la pared de un dormitorio
de la Casse vecchia
que habían heredado
y a la que iban los jóvenes protegidos
por Lorenzo.
Botticelli
pintó la Alegoría de la primavera
dicen que basándose
en una de las metamorfosis de Ovidio.
La cuestión es que durante un tiempo
colgó de la pared
de un dormitorio de la casa vieja
esa tabla a temple
con Cloris, las ninfas y las gasas transparentes
que sólo su mano botticelliana podía hacer,
esa vida de gasas, flores, plantas y cupido....
Algo pasó después.
¿Líos de familia? ¿Broncas?
¿El mal absoluto?
La envidia de los mediocres.
La primavera desapareció
durante casi quinientos años
sin mención, oscura, tapada,
sin nombrar ni tener un espacio
en la Galería Uffizi,
oculta vejada casi
como si fuera el cadáver de
Eva Perón.
Un día alguien la encontró
en un sótano
y costó convencer
a los que manejaban la galería
de que le dieran un lugar
de preeminencia.
Durante mucho tiempo estuvo acorralada
en un costado
a pesar de sus dimensiones.
¿Misterio. Vendetta?
Hasta que vino un alma
caritativa y le dio el lugar
que siempre había merecido.
En todas partes se cuecen ruindades.
lunes, julio 20, 2009
"Tres generaciones juntas de una misma familia viviendo bajo un mismo techo."
Ayer fue el aniversario de la vieja Ana, mi abuela que murió a los 103 años, pero no "se fue...", como se diría eufemísticamente. Debe andar por las nubes poniéndose crema Hinds y metiendo cizaña -para no perder la costumbre- y rezando por el alma de mi abuelo Ramón que se pegó -o le pegaron- un tiro cuando tenía 29 años. Ayer le quise poner estos dos fragmentos de Domingo en cielo... y esta foto de su cumple nro. 80 de 1974. Pero no tenía la novela nada más que en diskette y hoy recién la pude poner en el pen driver.
Sólo pude prenderle una vela y rezarle, ya que, desde hace cuatro años, descansa en Benito Juárez junto con su amado Ramón..., cuyo fantasma la acompañaba desde 1931.
"En la calle Pampa, en la calle Miller nadie entendía nada en esas noches de verano. Seguro eran noches de eclipse. En las noches de eclipse mi abuela a veces se transformaba, pero sólo en verano. Siempre sobria, seria con sus pelos recogidos que sólo destrenzaba en la soledad de sus noches, mi abuela sentía un cosquilleo elástico las noches raras, las noches rojas de eclipse. Subrepticiamente desaparecía de la mesa bajo la santarrita. Unos pensaban que estaba en el baño, otros, en el fondo, limpiando la parrilla cuando, de pronto, se oían los alaridos de mi abuela que aparecía vestida de gaucho, lazo en mano, bombacha bataraza en el pasillo de los heliotropos y antes de que nadie pudiese detenerla se lanzaba a la calle alucinada como si hubiera tomado un gualicho y así seguía por las calles hasta llegar a lo de mi otra abuela en reunión bajo la frescura del árbol de la vereda. La gente se preguntaba quién sería ese loco porque no podían imaginar que semejante desafuero correspondiera a una mujer y menos a una mujer tan seria, tan formal como mi abuela. Otras veces se disfrazaba de colimba y recorría las calles marchando, la mano en la culata de una pistola que nadie sabía bien cómo había llegado a mi casa, diciendo derecha, dre, izquierda, izquier. Si no, soltaba su melena negra hasta las caderas, le robaba una malla de baño a mi madre y se ponía una blusa erótica a medio abrochar y con sus muslos descubiertos blanquísimos visitaba vecino por vecino, casa por casa, preguntando con voz impostada y cigarillo en la comisura del labio por los hombres del lugar. Mis padres y mis tíos se escondían impotentes después de haber tratado inútilmente de detenerla, pero ella no los oía. Yo la seguía de atrás y era muchas veces la que le echaba a perder sus representaciones porque la gente la reconocía a causa mía. Entonces ella reía con una risa desconocida, decía buenas noches y hasta mañana, y corriendo volvía a casa, se paraba frente al espejo de espaldas a la ventana y lentamente se volvía a poner los lentes, a acomodar discretamente el pelo y a calzarse los anchos camisones que había preparado para su corto amor. Escondía en un rincón de su desordenado ropero las ropas y objetos usados. Decía bueno, ya está, quitándose el colorete de las mejillas, besaba la foto de mi abuelo que tenía sobre la mesita de luz, besaba la estatua de San Cayetano, me decía buenas noches y lentamente se ponía a rezar. Afuera el eclipse había terminado. Ella dentro de poco cumplirá cien años...
Mi abuela soltaba sus trenzas con morosidad frente al espejo y en las noches de verano la luna entraba entre sus trenzas en el espejo y ella con modorra casi sensual se palpaba su cara con crema Hinds mientras los azahares entraban también por el espejo y yo miraba a mi abuela mirando su vejez en el espejo y miraba la cruz del sur desde mi cama. Mi abuela tenía una cama solitaria desde sus treinta y siete años en que murió mi abuelo paterno y nunca nadie le conoció amores. Aunque a veces la cachaban con viejos pretendientes mi abuela sólo conoció el amor ya madura y por poco tiempo. No guardaba lutos rigurosos ni lo había guardado a la muerte de mi abuelo sólo por respeto a su persona que se había siempre manifestado como extremadamente ateo y que tenía el tupé de tener en un pueblo de mil habitantes, donde los chacareros conservadores mandaban la batuta, un perro con el nombre de Trotsky. Mi abuela me intrigaba en las noches de luna cuando destrenzaba su cuerpo y se ponía esos camisones enormes que se había hecho para su ajuar bastante modesto primero porque mi abuelo no era rico, segundo porque se iban a casar sólo de civil y sin pompa con un largo collar de perlas y vestido talle bajo y tercero porque mi abuela siempre fue chapucera y nunca fue buena bordadora como correspondía a las mujeres de su siglo. Sus camisones la hacían un fantasma irreparable y yo ya por esa altura leyendo El matrimonio perfecto de Van de Velde que lo tenía forrado plastificado para que nadie me lo reconociera y que había escabullido de la biblioteca oscura y luminosa de mi tío Anta, me preguntaba qué había hecho el cuerpo solitario de mi abuela después de que mi abuelo había muerto cuando mi padre era un chico y con insolencia característica le preguntaba cuándo se había acostado por primera vez con mi abuelo porque yo ya sabía que todos esos istas, anarquistas y todos eso, se acostaban antes de casarse y mi abuela escabullía las respuestas como yo los libros de mi tío y me empezaba a hablar de los mosquitos o de cualquier estupidez o, si no, después, después que la descubrí que fumaba a escondidas, me cortaba las indiscreciones ofreciéndome cigarrillos Chesterfield que ella escabullía de la casa de Madame Luque y que fumábamos las dos a escondidas mirando hacia la cruz del sur, aprendiendo por primera vez el goce clandestino, oliendo a humo y a azahares temiendo la entrada de mi padre o mi madre que nos sorprenderían con el pucho compartido yo haciéndome la grande y la vieja... tal vez... es un soplo la vida. ® © Ana Sebastián, 1986.
jueves, julio 09, 2009
Independencia. Tal vez con tantas fiebres y tantas roscas algunos se lo olvidaron.
Anoche a las 0 horas sonaba un himno insípido casi sin fuerza, sin voz, sólo instrumental en varias emisoras de aire. Me acordé de cuántas veces cantamos ese himno con alegría, cuántas con pasión y cuántas con congoja en la garganta. Y me dio tristeza, un poco de pena por nosotros mismos. Me acordé de la nieve de hace un año - si no me equivoco- y decí que también me acordé de que un 9 de julio engendramos nuestro hijo. Por él, por el que vivimos, por él que sufrió nuestr historia, por él que nos hacía estos dibujos de guerreros casi niños cuando apenas tenía tres años y por ese himno y esa patria que, con dolor, le inculcamos amar, hoy posteo su dibujo y un poema mío publicado hace más de una década.
Historias
¿Y eso? Decime
qué va ser ahora
de esos jóvenes
que hace ya tantos años
se pudren.
No. No sólo los nuestros,
los de cualquier parte,
los que murieron
con una ilusión
de un mundo nuevo
en los labios enterrados
con cualquier bandera,
eliminados con cualquier consigna.
¿Los tacharon de la memoria?
¿Los convertirán en los malos
de la telenovela?
¿Quedarán como los grandes
boludos del siglo XX
los que querían cambiar
la historia,
ahora que es transparente como un vidrio
que la historia
no absuelve nada más
que a los que ganan
y, por lo demás,
miente, miente, miente?
de Objeto directo, Libros de Alejandría, 1999.
domingo, mayo 03, 2009
ARGENTINO. LITERATURA, SAINETE, PRENSA, ese libro que refleja las investigaciones dirigidas por María Rosa Lojo y que hicieron además Marina Guidotti de Sánchez y Ruy Farías, cuyo nombre me sorprendió porque al otro único Ruy vivo que conozco es a mi hijo Mariano Ruy.Y también me sorprendieron el texto y las palabras de María Rosa sobre mis gallegos abuelos de Domingo en el cielo. No dejaron de emocionarme y sentirme flatterd, halagada y mucho más cuando leí lo que escribió.