viernes, febrero 13, 2015


Ignacio Corsini  *


         Si hay algo que nos puede trasladar a la infancia es un aroma, una flor, un ambiente, un color, una melodía, una voz… Y una de esas voces es para mí la de Ignacio Corsini…
         Un 13 de febrero de 1891 Socorro Salomone, madre soltera, daba a luz a Andrea Ignazio Corsini, en Troina, Catania, Sicilia, Italia en donde supuestamente estaba el padre que, según cuentan, nunca lo reconocería formalmente. Como tantos llegó a Buenos Aires en 1896 y se instaló con su madre en distintos lugares hasta que recaló en Almagro.

         Después se fueron a vivir a Carlos Tejedor en la Provincia de Buenos Aires en donde trabajó como boyero y resero, o sea, arreador de bueyes y de reses.

         El mismo contó que fue allí en donde “Los pájaros me enseñaron la espontaneidad de su canto, sin testigos, en el gran escenario de la naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin esfuerzo.” Y realmente su voz tiene la suavidad de algunos pájaros.

         En 1907 cuando volvió a Buenos Aires empezó a cantar al estilo de Gabino Ezeiza y de José Betinotti, vecino de Almagro como él. Corsini vivía en la actual Quintino Bocayuva, en esa época Artes y Oficios Nº 567.

         Allí conoció a José Pacheco y a su esposa, Luisa Zannetti, pioneros del circo criollo que era tan popular por ese entonces. Pacheco tuvo gran influencia en su vida porque no sólo lo relacionó con los Podestá sino que era el padre de Victoria, la que sería su mujer desde 1911 hasta 1948 en que falleció. El Dr. Ignacio Corsini, su hijo, cuenta que eran tan pobres que se tuvieron que trasladar el registro civil a pie.

         Y así empezó a ser actor y lo que en esa época se conocía como “cantor criollo” al principio en la compañía de José Podestá y después en otras como las de José Arraigada, Colombo, Cassell. En 1913 conoció a Carlos Gardel en Bahía Blanca payando juntos en el Circo Cassano y desde allí fueron amigos hasta la muerte de Gardel. Y fcon Agustín Magaldi completaban el trío de los cantores más populares de entonces.

         Con el timbre de su voz, su cadencia tan especial, su naturalidad empezó a grabar para RCA Víctor primero y después para Odeón.

         Su gran éxito en el tango lo alcanza en 1922 a partir de la interpretación de Patotero sentimental en El bailarín del cabaret escrita y dirigida por Manuel Romero con la música de Manuel Jovés.
 

Cantó decenas de canciones de un modo muy característico, entre otras:
La viajera perdida,
La que murió en París,
El adiós a Gabino Ezeiza,
Che, papusa oí,
Madame Ivonne,
Grissetta,
Fumando espero,
Mimí Pinson,
Carablanca,
Sentimiento gaucho,
Betinotti…       

 

         Su repertorio, su voz, su elegancia, su finura le valió el apodo de El caballero cantor.

         Actuó en el cine algunas pocas películas mudas y, en 1934, con la dirección de Eduardo Morera, en Ídolos de la radio, interpretando a dúo con Ada Falcón con quien más tarde Un jardín de ilusión con la Orquesta de Francisco Canaro.
 
         Él sería el mejor intérprete de la obra de Héctor Pedro Blomberg y Enrique Maciel situada en el contexto del gobierno rosista en el que se desarrollan las historias de amor y sangre… La pulpera de Santa Lucía -que a mí cantaba El negrito de la calle Miller cuando salía de la casa de mi abuela Manuela y me iba para mi casa en Pampa y cuando nadie, nadie, ni siquiera yo, sabía que luego sería Luis Cardei y que después, cuando ya fuera famoso, me cantaría cuando iba a verlo actuar con el bandoneón de Antonio Pisano, Temblando... 


         Volviendo a Corsini, ese repertorio inigualable de Blomberg y Maciel son todavía joyas que deberíamos preservar como testimonio de lo que se puede hacer creativamente con nuestra historia superando las dicotomías que, a veces, son superadas por los sentimientos:  La canción de Amalia, La mazorquera de Montserrat, China de la mazorca, La guitarrera de San Nicolás, Tirana unitaria, La bordadora de San Telmo, Los jazmines de San Ignacio...
 

         Era un hombre sencillo que vivió toda adulta su vida en la calle Otamendi 676 en donde en alguna oportunidad el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires puso una placa de bronce que  -como parecería ser natural- fue robada!!! Y esta indiferencia y malicia ante nuestro patrimonio porteño me produce más que indignación, gran bronca!!! Bronca por los chorros de cualquier pelo y calaña…! Porque justamente Corsini como Gardel fueron prueba de la porteñidad de pertenencia… Porque para ser porteño -como siempre sostengo- no es necesario haber nacido en esta ciudad. Es necesario sentirse porteño. Y ambos son un claro ejemplo.

         Él siguió muy poco en su profesión después de la muerte de Victoria. El 28 de mayo de 1949 hizo su actuación de despedida en radio y quedó en la penumbra del dolor por la ausencia… «En ella tuve la gran compañera de toda mi vida, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que debo gran parte de mis triunfos.»
 
          La única vez que se volvió a presentar en público fue en 1961 en el programa de televisión Volver a vivir con la conducción de Blackie y Carlos D’ Agostino.

 
           IMPORTANTE:

Horacio  Torrado
           Para ser justa y veraz, contrariamente a lo que casi todo el mundo piensa, vale la pena aclarar que Volver a vivir fue idea y guión original del actor Horacio Torrado –nombre artístico de Horacio Ángel Labraña Torrado-, injustamente ignorado por los historiadores de la radioteatro en especial y de radiofonía en general.

         Torrado fue un actor de primer nivel, el galán de la década del cuarenta en el Radioteatro Lux de Radio El Mundo junto con estrellas como Rosa Rosen con quien hizo varias temporadas seguidas, Patricia Castells, Olga Zubarry, Blanquita del Prado. Cuando El Mundo pasó a ser manejada por el estado, se confinó, por sus actividades políticas y sindicales, en Villa Reynolds - San Luis. Volvería a Buenos Aires después de 1955 en donde siguió actuando en la radio. Fue Secretario de la Asociación Argentina de Actores con sede en la Casa del Teatro hasta su muerte en marzo de 1967.
Dejo para otra oportunidad más datos sobre esta personalidad de nuestra cultura.

          

Ignacio Corsini murió en esa fecha fatídica en que murieron otros grandes argentinos [Arlt, Evita, Centeya] -y que es el día de mi onomástico, el día de Santa Ana- un 26 de julio, del año 1967.

         Hoy honro esa vida sencilla, creativa, esa obra, esas melodías y esa voz que me llevan a los aromas y los cielos de mi infancia…

 

® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes, 2015.
* Aviso: Si hay cambios de letra o tamaño es problema de blogger.
Fuentes sugeridas:

Corsini, Ignacio (h.): Ignacio Corsini, mi padre, Ed. Colección Todo es Historia, Tango III, 1979.

Yofre, Felipe: “¡Ignacio Corsini, una voz inolvidable!” en La Nación, 22 febrero 1998.

http://ignaciocorsini.blogspot.com.ar
 

miércoles, febrero 11, 2015


PRIMERA FUNDACIÓN o PRIMER ASENTAMIENTO


 

         El día 2 de febrero, hace 479 años, seguramente un día caluroso, pero menos caluroso que las costas de Santa Catalina, un señor noble secundón que venía de las guerras españolas en Nápoles, cayó por estos lares, trayendo el mal del momento, el mal napolitano, la sífilis y una intención de sentar la base fundamental de lo que sería una gran ciudad en la América descubierta hacía menos de medio siglo. Llegó a esta costa occidental de ese río que alguien había reconocido como Mar y lo había llamado Mar Dulce. Era Don Pedro de Mendoza y Luján, Caballero de Alcántara.

Don Pedro de Mendoza y Luján
Caballero Alcántara
[Guadix, Granada ca. 1490 - +Oc. Atlántico 1537]

          Llegó con cruz y espada y buenas intenciones…
 
           Tal vez alguien trazó una cruz en la tierra como se estilaba y este asentamiento se declaró fundado y bautizado como Puerto Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre –castellanización de la Virgen de Bonaria que veneraban los navegantes en el santuario levantado por los padres mercedarios en Cagliari, Cerdeña- también venerada por los navegantes andaluces como él.

 


Grabado de Ulrico Schmidl


         Buenos Aires, como se empezó a llamar y se siguió llamando -y espero que se siga llamando- tenía, además, sugestivamente, tenía una benignidad climática comparada con el infierno tórrido de los vientos del norte en las costas de Brasil.



Haciendo la 1ª Buenos Aires
   

Schmidl protagonista y testigo -
Cronista y grabador

         Sin embargo, a él lo volvió loco… Fue inhóspita.

         Los aborígenes –querandíes- no eran lo que ellos suponían… Y no se supo ver lo que otros siglos más tarde otros verían: que los green grows, que el pasto crece, que la tierra era fértil.
        
          En esa época los españoles buscaban minas, plantaciones naturales, algo que fuera fácil de explotar por la mano de obra indígena y luego por la negra. No estaban para trabajar y menos los nobles secundones y mucho menos para labrar la tierra.

         Para Mendoza fueron malos aires… Ya enloquecido por la sífilis, no habiendo bajado de la Não Magdalena, hizo voltear el timón  rumbo a España, adonde no llegaría, envió a expedicionarios al Paraguay y dejó algunos pobladores que, encerrados en una miseria sin futuro, terminaron comiendo no sólo ratas y caldo de cordones de borceguíes, sino que terminaron comiéndose entre ellos, constituyendo el único caso de antropofagia o canibalismo, como se lo suele llamar, que hubo en el Río de la Plata.

         Tan mala fama tuvo Buenos Aires que el Rey mandó a Alonso de Cabrera a incendiarla.


Ataque y destrucción según Ulrico Schmidl
 

         Sin embargo, otro audaz y visionario incursionaría unas décadas más tarde y la fundaría nuevamente. Pero esa historia con futuro la dejamos para más adelante.

         El 2 de febrero fue, por lo tanto, el cumpleaños de la Buenos Aires que no fue pero que algún día sería...


         Homenajeemos entonces, no maltratemos a esta Buenos Aires querida, “la capital de un imperio que nunca fue”, como diría Malraux, -y que ya no es, agregaría yo-, por su futuro y por el nuestro...


Original columa de radio de febrero de 1998.

® © Ana Sebastián, Reflexiones impertinentes, 2010.