San Valientes
"El hombre valiente no es el que no siente miedo,
sino el que es capaz de dominarlo."
Nelson Mandela
"El corazón tiene razones
que la razón no entiende..."
Blaise Pascal
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Amanti - Bruno Bruni
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La verdad es
que el 14 de febrero de 1973 no existía San Valentín en el calendario de
festejos nacionales y mucho menos para mí.
Sólo sabía que esa noche, a eso de
las 9, vos ibas a venir a casa con el cuñado de Caracha para
que se encontraran ya que no se veían desde hacía mucho, desde antes de que su
hermana, Gabriela, La Rata, cayera
presa.
Se encontrarían en
el 4º C de Rojas 125 en donde vivíamos desde hacía casi un año, desde ese día
en que no sé por qué motivo me había encontrado con el Churi Escribano que,
saliendo de su laconía habitual y a sabiendas de que no andaban bien las cosas
con vos, me había convencido de que yo y nadie más que yo era realmente el amor
de tu vida y que tenía que alquilar ya un departamento e irnos juntos.
Que el Churi me
hablara así, él, que era tan discreto, tan introvertido, al menos conmigo, me
hizo terminar arreglándome con vos y alquilando ahí a metros de la estación
Caballito.
Eso debió haber
sido en abril del 72, un mes antes de que muriera con el Negrito Burgos en
Turdera el 29 de mayo.
Y yo siempre diré
que tenemos un hijo gracias a esa conversación con el Churi que no sé siquiera
dónde fue... Las cosas del olvido...
Ese 14 de febrero
yo había ido ya al Mercado del Progreso
y había comprado todo lo necesario para la cena con ensalada rusa, fiambre,
canelones de verdura hechos por mí en el horno de ese monoambiente que apenas
tenía una ventanita hacia el contrafrente en pleno febrero, muerta de calor.
Todo en ese día tórrido.
Yo, embarazada de
siete meses...
Caracha vino puntual.
Conocía la casa
por casualidad porque te había entrar una noche y vos habías hecho esa cita
para ese miércoles 14 de febrero fatídico.
Cuando pasaban las
horas y vos y su cuñado no aparecían, yo me empecé a preocupar.
Caracha trataba de
calmarme diciéndome que vos seguro te habías olvidado o que algo te había
atrasado o que se te había atravesado una paloma en el parabrisas. Eso, haciendo alusión a la vez que vos
llegaste tarde a una cita porque cuando ibas sin intención atropellaste a un
pajarito y trataste de salvarlo y como murió te viniste a mi casa de Pampa a
enterrarlo. De ahí que dos por tres te cargaran -como se decía
entonces- te gastaran con la palomita. Yo le contestaba que algo había
pasado, que si la cita hubiera sido con vos solo, podría ser que te demoraras,
pero vos habías armado ese encuentro entre cuñados, no me hubieras pedido que
me esmerara en la cena, que todo estuviera listo. No, de ninguna manera te
habías olvidado.
A eso de las dos de la mañana comimos un poco de ensalada rusa y no sé si
probamos los canelones. Caracha se quedó a dormir en una de las dos camitas
mellizas que me había regalado una compañera de Letras y que habíamos ido a
buscar con Diego, antes de que a él lo mataran el 8 de marzo del 1971 y que yo había
pintado de rojo casi bordó.
A la mañana,
Caracha se fue temprano y me dio un teléfono para que lo llamara.
Yo me quedé, me
bañé, prendí como siempre la radio y de pronto escuché: “Se desmiente que en Tortuguitas hayan detenido al asesino del Gral.
Sánchez!”
¡Chau!
¡Suficiente!
Me puse el vestido celeste mini que mi mamá me había hecho para mi embarazo y
agarré el bolso marrón de cuero suave que vos me habías comprado para
reemplazar al otro verde y negro que se había arruinado en enero
cuando -camino de Villa Gesell a Mar del Plata- nos habíamos caído a
un río creo que con el mismo Peugeot que todavía usabas y a mí me había tenido
que sacar por la ventanilla un marino del Liceo Naval que habíamos levantado
haciendo dedo en el camino. Agarré el paraguas Knirps chato que me habías
regalado hacía dos semanas y media antes para mi cumple, dos
bombachas -porque corpiño no usaba-, mis documentos y un 38. Apagué la luz
y cerré la puerta.
Llamé a Caracha al
mediodía desde un teléfono que había en el bar de Bacacay y la vía y le conté
lo que había oído y que iba. No existían ni los celulares ni los teléfonos
fijos y si alquilabas o comprabas con un teléfono fijo tenías pagar mucho más. ¡Sólo
públicos! Y que anduviesen…
Hice tiempo hasta
la cita que teníamos a eso de las 6 ó 7 de la tarde para ir al primer acto
abierto de la Juventud Peronista en
la Cancha de Atlanta. No me
acuerdo dónde. Tal vez en el bar de Dorrego y Corrientes con Rolo, con Mara,
con Rubén y con el Negro Pedro que supuestamente era nuestro responsable o
irresponsable. Cuando le conté la
situación y le dije que seguro habían caído en Tortuguitas vos, Paco Urondo,
Lilí Mazaferro, Juan Julio Roqué –Mateo-, Claudia Urondo, que estaba
embarazada, su compañero el Jote Konkurat y tal vez otros... El negro Pedro con
su sonrisa canchera habitual me respondió:
“¡’Tás loca!
¡De ninguna manera! Lo más factible es que se haya quedado a dormir con otra
mina!”
El cinismo era su rasgo
pertinente...
A lo que yo
contesté: “Si pensara que no vino porque estaba con otra mina, no
vendría a preguntarte justamente a vos!”
El Negro Pedro
seguía sonriendo sobrador como seguía cuando lo encontramos en Amsterdam y como
seguirá por la vida hasta el día de hoy! Pedro las sabe todas...
«¡Ah, y además...
a Atlanta no voy ni loca!» le dije.
El Negro Rolo me
llevó aparte y me dijo que si los esperaba hasta que terminara el acto a él y a
Rubén [del que hasta ahora no conozco su nombre y ojalá esté vivo] que compartían
el mismo departamento, me llevaba
compartimentada a dormir a su casa.
Los
esperé en la Confitería Jockey Club
de Cerrito y Sarmiento hasta no sé qué hora de la madrugada. Yo, con el vestido
celeste mini, la panza, el bolso marrón con todas mis pertenencias, entre ellos
el 38 y el Knirps chato.
Me
pasaron a buscar y me llevaron con los ojos de oveja cansada entornados a su
departamento. Comimos algo.
Rolo me dejó su
cama que estaba en el dormitorio al lado del baño y se fue a dormir al comedor
con Rubén.
Al día
siguiente me tenía que ir con ellos temprano y yirar por la ciudad hasta que
salieran del trabajo.
Mientras llamé a
mi vieja y la cité con todo tipo de precauciones en el Hospital Tornú.
Mi padre tuvo
que ir a Rojas a ver en qué condiciones estaba.
Siempre cuenta
que, cuando fue a abrir el departamento, oyó un ruido y su esfínter se puso muy
nervioso. Además tuvo que tirar los canelones podridos y todo lo que había ahí.
Mi padre, por esa época, no sabía ni
hacerse un té ni cocinarse un huevo frito. Me imagino, pobre, su angustia....
Pero lo hizo....
Cuando
fuimos a la nueva cita, el Negro Pedro tuvo que admitir que habían caído y que
él me había contestado así porque la mañana anterior Marcos Osatinsky había
pasado por la casa de Paco en 11 de septiembre y no había visto nada raro...
Siempre lo mismo: vale la voz de los superiores!!!
No había pasado
nada todavía en 11 de septiembre.
Había pasado
en Dixie, en Tortuguitas!!!
Como
no habían sido declarados como prisioneros y nadie sabía nada ni dónde estaban
ni qué había pasado... nosotros, con Rolo y Rubén, empezamos a llamar a los
diarios a decir los nombres de ustedes y que se temía que estuvieran «secuestrados».
[«Desaparecidos» apareció después de que
Jimmy Carter vino a la Argentina en septiembre de 1977 y es una traducción de missing que nosotros oímos por primera
vez después de nuestra salida del país]
Una semana más
tarde, ante una acción armada del ERP en Córdoba, recién los blanquearon.
Al menos sabíamos
dónde estaban y tu familia te podía ir a ver: tu vieja, Cata y tu hermano
Jorge.
Oficialmente
yo no era tu mujer.
Un día me citó la
Gorda Amalia que estaba por encima del Negro Pedro en la Pizzería San Carlos de Rivadavia y Medrano.
Fui con Rolo
y mandé al frente a Pedro que me había tomado por boluda.
La Gorda prometió
una reunión.
Después Rolo me
hizo notar que en la mesa de al lado estaba justamente Marcos Osatinsky. Yo,
como siempre despistada para las caras, ni me había dado cuenta.
Cuando
se hizo la reunión con Amalia en el departamento de Rolo, yo estaba
descompartimentada porque un tachero un día que me llevaba Rubén repitió tanto
el nombre de las calles que terminé despertándome. Vivíamos en Aguirre y Gurruchaga.
Terminada
la reunión que fue un jolgorio de mis habilidades diplomáticas, la Gorda Amalia
pidió hablar conmigo a solas un momento. Raro en ella que era una persona muy
seria.
Yo pensé que se me
venía todo encima justamente porque en la reunión habíamos empezado en ronda
por un lado con Rubén y Rolo y terminé yo como para dar el tiro de gracia.
Cuando
pasamos al dormitorio, Amalia me contó que había hablado con Lilí -a la
que ya habían puesto en libertad junto con Claudia, la hija de Paco-. Y
ahí me dijo que Lilí había compartido con vos un viaje en celular, de o a
Tribunales, y que vos le habías pedido que, ante cualquier eventualidad, me
dijera que era yo a la que querías. Y eso me lo estaba diciendo la Gorda Amalia
con toda compinchería de casi adolescentes, a mí, con mi panza casi
reventando... Increíble.
La Gorda
Amalia a la que sólo la volvería a ver muy pocas veces más... De ese lugar que fue mi refugio hasta que
me fui poco antes de parir a lo de Berto, el amigo-hermano de mi familia, que
me tuvo en su casa de Arribeños en el fondo y que le pidó a su hija adolescente
Susi que me dejara tranquila, que no me molestara, antes de irme a Campana, a
Floresta a lo de mi tía Sara para que de ahí me llevaran a la Sardá en donde me
atendió Alfredo Otalora, compañero al que me había llevado Norma, la mujer del
Negro Juan Sosa a que me atendiera cuando vos estabas adentro.
Este
año nos saludaremos especialmente para San Valentín y te reíste cuando me
dijiste que era sólo por San Valentín y no por ese 14 de febrero de hace ya
tantos años.
Pero nos
vendrán siempre esos fantasmas del 14 de febrero.
Los buenos y los
malos. Los valientes y los cobardes.
Los que me
hicieron bien y mal.
Nasserito, que tenía una
cita conmigo y mandé a Mecha -que ya no está- a avisarle al bar de
enfrente del Parque Lezica: «Cuando lo veas no te vas a confundir, sólo
puede ser clandestino en el Sahara...»
Y Mecha lo
reconoció y le avisó.
Y después fue a
llevarle unos anillos a tu hermano a Antequera, porque él militaba de antes con
nosotros y conocía Antequera, para que los vendiera y te llevara algo a
Devoto.
Y después del 25
de mayo cuando lo volví a encontrar estaba asombrado de la inteligencia de la
compañera que le avisó por cómo lo reconoció. Y él era un Arafat chiquitito...
¡Cómo no lo iba a reconocer!
Todos
esos fantasmas que están y que no están.
Norma, la mujer de
Juan, el mismo Juan Sosa, Rolo -Ricardo Aragón- que murió en diciembre del
76 que dejó una hija y unos padres huérfanos de él, Rubén del que sólo sé que
era de Azul, la Gorda Amalia haciendo de Cupido conmigo...
Y otros como
Mecha, Berto, el único peronista aceptado en mi familia y al primero que
le conté de mi militancia, Lydia, su mujer que murió tan joven y él se murió
detrás dejando una hija, Susi, mi prima postiza...
Paco, que hacía las críticas a los poemas que
yo te mandaba por Pedro, tu abogado, mi tía Sara que me tuvo hasta antes de
parir y después y mi tío Segundo y mis primos... mi madre que esperaba con
locura a ver qué salía de ese parto tan largo en la Sardá mientras Otálora me
visitaba a ver cómo estaba... y ese nacimiento de un bebé cabezón... y tu
hermano Jorge viniendo a sacarme fotos, cosa que no era usual porque no
existían las selfies para llevarte a vos a Devoto.... y tu madre que te llevó a
Mariano a la Cárcel el viernes antes de que salieras y en realidad lo hizo
entrar por la hermana de Gustavo Stenfer, como si fuera hijo de ella...
Y vos lo
reconociste inmediatamente a ese cabezón que tenía tus mismos dedos...
Mariano ya no está. Vos contaste esto el día de su entierro...
No hay lágrimas que alcancen para llorarlo.
Fue un valiente desde adentro de la panza.
Y valiente es su novia, su compañera que lo lleva con ella permanentemente y que hoy, mientras muchos festejan San Valentín, está con su perrita seguramente buscándolo en el cielo...
Este
post del 2011 actualizado es para los valientes que se juegan por sus amores,
por sus seres queridos, por sus animalitos que a menudo saben dar más cariño que los humanos, por lo que creen que es bueno para los demás...
Y también para vos, San Valentín, no sea cosa de que te pongas celoso...
Y es para vos, Eros - Cupido, también,
porque la mitología grecorromana nos recopa!
©® Ana Sebastián, Memorias impertinentes.