POR ALGO SERÁ…
Políticos, militares, militantes a
sueldo, culturosos, supuestos historiadores –que se supone sí deberían saber-
indignados por la visita de Barack Hussein Obama II [1961] y Mauricio Macri [1959] al Parque
de la Memoria… Creo que se olvidan de que estos mandatarios no estaban en
política en sus respectivos países.
También se olvidan de que ese golpe
fue “un golpe anunciado” y anhelado… pedido a gritos aun por la guerrilla que
pensaba que “se agudizarían las contradicciones” [así hablábamos en esa época]
“y el pueblo se pondría de nuestro lado y se haría la revolución”.
Los que no pensaban así creían que
los militares eran, como tantas otras veces, “los salvadores de la Patria” y
que ese sería un golpe más y luego se irían hasta que hubiera que poner en caja
a otro gobierno electo descarriado. ¡Terrible error! ¡No fue así!
Pero no nos olvidemos de los apoyos
que tuvo ese gobierno que no duró un año, duró siete. Apoyos de los distintos
partidos políticos como el radicalismo que le proveyó 310 intendentes, el mismo
Justicialismo, 169, el Demócrata Progresista, 109, el MID, 94, sin contar con
algunos partidos menores. El socialismo, el desarrollismo, el demócrata
mendocino, dieron sus embajadores.
No nos olvidemos del comunismo apuntalando y haciendo gira
de propaganda a favor de los militares democráticos en pleno 1978 porque le
vendían trigo a la URSS en medio de la Guerra Fría. Expresiones no muy
distantes del mismísimo y tan mentado camarada Ernesto Sábato: “El general
me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e
inteligente. Me impresiono la amplitud de criterio y la cultura del
presidente" a la salida del almuerzo con Jorge Rafael Videla el 19 de
mayo de 1976. Almuerzo al que había ido junto con Horacio Esteban Ratti –por la
SADE-, Jorge Luis Borges y el Presbítero Leonardo Castellani que fue el único
que se atrevió la preguntar por la suerte de Haroldo Conti que había sido
secuestrado en los primeros días posteriores al golpe.
Almuerzo de escritores con Videla 19 mayo 1976 |
No nos olvidemos de los periodistas, especialmente de La tarde, de la persecución al Buenos Aires Herald
-ahora una triste sombra del pionero y prestigioso periódico que fue-.
No nos olvidemos del papel de Cuba
que no quiso recibir a las madres.
No nos olvidemos de Isabelita -que no era santo de mi devoción ni mucho menos- pero que
tuvo en coraje de enfrentarse pistola en mano cuando la fueron a encarar los
militares y pasó años en prisión del mismo modo que Carlos Saúl Menem, Antonio
Cafiero, Jorge Taiana, Miguel Unamuno, José Deheza, Jorge Vázquez, Osvaldo
Papaleo, Raúl Lastiri, Jorge Triaca, Lorenzo Miguel, Pedro Arrighi, Pedro
Eladio Vázquez, médico de Perón y tantos otros funcionarios políticos y
sindicalistas y dirigentes del justicialismo.
No nos olvidemos de que mientras
tanto algunos se hacían ricos en forma absolutamente usuraria con la aplicación
de la Circular 1050 del Banco Central que ahorcó los pequeños y medianos
propietarios con el ajuste de deudas y los obligó a malvender sus propiedades.
No nos olvidemos del “algo habrá
hecho…” ni del “por algo será…”
No nos olvidemos de que cuando
alguien era llevado por las fuerzas de seguridad fuera de la forma que fuera se
hablaba de secuestrado.
Y no nos olvidemos de que cuando
Jimmy Carter y su representante en Derechos Humanos, Patricia Derian, se
empezaron a interesar por esta situación a la que Henry Kissinger había hecho
la vista gorda, ahí, por primera vez apareció la palabra missing people que
inmediatamente fue tomada para esa situación.
No nos olvidemos de los secuestrados
“chupados” que, ante la crítica situación de persecusión, tortura, martirio,
dolor, abandono, colaboraron con las fuerzas, cantaron, mandaron en cana y
dedearon a cuántos podían, incluso a familiares. Situación comprensible ante el
límite entre la vida y la muerte. Lo incomprensible es que algunos de ellos que
se salvaron por estas prácticas todavía pretenden dar cátedra y lecciones de
ética y política.
No nos olvidemos de los que, en la
misma situación límite, no traicionaron, no mandaron en cana a nadie y aun
estando chupados se hacían los distraídos cuando se cruzaban con un compañero
que sabían que estaba perseguido. Y en esto sí hay una gran diferencia. La
mayoría no se sabe dónde está.
No nos olvidemos de los que murieron
combatiendo, incluso entregados a la deriva por sus propias organizaciones por
juicios ridículos por infidelidad, como fue el caso de Paco Urondo que debería
haber estado en el exterior y lo dejaron varado –por juicio- en Mendoza en
donde murió como vivió, con coraje. O como María Cristina Mazzuchelli que, en
medio de un tiroteo, para salvar a su hijita, la escondió e hizo un simulacro
de entrega y murió combatiendo.
Ni de gente como Vicky Walsh o como la Gorda Amalia o como Rodolfo Walsh que se podría haber ido y se quedó.
Vicky Walsh |
La Gorda Amalia - Élida D'Ippolit |
Ni de gente como Vicky Walsh o como la Gorda Amalia o como Rodolfo Walsh que se podría haber ido y se quedó.
Lucía Cullen - Marcela - |
José Luis Nell |
No nos olvidemos de Néstor Sammartino ni de Cristina Onís ni de Ricardo Aragón -Rolo- ni de Omar Enrique Lauría ni Carlos Lebrón ni José Luis Neil ni Lucía Cullen ni Jorge Caffatti, entre otros, que prefirieron callar y morir antes que entregar a un solo compañero. Y esto lo digo con absoluta certeza.
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Néstor Sammartino |
Ricardo Aragón -el Negro Rolo- |
Ninguno de ellos pensó –estoy segura- que, en su nombre, algunos de sus familiares podrían hacer negocios espurios o que otros, que en esa época estaban con La Lealtad, se las darían de revolucionarios para conseguir un puesto en una institución estatal. Ni que la generación de sus nietos se las podría dar de revolucionaria por repetir consignas de memoria, aplaudir por oficio, chicanear, vandalizar lo público o vive poniendo slogans en la web 2.0. Por supuesto, no existía ni la web ni el 2.0. ni el Ipad ni el celu ni siquiera el teléfono de línea… Sólo el teléfono público que no andaba y las citas estancas.
Ninguno de ellos -estoy segura-
se pensó víctima.
Era la lucha, la guerra “larga y
prolongada”, como decíamos jodiendo entre nosotros exagerando a Mao.
No eran políticos ni funcionarios ni
delegados sindicales...
Eran guerreros.
Eran hombres y mujeres comunes y
corrientes, sólo que, en el límite, entregaron su humanidad.
Por favor, no usar su nombre en vano.
Eran combatientes.
Equivocados o no, combatientes.
Mis respetos.
®© Ana Sebastián, Memorias
impertinentes.