17 DE OCTUBRE 1965
Ya para las elecciones legislativas de marzo de 1965 nosotros, todavía adolescentes, habíamos hecho volantes a mano o en la Lettera prestada -en esos momentos, un lujo de última generación- en la que tipeábamos los stencils para luego imprimirlos en forma casera con el rodillo y la tinta. Aunque a veces tipeábamos directamente en papel que cortábamos en prolijos cuadraditos para arrojar desde los colectivos. No teníamos tanta guita para stencils. Sólo nos alcanzaba para ir al cine o a La comedia o al Colombiano en donde nos encontrábamos, entre otros, con Pablo E. y Héctor C., que fueron los que en realidad nos volcaron al peronismo, al peronismo combativo.
Vos hacías las
pintadas con alquitrán -no existían los
aerosoles - No se llamaban graffittis ni se contrataba una empresa. Los
pintabas vos con alguno que otro amigo. Yo no, porque a mí me hacían estar
temprano en casa.
En el 64 cuando hacía un mes que nos conocíamos, vos te
habías herido la mano y el 17 de
octubre lo dedicamos a cosas más íntimas en el cuarto gris de la calle
Antequera y ese día me llevaste al Club Comunicaciones y me presentaste a tu padre Horacio Torrado, el gran actor de radioteatro, del que todas las viejas -debían estar entre los 30 y 40 años, pero para nosotros eran viejas- del barrio me pedían fotos autografiadas.
Ya los cañeros de los ingenios
en Tucumán estaban levantiscos y en julio la CGT había iniciado su 5ª etapa del Plan de Lucha.Ese 17 de octubre de 1965 el Peronismo convocaba a un acto en Parque Patricios al que adhería la CGT y otro partidos políticos.
El Ministerio del Interior del gobierno “democrático” del ponderado Dr. Arturo Illía había prohibido el acto.
Era domingo.
Nosotros llegamos temprano porque veníamos de la
panadería de tu vieja y ni bien asomamos nuestra cabeza en el Parque empieza el kilombo con la montada y
motorizada.
Corridas, miguelitos, golpes, choques con la cana.
Total: 1500 detenidos .
Al día siguiente el Gobierno declara proscriptos a los gremios
“politizados”.
La CGT convoca a un acto masivo para el día 21 en repudio
de los hechos.
La afluencia, masiva desde todos los puntos de la Capital
y del Gran Buenos Aires.
La bronca, también masiva. Mucho más cuando se supo de
los obreros tiroteados por la Policía: uno, de la juventud comunista, Héctor Méndez, y dos, los peronistas José
Gabriel Muzzi y Ángel Norberto Retamar, baleados en San Justo. Muzzi murió en el acto.
Retamar estuvo luchando por su vida hasta el 1 de noviembre en que falleció.
Balance: tres muertos.
La lucha continuaría…
Las patas en la fuente Según me contara en una oportunidad el Senador Felipe Ludueña, él es uno de los jóvenes que remoja sus patas en la fuente de Plaza de Mayo. |
Agradezco al Cro. Pedro
Bevilacqua que me regaló en Cancionero de Perón y Eva Perón editado por Julio
Darío Dalessandro en donde está este poema de Nicolás Olivari:
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron
los descamisados.
Desde
la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos,
crudo fuego
enemigo
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus
crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
Sin
más arma que el cansado desaliento que en sus trazos se hizo hueco
frente al río enchapado de alquitranes y
petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia
esperanzada
en un hombre que hace luz en la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por
perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
Desde
el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados
con un grito silencioso en la grieta de los
labios,
clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos en las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
clausurada de bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerle claridad.
Claridad
junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, solo nuestro, recobrado por el
pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y
trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaran con el alma, cuando llegaron
los descamisados.
Nicolás Olivari.
Publicado en Democracia,
16 de octubre de 1952
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