De Buenos Aires vengo
no traigo Plata
pero traigo narices
para mi chata.
Mi suegra no me quiere
porque no tengo
palacio en Mendoza
y otro en Palermo.
Yo subí a tu ventana
por darte un beso
vino la recogida
y nos mete presos.
Mi suegra que en paz descanse
en tiempos fue turronera
por eso tiene su hija
tan dulce la delantera.
Estas coplas me las había mandado Raymond Arredondo poco antes de que su padre, Ramón, se muriera y yo las había perdido en el despelote de papeles.
Son coplas antiguas y pícaras, algunas quevedianas, que una vez nos supo recitar Don Ramón de visita en Amsterdam.
Los rotspaniers, como llamaban los nazis a los republicanos que habían inaugurado los campos de concentración en Francia, endulzaban con estas coplas sus noches en las costas de Argelés sur Mer o de Collioure en donde moriría Antonio Machado.
Quede aquí este signo vital y humano aún en la desventura mayor. Queden las coplas que supieron animar a los desamparados, en segundo homenaje al padre de mi amigo y a Antonio Machado que no pudo soportar el desarraigo ni aún ante ese cielo y ese mar que supo tan bien pintar Henri Mattisse y que fuera para él la antesala soleada de la muerte.
Y quien tenga una imagen de los Coillioure de Mattisse que me la mande así la agrego.
no traigo Plata
pero traigo narices
para mi chata.
Mi suegra no me quiere
porque no tengo
palacio en Mendoza
y otro en Palermo.
Yo subí a tu ventana
por darte un beso
vino la recogida
y nos mete presos.
Mi suegra que en paz descanse
en tiempos fue turronera
por eso tiene su hija
tan dulce la delantera.
Estas coplas me las había mandado Raymond Arredondo poco antes de que su padre, Ramón, se muriera y yo las había perdido en el despelote de papeles.
Son coplas antiguas y pícaras, algunas quevedianas, que una vez nos supo recitar Don Ramón de visita en Amsterdam.
Los rotspaniers, como llamaban los nazis a los republicanos que habían inaugurado los campos de concentración en Francia, endulzaban con estas coplas sus noches en las costas de Argelés sur Mer o de Collioure en donde moriría Antonio Machado.
Quede aquí este signo vital y humano aún en la desventura mayor. Queden las coplas que supieron animar a los desamparados, en segundo homenaje al padre de mi amigo y a Antonio Machado que no pudo soportar el desarraigo ni aún ante ese cielo y ese mar que supo tan bien pintar Henri Mattisse y que fuera para él la antesala soleada de la muerte.
Y quien tenga una imagen de los Coillioure de Mattisse que me la mande así la agrego.
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