lunes, agosto 22, 2011




Con pañuelo, María Antonia Berger. A la derecha con el mechón sobre la frente, Alberto Camps, al lado de Nasserito.







“Serás lo que debas ser y si no, no serás nada”

Muchos se preguntan -incluso yo- por qué no se celebran los nacimientos. En realidad no tenemos en cuenta que, desde muy antiguo, la muerte es para muchos un paso a la inmortalidad del alma, aun para quiénes, como San Martín, fueran considerados masones. Por eso que las efemérides patrias tienen ese tinte de necrofilia. Aunque la efeméride de San Martín pasó el miércoles, se tendría que conmemorar hoy. Pero, no. Fue. No sé si en alguna escuela se conmemoró. En las que suelo concurrir de noche, parece que sólo hubo al menos una pequeña cartelería. Me vienen a la mente nuestros actos patrios -todos en invierno en escuelas sin estufas y en salones inhóspitos o en patios con escenario sin ningún recoveco en qué meterse que no fuera la galería de las aulas que daba a ese patio cuadrado. Y todos íbamos sin falta. Y me viene a la memoria que uno de mis primeros poemas fue publicado en la modesta revistita de la Escuela Nª 15 C. E. 15 -ahora llamada Dominguito- de Echeverría entre Triunvirato y Ávalos. Un poema laudatorio a San Martín que se perdió en la papelería de esta casa, que tal vez guarde mi viejo o haya quedado en el maletín de cocodrilo que el 27 de agosto de 1977, antes de partir para el exilio le diera a un pariente con algunas cosas valiosas para mí: justamente ésas. Siempre me atrajo la figura de San Martín y su epopeya e incluso algunos detalles de su vida personal: su asma, su tenacidad, su sentido del humor, su renunciamiento. En casa siempre hubo una gran literatura histórica y especialmente sanmartiana. Y en las épocas en que nos creíamos héroes usábamos esa frase de su proclama al Ejército de los Andes: “La guerra la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar. Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que trabajan nuestras mujeres y si no andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres, que lo demás no importa nada.” Por eso cuando un diplomático una vez nos comentó que no se mencionaba el hogar de su muerte, Boulogne-sur-mer, en el ambiente diplomático porque había que tocarse las partes íntimas, es decir, traía mala suerte, pensé que seguramente se les aparecería el fantasma sanmartiano con ese patois que mezclaba el acento de Buenos Aires con el francés -según cuenta Alberti cuando lo visitó- (lo que negaría el acento gallego que todos le ponen) y los agarraría de las patas por lo que se debería haber hecho y no se hizo o simplemente por ese: “serás lo que debas ser…”

Hoy, sin embargo, en mi radiozappingmanía, no encontré casi alusiones a San Martín y -raro- tampoco al día del Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951 en que Eva Perón anticipara al pueblo convocado en la 9 de Julio lo que el 29 anunciaría por cadena nacional, su renunciamiento “a los honores, no al puesto de lucha”.

Por otro lado, una serie de pelagatos de radio hablaban como si supieran de qué se trataba del 22 de agosto de 1972 en que los presos de Trelew se levantaron en la base Almirante Zar y los que no pudieron huír primero a Chile y después a Cuba fueron fusilados con tres sobrevivientes: María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo René Haidar. Hablaban llamando a la lucha y a la victoria.

Y ese día gris volvió y aparecieron personajes, nombres, anécdotas simples, graciosas, trágicas, melodramáticas, historias envueltos en brumas de memorias y de olvidos, una cabalgata y me preguntaba qué decían los que estaban hablando con sus consignas vacías para demostrar que son alguien, algo. Y me acordé de esas cabalgatas de caballos amarillos que se aparecían en mi mente con tantos personajes con nombre que todos nombran como si los hubieran tratado y tantos sin nombre.

Y pensé en las camadas de estos personajes caretas que no renunciarán a nada porque hablan simplemente porque tienen la lengua suelta. Hablan… hablan… hablan… Señal de que no cabalgaron!!!!

©® Ana Sebastián, de Memorias impertinentes.


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