Hoy la cristiandad
conmemora el Día de los Santos Inocentes cuando fueron exterminados todos los bebés menores de dos años
nacidos en Belén siguiendo la orden del Rey Herodes que pretendía deshacerse así del
recién nacido que sería el Mesías, Jesús de Nazareth.
Cuando era chica el 28 de
diciembre se hacían bromas ingenuas como las que se hacen en los países
nórdicos el 1º de abril de cada año: el Día de los Tontos, Feest van
de Zotten, La fête des fous, April’s Fool Day o en Rusia, Heten Doeraka, una mezcla con
antiguas tradiciones germanas en que se hacen también bromas tontas.
Cuando oigo esta palabra inocente me viene siempre a la mente ese hermoso poema Juguetes, de Cólera buey -si la memoria no me falla- de Juan, Gelman: “hoy compré
una escopeta para mi hijo / hace ya tiempo que me la venía pidiendo
/ […] y esta noche la traigo / y escribo para alertar al vecindario al
mundo en general / porque que haría la inocencia ahora que está armada
/ sino causar graves desórdenes como espantar la muerte / sino matar sombras matar / a enemigos a cínicos amigos / defender
la justicia / hacer la Revolución…”
Entonces pienso en mi generación, no la perdida, la generación que
decidió seguir a esos mayores que proponían a la inocencia hacer una revolución,
la revolución de la ingenuidad armada.
Y digo esto no sin responsabilidades de las irresponsabilidades.
Y pienso en tantos ingenuos que creyeron a esos profetas.
Y pienso que de los mayores sólo se pueden rescatar dos o tres que se
jugaron el cuero como decían en sus palabras: Paco, Walsh… Equivocados o no, ellos
siguieron el juego con las cartas que ellos mismos habían dado. Mientras otros entraron
en sombras de ausencia dejando a una juventud armada en soledad. Con consignas,
pero en soledad. Con órdenes y contraórdenes, pero en soledad.
¿Qué mayor soledad que la de Poupée entregándose en Córdoba adonde
nunca debería haber ido y escondiendo a su hija en el placard para salvarla, la
del mismo Paco ya reconocido internacionalmente tiroteándose y tomándose la
pastilla para no caer en un lugar -Mendoza- al que había pedido expresamente no
ser enviado -salvando así a su hijita y
a una compañera- o la de Rolo Aragón que murió por estos días navideños reventado
en el Posadas dejando huérfanos a su hija y a sus propios padres o la de Néstor
Sammartino que no tenía más poder que su propio coraje y su propio silencio?
Por eso, para algunos de esos ya adultos que nos hablaban de héroes que
ellos no serían, para esos adultos que siempre pensé -y ahora que soy adulta hace rato pienso mucho
más- que tenían mayor responsabilidad o
irresponsabilidad que esos jóvenes que vivieron o sobrevivieron en la soledad
de las situaciones límite, esos adultos que nos llenaron de palabras, de ideales
que pregonaron pero que no cumplieron, de historias de revoluciones que
impulsaron con el drang, la pasión del
verbo, pero que se rajaron en cuanto sonó la hora del escarmiento y para todos
los que en algún momento -equivocados o
no- fueron naif, ingenuos, inocentes -víctimas
victimarios- va este poema que escribí
hace mucho para alguien que nos había llenado la cabeza y después se lavó las
manos muy pilatamente!!! Y también vaya esto para todos aquéllos atacados por revolucionaritis tardía que se pretenden parte de una historia que no es la ellos.
DE HISTORIAS Y OTRAS COSAS
Es verdad,
fuimos victimarios crueles
que arrastramos hijos
de ojos sin culpa
por las calles sórdidas.
Fuimos
como aquel bien lo dijo
“canallas de ojos duros”
que abandonaron
madres cancerosas sin
cerrarle los labios de
la muerte.
Fuimos
soberbios ilusos
que quisimos hacer
justicia, azuzar
al monstruo con nuestras
propias manos infantiles.
Y como estaba
anunciado en la ley,
en la Biblia estaba,
fuimos castigados
merecidamente
y para escarmiento
de los que vendrán.
Fuimos más:
fuimos leprosos
de cabezas alucinadas
tuberculosos sin el sombrero
mágico de la poesía
a los que había que echarles
los perros, cerrarles
la puerta
ya que fuimos victimarios
“seguro porque no teníamos
talento para otra cosa”.
Lo fuimos como quien dice
de resentidos,
de gente sin futuro.
A los 18 años
fuimos victimarios, soberbios
para asombro de la ciudad
y a los 20
fuimos leprosos
perseguidos
con pústulas en el alma
por la fuerza
de la vida,
por la fuerza
fuimos victimarios
fuimos víctimas
de nuestros castillos
de adolescentes, de nuestra cimitarra
de Sandokán
fuimos víctimas
de los charlatanes
abúlicos
de la generación mayor
que no se quería meter
porque éramos
porque éramos
locos.
Fuimos locos
que creyeron las historias
que les contaban
que les contaban
esos charlatanes, no de Roma.
los del café La paz,
los del café La paz,
los que hablaban
engoladamente del héroe
engoladamente del héroe
y de la dama
sin tener en cuenta al diablo de
por medio,
por medio,
los que cuando
teníamos 12 años
nos daban a leer
teníamos 12 años
nos daban a leer
Así se templó el acero,
los que decían
que había que ponerle
un gatillo a la luna,
un gatillo a la luna,
un gatillo al amor,
pero que temerosos se casaban
de civil
de civil
y aun de blanco
para tener una mujer para los hijos
y una mujer para el amor.
y una mujer para el amor.
Fuimos
locos victimarios víctimas
de los que nos repetían
de los que nos repetían
de cómo se perdió España
y de la Pasionaria
y de la Pasionaria
en los mitines de Asturias
y nos llenaban
y nos llenaban
la cabeza del Plan CONINTES
y de la importancia de
y de la importancia de
ser auténtico,
leal
sí mismo y a su propia
historia, de los que fracasaron
sin empezar a bailar
sin empezar a bailar
y que cuando nos metimos
en el baile
nos dejaron solos
bailando tuberculosos
en medio de la calle
en medio de la calle
como los cabecitas
porque era un papelón
seguirle siquiera
el compás a gente tan sin
cabeza, a gente tan sin
cabeza, a gente tan sin
porvenir que se ponía a bailar
sin conservar las reglas
sin conservar las reglas
del decoro
con los cabecitas.
Fuimos insolentes
víctímas
Fuimos insolentes
víctímas
de nuestra insolencia
mientras nos marcaban
mientras nos marcaban
con el dedo y
con el fierro también.
Fuimos insolentes
locos victimarios
Fuimos insolentes
locos victimarios
víctimas de nuestra
inocencia
para siempre
y ya no hay flores que
alcancen para poner
a nuestro dolor
de aquí de lejos
a nuestro dolor
sin familia presente
en el entierro
y no hay calles
suficientes en
todo buenos aires
para llevar el
nombre de los nombres
de nuestras esperanzas
muertas, de todos nuestros orgullos
y seguiremos siendo
castigados
por el decreto, por la ley,
por la Biblia
por los siglos de los siglos
para escarmiento de
las generaciones venideras
de la patria.
(Es mejor cerrar el pico.)
De Yuyo verde – Noticias, 1988.
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