Nuestra definición existencial
fragmentada y con otras reflexiones...
Siempre comienzo mis clases sobre materias tangueras parafraseando a Duke Ellington y diciendo que el tango es la única cultural original que Argentina le dio al mundo. Y ahora le agrego una cita de mi amigo, el escritor polaco Riszard Kapuzcinski: “para comprender la propia cultura hay que comprender antes las otras”. La identidad se realiza en concordia o en confrontación con la alteridad.
Por mi experiencia universitaria en Buenos Aires cuando estuve en la Universidad Nacional y Popular acompañando a Paco Urondo, a Héctor Schmucler, a Ángel Núñez, a Aníbal Ford, a Eduardo Romano, a Jorge Rivera y por la extranjera como docente en Utrecht y Amsterdam, puedo decir que dictaba Tango -como expresión cultural, su lengua, su desarrollo, su poesía- a nivel universitario en la Gemeente Universiteit van Amsterdam desde 1982. Hace mucho... mucho antes del revival del tango. Puedo decir que, después del revival, personas como Karel Kraaienhof -con quien íbamos junto con Luis Labraña y Juan Tajes de gira por los Países Bajos y Bélgica cuano él empezaba a tocar el bandoneón- logran dar cátedra bandoneón y tango en la principal escuela de Altos Estudios de Música de Europa, la Hoge Rijksschool van Utrecht.
Me parece cualquier esfuerzo mancomunado por quienes saben y por quienes quieren al tango para hacer del tango un estudio superior es válido. Con estructuras y requisitos pertinentes. Pero sin demagogias sin banderías políticas, por favor.
Se superaron muchas barreras, muchos cambios y muchas desilusiones. Y lo importante no está en triunfar sino en seguir.
Finalmente... si la identidad no fuera como la lengua, como la cultura... nunca acabada, si no fuera como el río de Heráclito..., si, a pesar del movimiento y del cambio constantes, no tamizara rasgos que van quedando impresos, sedimentados, cuya sumatoria nos deja esa marca, ese sello, nuestra impronta porteña, la huella que dejaremos.
Si no fuera de ese modo, el tango no sería ese fenómeno original que nos caracteriza y determina, que nos señala y nos personaliza, nuestro signo identificatorio, nuestro puerto cultural más reconocido, nuestra puerta más auténtica al mundo, nuestra identidad y nuestra alteridad, nuestro ser y nuestro no ser, nuestro yo y nuestro nosotros... que a menudo sabemos más de intolerancias que de concordias...
Si no fuera así el tango no sería esa “posibilidad infinita”..., nuestra definición existencial bajo este cielo celeste celeste, bajo este cielo fullero con la cruz del sur.
© ® Ana Sebastián, 11 de diciembre de 2010.
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