REPORTAJE A OSVALDO PUGLIESE
HOTEL PULLMAN
AMSTERDAM, NEDERLAND
La vejez, ese crepúsculo, permite al hombre recorrer su vida y
encontrarse con su destino. Siempre sostuve que el tango es para adultos: una
música que conlleva una manera de ver el mundo que sólo se puede sentir después
de tener determinadas experiencias en la vida: cuando ya a uno se le cruzó la
desilusión en el camino, cuando el desengaño lo toca con su marca indeleble,
cuando la única protección, la única manera de relativizar, es la ironía sobre
uno mismo. Es en ese momento de relativizar, de la ironía sobre uno mismo. Es
en ese momento de la vida en que el hombre de Buenos Aires, que en su
adolescencia desprecia su música ciudadana, se encuentra reflejado en el espejo del tango. Sin embargo,
nunca pude imaginarme al tango como algo de gente vieja. Su carácter vital,
pasional me lo impide. Esto es tal vez un gran prejuicio arrogante del que se
siente todavía joven: considerar a la vejez incapaz de vitalidad, incapaz de
pasión.
Osvaldo Pugliese, 84 años en diciembre, 70 años de
tango, 50 de orquesta típica propia lleva con pasión y vida una vejez de esas
que nos sacuden, que nos sacan de las arrogancias y de los prejuicios, que nos
confirman en la creencia de que los viejos no sólo sirven para el basurero de
la sociedad.
Dependiente de Lidia de quien, como buen
hombre de Buenos Aires, habla con consideración: "Ella es mi amiga, mi madre, mi señora, mi novia... ¿Está churrasca todavía, no?"
Delgado, sordo, débil casi, hasta sentarse al piano, Osvaldo Pugliese es
el creador de un estilo revolucionario del tango y el sintetizador de una
orquesta que cuando se presenta mueve los cimientos de la sangre.
Los años lo hacen a Pugliese mirarse en el
espejo del pasado con cariño y con modestia, con humor y con ironía. En su
retrospectiva, al volver a ver su vida sabiamente Pugliese encuentra al tango
en su destino. El tango se le cruza desde su nacimiento, como vivencia
cotidiana.
Hijo de argentinos, nieto de italianos
-todavía está buscando si venían de la Puglia [de dónde derivaría su
patronímico] o de la Calabria- Pugliese nace en 1905 "en el mejor barrio del mundo: el barrio de Villa Crespo.”
“En
aquel entonces el barrio era de criollos y porteños, después se fue transformando,
vinieron las inmigraciones de tanos, de gallegos, de judíos y el barrio fue
cambiando. El barrio es una parte fundamental porque el tango nació en el
barrio, en las orillas de los barrios y comenzó a propalarse en los
conventillos, en los bailes de patios, en los bailes de salón, en los cafés...
Yo
vivía en una casa larga que tenía distintos de departamentos. En uno de esos departamentos
vivíamos nosotros con dos piezas, una cocina y nos bañabamos en una tina que
teníamos debajo de una canilla y cuando no me bañaba ahí, me bañaba en el arroyo
Maldonado.
En el conventiyo
vivíamos nosotros, un librero llamado Gleizer -editor y descubridor de muchos
poetas argentinos- que tenía la librería al lado, un pianista que se llamaba Juan
Sassone y vivía una familia, Gregorio. Yo iba a jugar al billar con uno de los miembros
de la familia. El patio era un lugar en donde se encontraban y conversaban de las
cosas comunes del día, conversaban de muchas cosas, sobre todo las mujeres… Pero
después también se armaban milongas
-bailes- y yo las he visto donde
a la nochecita se reunían todos. Salían todos: salían las mujeres, salían los
hombres y se ponían a bailar. ¡Fenómeno era! Yo era pibe y me gustaba. Yo, por
mí, hubiese seguido viviviendo en el conventiyo hasta ahora.”
Pugliese
habla con el acento del barrio, su voz es inimaginablemente afinada, aguda,
pero encuentra su mejor forma de expresión en nuestra manera de hablar
cotidiana, nuestra manera de hablar de cuando estamos en confianza. Pugliese
usa esas palabras de entrecasa, de familia:
"Yo
tocaba el violín de oreja. El piano que me trajo el viejo fue un cachivache,
pero me lo compró. Yo trabajaba en una imprenta de tipógrafo y cuando salí del
trabajo, voy a mi casa y me encuentro con el piano y digo: “«Papá, ¿qué es
esto?» «¡Esto es para vos. Tengo un hijo violinista, otro hijo violinista…¡No!
¡Va a estudiar el piano!». Yo tenía catorce años. Ahí empecé a estudiar. Mi padre
tocaba en los cuartetos y mi vieja estaba en la cocina. Tocaba en los bailes,
en el Bel
Paese en la calle Olleros, al lado de una
comisaría, tocaba en la General Paz,
en la Mariano Moreno, tocaba en la
colonia italiana con los cuartetos. Inclusive yo, cuando empecé a tocar el
piano, me llevaba a tocar y ahí me decía: «Vos
tocás el piano, pero no te olvides de que estás tocando y están bailando, mirá
los pies de los bailarines… Si los pies de los bailarines van bien, vos vas
bien, pero si los pies de los bailarines van mal, vos mandate a mudar, no
toqués más.»
Yo he visto
bailar el tango en las esquinas entre hombres: un tipo se lo enseñaba a otro.
Ésa era la razón de que lo bailaran entre hombres. Lo vi bailar incluso entre
dos vigilantes…
Yo
empecé tocando El apache argentino, El cachafaz,
Independencia, El choclo, El caifaz. El público iba
a vernos [la voz se le pone redonda, llena de la
satisfacción del recuerdo] eran tangueros
mil por mil, mujeres y hombres, chicas, viejos y grandes, con barba y sin
barba. Eran porteños con melena, bien pintados y las chicas se vestían con
polleras cortas, angostas, bien milongueras.”
A Pugliese se lo conoce como uno de los
presursores del modernismo en el tango a raíz de su tango Recuerdo, de 1924, un tango con un desarrollo melódico imprevisto
para la época, con tres partes melódicas de un absoluto preciosismo, con un juego
de melodía y contramelodía característico en la segunda parte y con una
variación que fue una de las primeras que se implantaron en el tango. Recuerdo es junto con La yumba, su tango más conocido.
"Yo tocaba en un café que tenía el nombre de La Chancha, a media cuadra del Arroyo Maldonado, que
no estaba entubado. Le decían el café de La Chancha porque todos los sábados venía un tipo vecino con unos amigos, eran
seis, siete, diez amigos, entraba con la guitarra, ponía las mesas a lo largo,
ponía el vino y dele cantar y se mamaba.”
Yo lo interrumpo y le pregunto si ese era La Chancha del que habla la poesía de Julián
Centeya: "... tiempos de La Chancha
que se lo lastraron en Boedo ... "
-
"Sí, yo no lo vi más. Lo mataron de
una puñalada. Después de un tiempo, cuando tocaba en el Teatro Victoria, cuando íbamos con el bandoneonista Alfredo de Franco los dos en un
coche y pasamos por ahí me dijo, cerca del café: «Mirá aquí lo mataron a La
Chancha de una puñalada.» ¡Era Carnaval!...”
Sale de su laberinto, continúa:
“Cuando
tomaba el tranvía 96 para ir ahí, ahí se me ocurrió una melodía que es la
primera parte del tango Recuerdo. Bueno, la
retuve en la memoria porque todavía no sabía escribir y cuando llegué a mi
casa, a la mañana siguiente empecé a garabatearlo en el piano. Así fue
surgiendo la segunda cuando yo me mudé del conventillo de la calle Triunvirato
[actual Corrientes] donde vivía cuando trabajaba en el café de La Chancha a una casa de
familia de la calle Gurruchaga. Recuerdo no fue hecho de inmediato… Esas cosas de pibe
que uno tiene en la cabeza y después lo terminé en el año 24 que se me ocurrió
ponerle la variación.”
Julio
De Caro, que marcó una etapa en la historia del tango a tal punto que se habla
de tango predecariano y postdecariano, dice: "Recuerdo es un tango del año 3000. Tiene un concepto
moderno en su armonía, en su desarrollo melódico, en los colores del sonido, en
las tonalidades de las fiorituras de los bandoneones, en los arpegios. La
variación que le agregó después le da un gran impulso. Es un baluarte."
Recuerdo
tiene además una historia íntima que Pugliese cuenta con la comprensión que un
hombre que esta de vuelta en el camino de la vida tiene por las aventuras
juveniles:
“Yo
había hecho Recuerdo en 1924 y había
hecho una gira en el 27, 28 con una compañía que se llamaba Su Majestad, el Tango con la orquesta de Pedro Maffia, con
Libertad Lamarque, un actor, un dúo folklórico, un bailarín y un recitador. Recuerdo estaba teniendo un gran éxito y yo recibo en Rosario una carta de mi
padre intimándome para que vaya a Buenos Aires urgentemente. En esa carta me
puteaba... Nunca recibí tantos insultos y puteadas de mi viejo ¡Jamás! Era un
hombre que me dejaba hacer lo que quería… Bueno, me fui rajando de Rosario para
Buenos Aires y me empieza a insultar de arriba abajo. «Pero, ¿qué pasa? Decime
lo que pasa…» «¿Còmo qué pasa? Sos un idiota… Resulta que en un baile a una
chica las sacó alguien a bailar, se la afiló y parece ser que se portó mal y me
habían citado a mí en la Comisaría 21 y el viejo estaba completamente
enardecido. Bueno, me hago presente en la comisaría, me mira el oficial, había
un sillón, una señora y una chica y dice: «¡Aquí está! ¿Es éste?» La chica
dijo: «No, éste no es!» ¿Qué pasaba? Que había uno que vivía enfrente de donde
yo vivía y mientras que estaban bailando, tocaron el tango Recuerdo y le dijo: «¡Ése tango es mío, yo soy el
autor!» Yo me llevé un disgusto, pero despuéss el viejo se quedó tranquilo, la
familia se quedó tranquila…”
Lidia,
que sigue la conversación con atención y solicitud, agrega:
“El papá y los
hermanos que eran músicos y cada día le insistían en que les tocase el tema en
el piano porque veían que había algo que estaba surgiendo, algo distinto que se
iba formando hasta que él realmente termina la obra en un momento en que no
había trabajo para su padre que era flautista porque se empezaba a tocar sin
flauta. Entonces el padre sin trabajo empieza a vender partituras musicales. Osvaldo,
que era un muchacho, le dice: «Mirá, te gusta tanto el tango, editátelo.» Y se
lo da al padre, pero fue un tango que empezó a tener tanto éxito que el papá le
dijo: «No, vení, vamos a ir a registrarlo. El tango es tuyo, vos sos el autor
del tango.» Y es así que hay una primera edición del tango que dice A. Pugliese
y después recién cuando el tango tiene registro legal aparece el nombre de él.”
Recuerdo tiene una letra que se la pone Eduardo
Moreno, poeta y periodista, "otro amigo de Villa Crespo”. Una mujer,
Juanita Monteamor, fue la primera que lo grabó con texto, aunque hay muy pocas
versiones cantadas. La letra original, mezcla de un romanticismo tardío con
referencias a temas y situaciones típicas del tango a la que luego se le agregan
una parte para la variación, aparece absolutamente castrada en las versiones
cantadas e impresas. La única versión grabada completa es la de Carmen Duval
que incluye la variación. La última versión de Pugliese con Jorge Maciel reduce
totalmente el texto. La razón del Maestro con respecto a esto es un misterio.
También es un misterio el por qué su orquesta interpreta muchos tangos como Los mareados y La mariposa, famosos por sus letras, sólo instrumentalmente.
“Antes de Recuerdo yo toqué la Paquita Bernardo en bar Domínguez. Con la Paquita Bernardo vi desfilar a todos los músicos de Buenos
Aires, querían verla.”
Con
Paquita Bernardo ganaba siete pesos por día y el maestro de piano le dice que
le vendría bien trabajar en el cine para estar practicando todo el día y él
sacrifica siete pesos por día para pasar a ganar cuarenta por mes, por el deseo
de aprender.
Por
encima de la parte económica, “como buen
hijo, tocaba en el Café y a la mañana venía y le decía: «Vieja, tomá!»”
Tocaba en el
cine Los Andes en la calle Federico
Lacroze. Su mejor memoria de aquel entonces es cuando se produce la pelea de Dempsey
y Firpo:
"Yo me la
vi como cuarenta veces y cuando viene el momento donde Firpo lo tira fuera del
ring, se acabó el piano! ¡La patada arriba de las teclas! Venía el acomodador,
me encendía la linterna y me decía: «¿Qué estás haciendo? ¡Tocá el piano!» «¿Y
qué estoy haciendo?» le contestaba mientras saltaba sobre el teclado.
Yo
toqué en el café ABC
de la calle Canning y Rivera con un
cuarteto, con músicos ya probados en el centro, el bandoneón, Enrique Pollet,
el violín, un tal Perrone que no lo vi más y el Rengo Marquiano que le faltaban
las dos piernas!” [“¡Lindo rengo!, digo yo.]
En el ABC lo
escucha Pedro Laurenz y se lo lleva a Julio de Caro que es el primero que graba
Recuerdo.
"Y de ahí pasé al café El parque en la calle Talcahuano y Lavalle con Enrique Pollet de bandoneón, De Grandis
de violín y el Zurdito Franco que tocaba con la mano izquierda y ahí me viene a
ver Pedro Maffia y ahí comenzó mi carrera como carrera como pianista de
Orquesta Típica.
El
tango era muy popular, daba de comer a mucha gente entre otros a las mujeres y las
mujeres formaban sus propios conjuntos y existían cafés donde había orquestas
de señoritas. Pero en los cafés de Buenos Aires, por ejemplo, en Carlos
Pellegrini y Avenida de Mayo en el café Colón
había orquestas de señoritas.”
La
primera orquesta es de agosto de 1939. El primer cantor fue Amadeo Mandarino,
que después fue a trabajar con Troilo, después Rubino, Gautier, Olmedo, poco
tiempo, Chanel, que se retira de la orquesta diez años después en el 49, y
Alberto Morán. Después debuta Cobos, Vidal, Maciel. Ante la pregunta sobre en
qué momento de sus cincuenta años de orquesta típica sintió la orquesta como más
propia, responde: "Cada minuto, cada
nota, cada escritura, cada actuación es el corazón y la mente que uno pone ahí,
todo momento.”
Pugliese mantiene un eje rítmico
absolutamente armónico en una orquesta donde él es el único
"anciano", una orquesta en donde permite la iniciativa y la creación
privada: Roberto Álvarez es, además de primer bandoneón, arreglador y
compositor, autor de Chacabuqueando,
el segundo bandoneón, Alejandro Prevignano, es autor de Ensayando, el segundo violín, Diego Lerendegui es arreglador y además
es el director de una orquesta de mujeres, Papirusas.
A Pugliese le gusta trabajar con los jóvenes,
"…si es con chupete, mejor!” La
orquesta está formada con un gran porcentaje de gente joven salida del taller
de la orquesta: un primer violín de veintisiete años, Fernando Rodríguez,
amante de la poesía, Diego Lerendegui, de veintiocho, un tercer violín, Gabriel
Rivas, de veintitrés, lector de Roberto Arlt en los ratos libres, un
bandoneonista de diecisiete años, Héctor de Curto, un violoncello -el último en
integrarse en la orquesta- de veintiséis años, Patricio Villarejo, y un cantor
de veinticinco, Adrián Guida, que se siente tanguero de los tiempos viejos y que
desarrolló en los nueve años que lleva con Pugliese, toda una personalidad
interpretativa. La veteranía y la experiencia se reparte entre Álvarez,
Prevignano y Lapinta, bandoneonistas, Merei Brain, viola, Amílcar Tolosa,
contrabajo, y Abel Córdoba, que desde hace veinticinco años es cantor en la
orquesta. Todos, sin excepción, se sienten privilegiados de formar parte. Unos
más, otros menos, todos, independientemente de la edad, se sienten tangueros de
ley, todos sienten al tango como algo más que la música que interpretan. Todos lo
sienten como una manera de vivir, de pensar, de sentir. Paradójicamente casi
ninguno baila el tango que llevan en el alma.
Ante la perspectiva de que la orquesta deje
de actuar, las respuestas de los integrantes son variadas. Nadie sabe si
alguien puede cumplir el rol de aglutinador de Pugliese. Todos están
convencidos de que tienen que seguir con el tango, juntos si fuera posible, o
separados.
La angustia por la inseguridad económica de
los argentinos puede también determinar el futuro: mantener una orquesta típica
es casi imposible. Muchos de los músicos tienen dos trabajos para sobrevivir, a
veces en cosas afines a la música, otras, no. Además de la inestabilidad económica
la figura de Pugliese es determinante. Algunos piensan que no se podría sin él
hacer mantener esa coherencia interpretativa, otros piensan que de cualquier
manera, Pugliese es una escuela.
Pugliese mismo se niega a reconocerse como
creador de una escuela, de un estilo y se minimiza: "Yo soy vendedor de diarios. Yo no represento nada.”
Lidia acota que a Pugliese lo único que le
interesa de su fama es en función de los sueños de sus padres y cuenta en forma
conmovedora esta anécdota: “La madre
sabía, dentro de su humildad, que los grandes artistas argentinos, los grandes
artistas mundiales iban al Teatro Colón,
entonces, cuando él era jovencito y tocaba el piano, ella se ponía en el marco
de la puerta y le decía: «¡Al Colón! ¡Al Colón!»”
Con el paso del tiempo el público repitió,
multiplicado, infinidad de veces, ese grito que es una manera argentina de
reconocer el talento y los méritos de un artista, ya que el Colón es el mejor teatro argentino y uno
de los más conocidos del mundo.
Y en 1985, cuando su madre ya no estaba,
cuando la multitud de pie, ya dentro del Colón, en el límite del paroxismo,
aplaudía su triunfo repitiendo enardecida: «¡Al
Colón! ¡Al Colón!»”, Osvaldo Pugliese, con su vocecita dijo: “Con el permiso de todos ustedes, quiero
dedicar este recital a mi vieja…”
Ya al final
Pugliese sintetiza:
"Yo me siento un trabajador de la música popular, minga de
sentirse artista, minga de maestro, ni ningún tíitulo que le otorgue a uno
cierta personalidad, cero al as, absolutamente nada, laburante de la música
popular, punto. Ahí estoy yo, en otra tesitura no, primeramente que no me
siento… segundo, que no voy a desestimar la labor de otros profesionales que
son tan dignos y muchos han hecho mucho por la música popular y le voy a
nombrar: primera etapa, los principales: Villoldo, Bevilacqua, Saborido. Otra etapa
más: Arolas, Bardi, Cobián. Otra etapa más: Firpo, Canaro, Fresedo. Viene la etapa
decariana: De Caro, Maffia, Laurenz. Viene
la etapa del cuarenta: D'Arienzo, Di Sarli, Aníbal Troilo, aparte que hay otros
y el que habla también aparece en esa etapa. Después viene la etapa progresiva
técnicamente: Piazzolla, Rovira, Salgán.”
"De cualquier modo -es mi
última observación- Pugliese es en este momento una escuela, un bastión, un símbolo
del tango."
Con
dificultad y cansancio finalmente me oye:
“¿Qué escuela, qué símbolo? Un rasca cualunque."
Y se
queda callado, ensimismado, como atado a su pasado, a su destino... y en el último
silencio, su madre recostada en el marco de la puerta y el eco atronador, cóncavo
de la multitud: ¡Al Colón! ¡Al Colón!"
® © Ana Sebastián, Amsterdam, 25-6-89.
Publicado en VPRO Gids 42 21 t/m 27 october 1989.
Fotos: Ronald Hoeben.
Ilustraciones: Jola Hesselberth.
VPRO OMROEP.
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