

La natividad
Konrad von Soest
(Dortmund ca. 1370 - + ca. 1422)
UN GLAUCOMA ME MANDA A SER VARIANTE
Un glaucoma me manda a ser variante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
γλαukós, del griego, es ‘claro y brillante’,
ω – μα es ‘resultado de un proceso’.
Yo pensé que no hallara aliviante
cuando un hachazo partía mi frente
creyéndolo un A. C. V. acuciante,
glaucoma agudo me torna impaciente.
Disculpas pido en Navidad entrando,
me conmina ojo glauco derecho
a abstenerme de estar redactando.
Como verán me entretengo en concreto
buenos deseos y augurios mandando
en forma de tradicional soneto.
MIS CARIÑOS
MEJOR 2012 PARA TODOS!!!
Y BUENA VISTA!!!
QUE EL BISIESTO NOS SALVE!!!
Ana Sebastián, víctima de glaucoma agudo!!!
Ella era la "nena" de una familia de cinco hermanas y un hermano. Una familia donde todos eran profesionales: médicos y dentistas. La menos profesional era su hermana Lucía, la amiga de una amiga mía, que, sin embargo, era profesora de música. Bijou era la última y era el encanto y la esperanza de todos. Su hermosura, ya desde chica, le había valido su sobrenombre. Ahora, al filo de los veinte, era -lo que se dice- una mina que estaba bien fuerte, que rajaba la tierra. Pero, en ese entorno de familiares y relaciones profesionales era una chica a la que no se la tenía en cuenta. Se menospreciaban sus opiniones y se la consideraba superficial, ya que lo profundo parecía ser exclusivo de los profesionales o de la fealdad. Ésta es una idea que tienen muchas feas y, a veces, con razón.
Palabras de Norberto Barleand
en la Presentación
de De mortales y fantasmas - Los brazos del olvido
En el marco de Buenos Aires - Capital Mundial del Libro 2011, desde el Programa Cultural en Barrios, ámbito de pertenencia de Ana Sebastián, incorporada al él casi desde sus inicios, en el ciclo Cultura - Arte en Movimiento -que se desarrolla desde 1998 en distintos circuitos literarios -teatros, cafés, librerías, clubes y que incorpora a partir del año 2oo2 al Centro Cultural General San Martín, al Salón Dorado Casa de la Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a los Centros de Gestión y Participación, a Centros Culturales Barriales, integrando las actividades culturales de la Ciudad y generando un espacio entre letristas, compositores, bailarines, cantantes y difusores del folklore y tango en Tango -Poema y Canto, integrado a la Asociación Civil Proyecto Tango, Baires Popular, Buenos Aires Tango y lo demás, Letrango, etc. que constituyen amplias convocatorias de difusión de la poesía, cuento, novela, ensayos y las actividades de toda la estructura literaria y otras disciplinas artísticas, que consta de una programación muy amplia, plural y participativa de los exponentes más destacados de la actividad cultural contemporánea, hoy tengo el orgullo de presentar en éste ámbito Cedip del Centro Cultural Recoleta el nuevo libro de la escritora Ana Sebastián De Mortales y Fantasmas - Los brazos del olvido.
En rigor de verdad debo decir que nos conocemos con Ana a través de terceras personas, amigos, escritores, y personalmente desde no hace más de un año. Sabía de ella, conocía su obra, pero esta presentación me otorgó la oportunidad de ingresar a su blog, leer sus escritos… La llamé por la emoción, por lo que me conmovió la lectura de sus poemas, la sensibilidad, el coraje de su escritura, lo estremecedor de algunos relatos, la magia y la belleza…
Encuentro en los poemas de Ana Sebastián la poesía que me atrapa, visceral, sanguínea, la poesía que canta, la poesía que expresa , la que lucha, ama, enaltece…
Es esperanza y penumbra, la distancia y los caminos, en partituras muy elevadas de una construcción literaria de gran nivel en constante –diría permanente- transitar por imágenes, metáforas, en la musicalidad, en el ritmo.
Tiene la sensibilidad y el sentimiento hecho tinta. Es la búsqueda, es la poetisa que observa más allá de la luz, una mirada que se universaliza de un modo elocuente combina el género con la pureza en la expresión, el sentimiento en la superficie del verbo simple que por tal – digo, por ser simple- lo hace profundo.
Gracias, poeta por este regalo, regazo de pan, de semilla y estrellas. Seguiremos creciendo al amparo de la vida, entonando las estrofas del sueño, la utopía que aún perdura en las entrañas y en esta voz, la tuya que grita desde el hueso. La memoria del canto y la aventura.
5 de octubre, 2001
SIN HIYAB!!!! - SIN VELO!!!
La crueldad y salvajada del castigo impuesto a Marzie Vafamehrha de un año de prisión y noventa latigazos -que posiblemente terminarán con ella- por haber actuado sin hiyab - velo, en Teherane man haray - Mi Teherán en venta, subleva mi inteligencia y mi sensibilidad.
Este hecho me lleva a enero de 1991 cuando, en el Hotel Central de Rótterdam, en Story International, estábamos todos azorados, escritores y organizadores, a la expectativa con el ultimátum que los norteamericanos le habían dado a Irak para el 16 de enero. Al final empezó el bombardeo dos días después. Fue una de las primeras guerra que vimos en simultáneo.
Ahí estaban Remco Campert, cuyo padre, el escritor Jan Campert, había sido el primer fusilado por los nazis en la resistencia holandesa, gente de distintos países y distintos sufrimientos: el polaco Riçard Kapuscinski, que estaba escribiendo La guerra del fútbol, Ulku Tamer, Marion Bloem, Eduard Uspenski que ahora está consagrado y cuyos libros infantiles se hacen animé en Japón, Anthony Horowitz, el inglés y otros que seguimos juntos las vicisitudes de la guerra y del encuentro. Y estaba el yanky Fat Gary, que se había enamorado de mí y que vendía repuestos de helicópteros y que nadie sabía que hacía en ese hotel Central en un encuentro de escritores de todo el mundo.
Allí conocí y me hice amiga de Marianne Wiggins, la escritora norteamericana entonces ex esposa de Salman Rushdie, pero que estuvo con él en el momento en que los ayatollahs le habían dictado la fatwa que lo condenaba a muerte con precio para su cabeza por sus Versos satánicos. Juntas nos íbamos a tomar algo al Hilton también con Nasim Khaksar, escritor iraní que había peleado contra el Sha y que ya estaba perseguido por los mismos ayatollas. Nasim tardó años en lograr que su mujer saliera de Irán. Cuando ella salió y llegó a Utrecht me regaló una pashmina típica iraní.
De Marion tengo unas xilografías de sus dibujos. De Nasim sólo sé que está clandestino. Sólo me queda la pashmina que es una de las prendas preciadas por su significado no por su valor material. De Marianne me quedan su libro Herself in love con un relato justamente de ese enero y unas panty´s negras que me mandó desde Londres iguales a las que ella usaba con el mapamundi en nuestras piernas. De modo que cada vez que las uso tengo el mundo a mis pies.
Pero todo esto me hace pensar que, a esta altura del partido, ciertos hechos no se pueden justificar en la relatividad cultural ni en ninguna creencia.
Respeto todas las fes, pero rechazo todos los dogmas y los dogmáticos.
Tengo todavía capacidad de indignación y me rebela que en el siglo XXI no se puede tolerar la intolerancia y que se le quieran dar 90 latigazos a una mujer por sacarse un velo atávico!!! Siempre estuve contra todos los atavismos!!! Van contra mis principios y contra el desenvolvimiento de la humanidad!!
Hoy hay un sol fecundo
que se derrama llorando rayos entre todo.
Pero igual.
Yo, tirada largo a largo
entre mi sombra
cuchicheo
un para qué.
A toda vela
el día se desenvuelve
entre un trago de nostalgia y quietud.
Pero hoy…
Hoy dan deseos de renacer
en la bandera.
De astillarse
gritando cualquier cosa
como un lebrel a rienda suelta.
Hoy es ese día
en que ni el canto ni la tierra caliente
ni las hojas cosidas a mano
podrían despertarnos.
Sin embargo, estamos despiertos.
Con una sensación vacía
como una soga dando vueltas
alrededor del último cuello,
como un puerto solo,
como un deseo más.
Hoy se pueden tener mil trigos
acunados entre las manos
y no se tienen.
Se puede caminar tanto
para encontrar a todo
y ni siquiera
damos un paso, una sola palpitación…
Hoy sería el día fijo,
el agua bebida milenariamente,
la miel calentada entre los labios.
Hoy
habría que mirarse sin nostalgia
en los espejos,
tomar la última capa de rocío
y acechar sin miedo a la mañana.
Pero no…
A pesar…
estamos con un mar de siglos incandescentes,
con un túnel en medio de los muslos,
como una violeta fusilada
sin compasión,
como una violeta mutilada
a todo galope.
Estamos tan andrajosos
que a veces nos tenemos lástima.
Tenemos lástima de no poder llorar el día.
En ese año
los bonzos prendían
una llamarada impotente
a sus andrajos de sombra
y miles de hombrecitos
sobrevivían, vigilaban
resucitaban bajo la tierra.
En ese invierno
que terminaba
con el horizonte desvelado
tomamos café en La comedia
intercambiamos cuadros
y poemas
en los terraplenes
nos volvimos sospechosos
leyendo Compañero
y comprobamos
lo lógica y la ilógica
del deseo.
En esa primavera
mis pechos crecieron
de amor en las gradas del Anfiteatro
Municipal
y la chica
de los cabellos rubios
se hizo cabecita negra
en octubre de ese año.
En ese 17 de octubre
llegó el guerrero
herido esperado
y le dejó herida para siempre
la soledad de su vientre.
En el comienzo del verano
los sospechosos, niños todavía,
escribían volantes a mano
y horrorizaban a familiares y a viejos
con besuqueos imprudentes
en los trenes a corta distancia.
En 1964
la noticia más importante del año
fue tu amor y el mío
en las calles de Buenos Aires.
Y no hay vuelta.
©® Yuyo verde - Noticias, 1988.
Ahora el mar es un remanso:
la dulce bahía de los sueños
y el cielo es más azul
tras los cerros enarbolados
y quietos,
tras la niebla crepuscural de los cerros
y las palmas y la luna
un viejo y ancho rojo
círculo
tras la noche y los cerros.
El camino del destierro...
cincuenta y cinco horas
de viaje
y atrás otra luna,
la llanura,
la pampa inacabable
atrás, el otro tiempo...
Aquí, la tierra después del
naufragio
y cada uno el salvavidas primero.
¡Oh triste es el
refugio de los muertos!
Atrás otro mar,
no esta bahía tranquila,
sosegada de los viejos sueños
y en ese otro mar nuestra nave hundida,
la única tabla de
nuestra balsa
la cruz de un madero en un mar
y vos, marinero antiguo,
aún sin encontrar
el rumbo de los viejos
poetasPresencias & ausencias
Finales de agosto de 1977
A mi madre, Celia Vázquez,
que mañana cumpliría 86 años y murió en mi ausencia,
in memoriam
El día 26 de agosto será un viernes y mi madre cumple años mañana. Yo no sabré qué regalarle a una madre como la mía consciente de su poca vida y le haré una pasta frola y me iré al centro. A mi hijo lo irá a buscar mi padre al jardín de infantes y se quedará con él hasta la noche.
Me voy, seguro, en el tren a Retiro, me voy a encontrar con dos viejos ex-compañeros de esos que pensábamos que no podían seguir vivos y que encontramos por casualidad. Yo, rechazada tuberculosa inconsciente, creía que ya todo terminaba y no pensaba salir de esa ciudad, a lo sumo, irme a Mar del Plata, al departamento que mis tíos y mi madre ya quieren vender. Yo, en el tren, con el sol del invierno que cae, creo que haré este viaje eternamente. El día antes me encontré con un compañero de
El sol cae ya fuerte en agosto, mi padre a veces toma sol en la terraza y los jacarandás florecen en el Rosedal. En el hipódromo se preparan para la carrera de mañana, me acuerdo de nuestros domingos de hipódromo en 1967, 68 y de los domingos en la villa Saldías. Cuando volvamos, a la noche, después de buscar a nuestro hijo, veremos a dos tipos sospechosos que se esconderán atrás de un árbol en la esquina de casa. Tan infantil nos pareció su manera de actuar que descartamos que fueran canas, no nos vamos a dejar atrapar por la persecuta, dijimos. Dormimos como siempre, a pierna suelta, pero con un oído en lo alto de la noche. A las ocho y media de la mañana, el timbre: la vecina con la que yo tomaba el té y hablaba de las plantas, de los geranios de mi patiecito. Me pedirá en voz muy baja que le abra, me dirá que ayer estuvo un grupo de civil haciendo averiguaciones sobre nosotros, que nos vayamos, por el amor de dios, que nos van a matar o algo peor. Yo agarro a mi hijo y un bolso de cocodrilo con todos nuestros documentos, salimos pistola a mano, dispuestos a todo. No querré ir a ver a mi madre por miedo a no poder irme, le diré a mi padre que hay una pasta frola para ella sobre la mesa. Al mediodía nos encontraremos con los ex-compañeros con quienes estuvimos el día anterior. Comeremos en el Puerto de Olivos. Evaluaremos la situación: nadie nos abrirá las puertas: dos personas marcadas y un chico que quizás despellejan vivo delante de nosotros para hacernos decir lo que no sabemos porque el último tiempo sólo trabajamos para comer y conservamos la piel. No tenemos plata, es fin de semana, es fin de mes, mi madre se está muriendo y mi viejo no tiene un mango. Recorreré a la tarde uno a uno todos los pocos amigos que una vez me ofrecieron plata y yo nunca acepté. Vos comprarás un boleto para Brasil en ómnibus para mí y para mi hijo, pero además se necesitan 200 dólares para poder entrar en Brasil, que nos dará el padre de un compañero ya muerto. Yo no podré despedirme de tu familia, no sé si me despedí de tu hermano mayor que es para mí un hermano mayor. No vi a las mujeres de mi casa, sólo les hablé por teléfono, tratando de contener mi ansiedad, por otra parte, estaba acostumbrada a hacerme la fuerte, era necesario. En Federico Lacroze y Corrientes, en la confitería Imperio, me iré a despedir de mi tío Anta, que ya lagrimeaba y de mi padre que con dolor y entereza nos acompañará hasta la esquina de Alvarez Thomas y Lacroze y me dará un millón de pesos. Era sábado a la noche.
En la mesa del Albor de Cabildo y Lacroze, el Tío R, nuestro compañero de antes, me puso 5 palos. No se los quise aceptar a pesar de la situación. Finalmente los agarré. No sabíamos nada de los campos de concentración ni de los chupados ni nada de eso, sólo que te reventaban si te agarraban vivo. Al tío aparentemente lo levantaron para el mundial. Nadie sabe si está vivo o muerto. Tenía ojos de lechuzón, muy verdes y las manos grandes, casi tan grandes como las de Diego y tartamudeaba un poco. Un día me quiso besar en la boca para hacer un chiste y vos casi lo matás. El tío R. es un libro y un corazón aparte.
A la noche, nuestro ex-compañero nos llevó a dormir a una casa y me regaló un libro con una poesía de dedicatoria.
A las ocho de la mañana de Retiro sale el ómnibus para Río de Janeiro. Yo te dejaré a vos sin saber si nos volveremos a juntar o no, te dejaré a vos y trataré de ir serena, como una gran señora en el ómnibus. Cincuenta y cinco horas. Dieciséis horas a la frontera y no sé si la paso. Sola con mi hijo, sin equipaje. Sólo la oración de la abuela de Paso del Rey. La oración de Pancho Sierra. Miro Paraná y pienso algún día tendría que visitar Paraná. Pienso que voy a Brasil como se va a Mar del Plata, quince días y después volver, cuando pase la tormenta. Le cuento historias a mi hijo que ya me acompañó de la misma forma a Paraguay hace un año y que me pregunta por qué nos vamos y yo le invento cosas como caperucitas que se comen al lobo o algo así. En Paso de los Libres me como un sandwich de jamón crudo porque en Brasil no hay jamón crudo, un sandwich que me matará de sed por dos días seguidos. Son las doce y media de la noche y el puente fronterizo está enfrente nuestro, el río y allá Uruguayana, y acá la frontera. Yo no sé todavía de los desaparecidos, pero sí sé de las largas listas negras de las fronteras. Sí sé que si está mi captura es posible que pierda para siempre. Es el fin del domingo, me digo, que es el prefijo de la muerte. Cuando sube la gendarmería al ómnibus y también el ejército -el ejército subió tres veces en el camino y mi cédula pasó- yo tengo terror contenido y con mi mejor sonrisa entrego mi cédula. Me preguntan el objeto del viaje: turismo, y me piden la venia del padre para mi hijo: tengo todo. Paso el río Uruguay que es negro entre las luces y en la frontera brasileña mi hijo se despierta quejándose en sus cuatro años de que los brasileros no saben escribir prohibido porque lo ponen sin h. Yo entrego mis papeles, muestro mis 200 dólares, me lo llevo a mi hijo a un rincón, lo abrazo, lo beso y cuando volvemos al ómnibus, acuesto a mi hijo en un asiento libre y mientras las cariocas que van en el ómnibus cantan loas a los porteños que van en el ómnibus, me apoyo en la ventanilla, pienso que nunca más veré a mi madre, que encima tendrá que aguantarse las verdugueadas de los milicos que van a ir a buscarnos y con el alma aferrada a un dulce recuerdo veo la baja luna del noreste que se mete en la selva y el río se pierde, se pierde, el río queda de por medio, el río ya no es un río, es el límite de mí misma."