martes, mayo 25, 2010




BICENTENARIO

“La esperanza es un deber del sentimiento”
Fernando Pessoa.


Hace casi cuarenta años yo había abandonado mi forma de escribir de adolescente seguidora vallejiana para escribir poemas heroicos en romance, con lenguaje fácil para que los pudieran entender mis compañeros. A Gerardo Burgos –el Chino Godoy-, luego de su muerte, se le encontraron unas copias a mano de mis poemas de entonces en la casilla de la Villa Itatí en donde vivía. Algunos versos subsisten en placas de bronce en bóvedas y tumbas de algunos compañeros, incluso en bóvedas y tumbas que han sido vaciadas. Esas placas de bronce sobrevivieron, increíblemente, salvadas del tiempo y de los saqueos.
Eran épocas en que nos ofrendábamos al heroísmo y a la patria, que era más que una mera palabra. La patria se engarzaba con un sentimiento profundo ambivalente, entre doloroso y alegre, con voz de esperanza. Pero de cualquier modo, esa exaltación era cotidiana. Por eso cantábamos con énfasis exagerado la última cuarteta del himno.

De esa época son estos malos versos de un poema que titulaba
25 de mayo 1972
“Si la lluvia nos arrecia
no nos puede apagar en el alma
el fuego que nos quema.
Si el sol se nos esconde
este 25 de mayo
hagamos patria, al menos,
a la luz de una vela.”
El poema continuaba... En 1973 Paco Urondo, desde la cárcel de Villa Devoto, me criticaba éste y otros poemas por su rima, por sus pobres metáforas, su métrica... Esa crítica me devolvió a mi voz anterior y a la futura.

Hace poco, ante mis saludos de Pascua con la frase de Pessoa, un amigo mío europeo me respondía: “La palabra «esperanza» [...] es demasiada cargada de buenos sentimientos cristianos (religiosos) muy extraña a la realidad y no me conviene porque es de una vaciedad incomensurable: es que no creo en ningún cielo.”

No creo en vaciedades inconmensurables sino en vaciedades de sentimientos. No creo que la esperanza tenga que ver con cielos sino con necesidades y humanidades imperfectas. No creo en muchos mitos, pero sé lo que queda en el fondo de la caja de Pandora después de que Epimeteo la abre y se esparcen todos los males por la tierra.

La ilusión nos puede mentir. La esperanza es un don que nos permite enfrentar momentos difíciles.

En este Bicentenario de la concepción de la Patria en que me duele tal vez más que en 1972 porque corrió mucha sangre, tengo más años, hay menos tiempo, sí creo que debe seguir de pie ese “deber del sentimiento”.



Historias

¿Y eso? Decime
qué va a ser ahora
de esos jóvenes
que hace ya tantos años
se pudren.
No. No sólo los nuestros,
los de cualquier parte,
los que murieron
con una ilusión
de un mundo nuevo
en los labios enterrados
con cualquier bandera,
eliminados con cualquier consigna.
¿Los tacharon de la memoria?
¿Los convertirán en los malos
de la telenovela?
¿Quedarán como los grandes
boludos del siglo XX
los que querían cambiar
la historia,
ahora que es transparente
oomo un vidrio
que la historia
no absuelve nada más
que a los que ganan
y, por lo demás,
miente, miente, miente?

de Objeto directo, 1999.



© Ana Sebastián, 2010.