miércoles, marzo 26, 2014

Adrian Guida: un pibe de Almagro



Hoy Adrián Guida cumpliría 49 años que no cumplirá.
Lo conocimos en Amsterdam en 1985 cuando empezó el revival del tango y nuestro amigo chileno, el productor Lucho Aravena llevó, entre otros, a la Orquesta de Pugliese a tocar a De Meervaart.
Y fue amistad a primera vista…  

 Cada vez que venía la orquesta a Holanda y los músicos y los dos cantores, él y Abel Córdoba tenían que alojarse en un hotelucho cerca de la Centraal Station mientras el matrimonio del director de la orquesta   -que solía repetir que no era una orquesta común y corriente sino una cooperativa-  se alojaban el Pullman… ¿Otra categoría, no?


Adrián & moi - al lado, cortado, Abel.
De espaldas, Marianne
 
Adelante un amigo, Daniel, al fondo los tres de Pugliese
& moi de espaldas
Adrián - no se quién - Abel de frente - Fabio & moi
 
              Al rato de llegar a Ámsterdam, Adrián se comunicaba y llegaba a casa con Abel Córdoba y a veces con Fabio La Pinta, el bandoneonista.  Allí nos poníamos al día: charlábamos, comíamos, trasnochábamos...
           

         O nos íbamos al centro y terminábamos en el café Scheltema  -uno de nuestros preferidos bruincafés- al que nostalgiosamente llamábamos “Café de los Angelitos”
Y ahí nos divertíamos, comíamos, chusmeábamos….

En ese Café de los Angelitos también se come y muchos holandeses cenan a las seis de la tarde: Y allí estábamos nosotros con él, Fabio La Pinta y Abel Córdoba riéndonos, contando anécdotas, lo que había pasado, lo que pasaba en Buenos Aires.

          De pronto, en medio de la charla se me ocurrió preguntarles si se acordaban cómo se llamaba el tango que Gardel canta al final de De terugkeer, el documental de Cherry Duyns que habíamos hecho el año anterior. Yo no me acordaba el título y les empecé a decir la letra... No terminé el primer verso… Adrián sigue sentado y empieza con su voz:  

“Tango triste, tango rante de mis tiempos caferatas… 
o conozco tu pasado, yo comprendo tu traición,
los malevos no te miran con los mismos ojos de antes 
porque fue tu cuna, el bajo y el lujo, tu seducción… "         [Reproche]
 
           Antes de terminar la primera estrofa se le acopla Abel.
           
           Por la hora de la cena en el café había mucho ruido de vajilla, mozos que servían, conversaciones de entremesa…

           En menos de un minuto el mundo se paralizó en el Scheltema
           El silencio era de una misa de las de antes.
           Terminaron de cantar…

           Todos, hasta los mozos, el barman y hasta el cocinero abrieron un aplauso que duró más de cinco minutos seguidos.

           La gente los había reconocido o se habían dado  cuenta de que eran los que habían cantado la noche anterior en De Meervaart.
         Seguro que no habían ido, pero lo habían leído en De Volkskrant, el diario más importante de Amsterdam cuando esa noche sorprendieron a todos, incluso a Cherry Duyns y a nosotros mismos, cantando juntos Milonga para Gardel, como nadie  -con ideas pintoresquistas y prejuicios sobre el machismo del tango-  se imaginaba que se podía cantar, en dupla.

          Clickear: http://youtu.be/N2AmwVIF6Tk

         Hoy reproduzco aquí lo que escribí en el segundo aniversario de esa muerte artera y precoz.  

         Hoy les cuento esta historia en honor a su vida y agradezco y agradeceré siempre que Adrian se haya cruzado en la nuestra…


 
Adrián Guida

 
 
Un pibe de Almagro

 

            El amor a Buenos Aires encuentra variantes en el canto al barrio que representa para el tanguero la patria chica, el lugar donde se afinca todo el mundo afectivo. Ese entorno de barrio: los rincones amados y conocidos, las esquinas, los faroles, el patio de conventillo, la casa paterna, las calles donde se quedó la inocencia de los juegos infantiles, donde el primer beso se escondió bajo la sombra nocturna de los árboles, donde se descubrió la primera traición o el primer desengaño significan toda la seguridad ante un mundo tambaleante y falso.
 
              El barrio es el lazo con el pasado, con la propia identidad, como uno mismo.

   La relación con la ciudad y el barrio es, se puede decir, ontológica.
 
  El centro es la forma alienadora, deslumbrante con sus lujos, sus luces engañadoras, sus anuncios de neón, sus cabarets, su frivolidad. El centro es atrayente, pero traicionero, snob, el mundo de apariencias que el tanguero camina y a la vez denuesta mientras lleva clavado en su idiosincrasia al barrio, lo auténtico.

   El barrio es esencial en la filosofía del tango: el referente.
 
  Por eso en esta ocasión vamos a recordar a un pibe de barrio, a un pibe de Almagro que, lamentablemente, no nos acompaña y que mamó esta filosofía desde la cuna.

  Un pibe que se sentía realizado cuando interpretaba estos versos: "Almagro, Almagro de mi vida / vos fuiste cuna de los guapos".

 
Clickear:   http://youtu.be/ewlacz1dv-M

 
              Adrián Guida podría haber nacido en cualquier época, pero siempre en Buenos Aires. Y no por ser desde pequeño cantor de tangos  -Nelly Omar contaba que lo conoció cantando con pantalón corto en los Studs de Palermo- ni por haber sido el último cantor de Osvaldo Pugliese, como él decía con orgullo, sino porque en él convivían los mejores valores de la porteñidad: la fraternidad, la generosidad, los códigos de discreción,
de palabra que hay que cumplir y sobre todo, de amistad. Adrián hacía suyas, tal vez sin conocerlas, las palabras de Scalabrini Ortiz: para el porteño, "la amistad es un olvido del egoísmo humano".


    Por eso, por lo que cantó y no se escucha, por lo que quiso ser y no fue, por haber sido un muchacho de esquina, "porque no tuvo más pretensiones que las comunes", por ser "sencillo, hecho a ternuras / sin otra cosa que un cuore grillo", por ser lo que fue y no pudo seguir siendo, he aquí nuestro homenaje en el 2º aniversario de su muerte, acaecida el 12 de diciembre de 1994, luego de haber cantado el último tango de la noche del TANGO en Casablanca…

 
®© Ana Sebastián, 1996.

  Publicado en La novena, Buenos Aires, 1996.


lunes, marzo 24, 2014

Seminario taller Ficción & no ficción en la literatura


SEMINARIO - TALLER
Ficción & No ficción en la Literatura
Programa Lengua y Cultura Metropolitanas
Centro Cultural Nicolás Olivari
Castro 954 - Boedo
 


        Ficción & No Ficción en la Literatura comienza el martes 25 de marzo a las 18 horas su Ciclo 2014 con algunas variantes particulares de las que se enterarán los que asistan.  


         Seguro nos entusiasmaremos, nos apasionaremos, descubriremos nuevos autores y no nos importará si el texto está en papel prensado, de diario o es digital.

 
         Y entonces descubriremos que “nuestra patria es nuestra lengua”, o mejor dicho, nuestro lenguaje literario…

 
         Y podremos volar o solos y no en bandada… porque una vez que estamos ante un texto de otro o nuestro… somos libres de volar… y de afrontar las adversidades…

        

         Y será una realidad nuestra lo que decía William Somerset Maugham (1874- 1965), uno de los autores más leídos del siglo XX: “Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida.”

         O lo que afirmaba Bioy: “Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.”

         
Los que escribimos sabemos que “la mayor parte de la escritura se hace lejos de la máquina de escribir.” [o de la PC] sic H. Miller. De modo que allí estaré para dar las técnicas, los procesos, los procedimientos y los estímulos para seguir… Pero, como sostenía Simone de Beauvoir. “escribir es un oficio que se aprende escribiendo” y leyendo, agregaría yo.

         O sea al menos serás un ratón de biblioteca...
 
          O un chancho lector o

 
        escritor... 
Aclaro que adoro a los chanchos y que esto no tiene que ver con pornografía sino con el nivel intelectual del maltratado animalito.   
 
 
 
  Así que dejemos s el BLA... BLA... BLA... BLA... BLA…. 
 
        Hasta el martes!  Los esperamos!!!!
 

Ana Sebastián
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lunes, marzo 17, 2014

Nicolás Olivari, un vanguardista relegado


 NICOLÁS OLIVARI, un vanguardista relegado 

Sin robes ni manteaux orientales
 


“Nos daremos en cada poema en integridad jubilosa, con mente, sangre y alma. Cada palabra será como esculpida con las uñas y en la belleza concisa del todo, brotará una inefable embriaguez de vino nuevo.”   
 

 Un poeta que, a mi juicio y al de muchos otros, debería tener mayor reconocimiento del que tiene es Nicolás Olivari.
            
            Nacido en Buenos Aires con el siglo XX como muchos de los mejores escritores argentinos, habiendo sido un personaje activo en la cultura, un verdadero vanguardista avant - la- lettre, no comparte los honores que otros pudieron alcanzar y, cuando se lo reconoce, suele quedar relegado al pintoresquismo..

            De padres inmigrantes italianos, nació el 8 de septiembre de 1900 en la casa paterna de Ombú –hoy Pasteur-  y Cangallo – Gral. Juan Domingo Perón-  con el nombre de Diego Arzeno.

Hizo sus estudios en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda en donde le publicaron su primer texto: El matón del arrabal.

             Empezó muy joven como periodista en Crítica. Durante toda su vida pasó por muchas redacciones: El pregón, Noticias gráficas, Reconquista, La época y y diversas revistas y radios. En las décadas del 40 - 50 participó en El laborista y Democracia.

Coetáneo de Borges, fue junto con Roberto Arlt y Leopoldo Marechal, uno de los autores que no tuvo su boom literario.

Nicolás Olivari se vuelca a la musa oscura. Deja lo alambicado y cursi que satisface la mojigatería llamada “buen gusto” de las clases llamadas “decentes” y se va como François Villon, como Baudelaire al barrio y de ahí al barro humano y destapa la olla de lo sórdido buscando allí la belleza y la razón de ser.

Admirador del núcleo que se reunía en San Juan casi llegando a la esquina de la cortada de San Ignacio, que los críticos e historiadores llaman de Boedo, en 1924, ni bien apareció La amada infiel,  se lo llevó a quienes tanto admiraba. Indignados, lo echaron como si fuera un traidor a la causa social. Él, a sus veinticuatros años, se fue con el dolor del desprecio y del rechazo. La suerte lo hizo encontrarse con Raúl González Tuñón -más joven que él, pero ya incursionando en la escritura-, que había leído el libro y le dijo: “no te preocupes…” Y se lo llevó a Florida, al grupo de la Revista Martín Fierro que lo recibió con los brazos abiertos. [En otra oportunidad postearé lo que el mismo Olivari cuenta de ese mal momento y de la relación entre Boedo y Florida que fue más una creación de los historiógrafos de la literatura argentina que de los protagonistas del grupo.] 

Como Dostoievsky lo había hecho en sus personajes que buscaban la redención a través de la abyección, como las historias siniestramente cotidianas de Roberto Arlt, Nicolás Olivari sacó la belleza de lo más oscuro del lado humano, de lo que nos condena a vivir lo que nos toca y a la vez a saltar las barreras.

 
“El lirismo que preconizo para mis poemas debe ser tan hondo como un estupefaciente y lo sueño tan rotundo, áspero y concluyente que de cada pieza labrada en el metal del idioma, dentellado por los ácidos inspirados del numen redivivo, saldremos ahogados y cegados como del más profundo pozo de una mina.  Como quien trenza y destrenza una misma cuerda, digo para mayor solidez del argumento, será nuestra faena. “

 Nicolás Olivari tuvo algo muy importante: desnudó la hipocresía. 

Olivari fue, se podría decir, el más rebelde, el más caústico, el más mordaz de los martinfierristas a punto tal que ellos le nombraron “el primer poeta maldito”.

Siguió con sus textos poéticos con una estética basada en lo antiestético:  La musa de la mala pata, El gato escaldado que ganó el Premio Municipal, Diez poemas sin poesías, Los poemas rezagados, Pas de quatre.

Entre su prosa se encuentra: Carne al sol, Esta noche es nuestra, La mosca verde, El almacén, El hombre de la baraja y la puñalada.

En teatro: Un auxilio en la 34 [1927] en colaboración con los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón. Después: Amargo exilio, Tedio, Irse, La pierna de plomo, Cumbres borrascosas, El regreso de Ulises, Dan tres vueltas y luego se van.

Con Roberto Valenti escribió radioteatros:  Hormiga negra y La vida de Carlos Gardel  llevada al cine como El morocho del Abasto por Julio C. Rossi en 1950 con Rolando Chavez en el papel de Gardel.

Escribió tangos como Tengo apuro en colaboración con Enrique González Tuñón y Antonio Scatasso para ser cantado en Un auxilio en la 34, Cuarenta entradas con música de José López Ares y otros compositores. Y además: Murallón, Desdén, Saturnia, Dos ojos negros, Amor y Arañita.
El más conocido es La violeta, interpretado por Carlos Gardel.  

Olivari cuenta: “A pesar de mi intensa vida de periodista, nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. La letra de «La Violeta» la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con Cátulo Castillo, por una apuesta y nació al hilo, entre los spaghettis y el vino. Primeramente lo grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de orgullo personal esta distinción sin igual. Fue Cátulo quien se encargó de hacerlo grabar".

Verlo en este link:

http://youtu.be/F-KnplCWNlw

 La crudeza, el desnudo de Olivari es hasta los huesos, sin tutía.

Esto lo manifiesta en su mensaje poético conocido como “Palabras que se lleva el viento” de este modo:

“La poesía actual es poesía de ictericia. Licuar lo extraordinario  -esencia de la poesía-  en frases largar y con el trote cansado de los artículos periodísticos, es desvirtuar un lirismo para siempre.”

Y agrega en la reivindicación total de nuestra lengua porteña:

“Nosotros escribimos iniciando la revuelta, el motín, el cuartelazo contra la guarnición vieja que se iba disecando dentro de su uniforme de académicos ante las puertas de la Academia. Trajimos la voz del pueblo, del hombre argentino de hoy, del tipo racial nuevo, donde sólo había profesionales de libros. Al literato de salón opusimos el poeta joven, hambriento y desesperado, pero ladrando su verdad con hidrofobia de verdad.”

Para finalizar machacando:

“Nos toca iniciar en el Plata la nueva era del poema. Hasta ahora este género que no requiere más condición esencial que una fascista sinceridad, ha sido desvirtuado entre nosotros. Reivindico el derecho de haber escrito el primer poema sin metro, sin escala, sin medida, digno de su título, porque sería canalla que nosotros, vanguardias efectivas de la nueva generación, saliéramos escribiendo con arroz con leche como Rabindranath Tagore  -robes y manteaux orientales-. Y como la mentira nos es odiosa como un forúnculo en la grupa de una bella prostituta, debo declarar que en mi poema «Mi mujer» de mi libro La musa de la mala pata está en germen, acaso, la posibilidad poemática argentina que he querido aguzar renglones antes.”

 Falleció el 22 de septiembre de 1966. Mi Buenos Aires querido, un libro de aguafuertes y estampas porteñas, fue publicado póstumamente.

 “Nicolás Olivari es el más indudable poeta de los que oigo. No creo en su talento: creo en su genialidad, que es cosa distinta. Sé que decir la palabra genialidad es alzar la voz y que eso es una descortesía o un énfasis. Que Olivari es un poeta de lo desagradable, también lo sé; pero esas dos consideraciones —la de la voz baja en la crítica y la del sedicente buen gusto— se quedan fuera de lo poético. Poesía es expresión. Olivari expresa con desesperada intensidad el tema que es suyo: el aburrimiento, el estudio para suicida, el rencor suburbano que ha sucedido a la compadrada orillera en esta ciudad. Olivari es mucho."

Jorge Luis Borges: Nicolás Olivari, El hombre de la baraja y la puñalada. Estampas cinematográficas, Buenos Aires, M. Gleizer Editor, 1933. [En Jorge Luis Borges: Textos Recobrados, 1931-1955]

 

Tal vez en esta época que parece ser proclive para ver la paja en el ojo ajeno, en que muchos se deslumbran con un tinte de envidia por lo que hace el otro con la manía selfie de la autocomplacencia con las propias imágenes a menudo insulsas e insignificantes en las redes sociales  [no estoy en contra de las redes, todo lo contrario, sino de cierto uso imbécil], pretendiendo ser mediático, en momentos en que se cae en la licuación no sólo de los sentimientos sino también del pensamiento, sea hora de mirarnos en nuestro propio espejo interno y tal vez sea necesario desempolvar a Nicolás Olivari y volver a mostrar a la hipocresía en todo su desnudo, en toda su crudeza y  -¿por qué no?-  con el sarcasmo inteligente y la calidad que tan bien supo manejar. 

            Bienvenidos al mundo de la musa de la mala pata...

® © A. S. Reflexiones impertinentes.

 

sábado, marzo 08, 2014

43 años de la muerte de Diego Ruy Frondizi & Manolo Belloni


          Hoy pretendía postear una canción y un poema que fueran hechos y grabados en los días posteriores al 8 de marzo de 1971 en que por primera vez se nos enlutó la juventud por la muerte de nuestros amigos, Diego Ruy Frondizi y Manolo Belloni, asesinados, una vez que se rindieron, por un Sargento de la Policía de la Provincia hace 43 años en Rincón de Milberg. La canción está cantada por Omar y Federico, de quienes no sé nada, si existen o no y el poema recitado por otro compañero. Mi inoperancia para subir sonido desde la PC a blogger me lo impidió. Trataré de averiguar más y hacerlo con más tiempo.  

          Hoy, en esta sociedad líquida, se licúan los sentimientos y muchos se vanaglorian de ser lo que nunca fueron, de haber sido amigos o compañeros de quienes nunca lo hubieran sido, de venir a contarnos nuestra propia historia y de querer quedarse con los ojos mirando atrás con el desconocimiento bíblico de Lot...  Todo sin pudor, sin la vergüenza de no haber sido cuando se tuvo que ser... Y encima con dedos acusadores y moralinas de teleteatro...
          Si realmente hubieran conocido a los Diego y Manolo, se darían cuenta de cuánto la pifian.
           Eran, éramos, sobre todo rebeldes, indomables, nos reíamos de todo y amábamos la vida más que nada, aunque muchos piensen que existía una necrofilia patológica. 

           Gente como Diego y Manolo no andaban por la vida con frases hechas, con peroratas aprendidas de memoria, con pretensiones desmesuradas de ser algo más que lo que eran: dos pendejos de veintitantos años (Diego no había cumplido los veintitrés) que querían cambiar el mundo, hacerlo más justo, más ecuánime, en el espíritu de la época, no sólo de nuestro país, de América  -porque incluso Norteamérica tuvo sus propios Diegos y Manolos-, del mundo… 
            Gente como Diego y Manolo, equivocados o no, eran combatientes. 
            No querían ser el Sr. Karenin ni tenían mayores aspiraciones personales: Manolo, ver crecer a su hija Victoria, seguir con sus laburos y estudios. Diego, tener algún día una mujer con las caderas anchas de los hijos que le diera...  
           Ese infausto 8 de marzo a las 8 y media de la mañana, ante la orden de Manolo, que era el jefe del operativo, de que lo abandonase cuando ya tenía un tiro en la pierna y se entregara para salvar su vida, Diego lo levantó, lo cargó y lo arrastró como pudo hasta el final...   
         Fueron nuestras primeras, dolorosas bajas...
         Alguien que escribía una especie de cantar de gesta para los compañeros, escribió en esos días posteriores al 8 de marzo de 1971 unos malos pero sentidos poemas con asonancias que empezaban así:

A Manolo

            De Cristo tenías el nombre
            y la cruz cargaste como él,
            caíste una mañana, es cierto,
            pero no estabas solo, Manuel.
                                                         [sigue]

            A Diego

          Hermano, tomá tu pañuelo,
          vení, vamos a llorar por Diego.
          Hermano, alzá tu voz en cuello,
          vení, vamos a vengar a Diego.
          Vení, vamos,
         que Diego late en nuestra sangre
          aunque otros lo crean muerto...
                                                      [sigue]

 
          Saqueadores sacrílegos robaron de sus tumbas algunas de las placas que rezaban, una, la frase de Julius Fucik, escrita en Reportaje al pie del patíbulo:

               “Por la alegría vivo,
               por la alegría voy al combate,
               por la alegría muero…
               Que nunca la tristeza sea asociada a mi nombre..."

hecha colocar por Lilí Mazaferro, la madre de Manolo que, a partir de ese momento entraría en la militancia, y la otra:

"Cuando te persiga el cansancio, 
cuando te adormezca el olvido, 
repetí su nombre 
y te acordarás de sus ojos, 
de sus manos que modelaron 
con arcilla de luz y sangre el tiempo nuevo."
 hecha colocar en ambas bóvedas por Ricardo Frondizi, el padre de Diego, ingeniero anarco que era todo un personaje y de cuya amistad disfruté hasta que falleció.

             Siempre con nosotros!!!!

                        Leer El ballenato en el post de 8 marzo 2011.

 ©® A. S. Memorias impertinentes.